Una docena de personas, mitad peces gordos sentados a la mesa y mitad lacayos de pared, esperan en una sala de conferencias con arte-sonado. Al entrar Randy y Avi se produce una ráfaga de apretones de mano y lluvia de tarjetas, aunque la mayor parte de los nombres pasan por la memoria a corto plazo de Randy como un caza supersónico que atravesase las tristes defensas aéreas de un país del Tercer Mundo. Sólo le quedan un montón de tarjetas de visita. Las maneja en su zona de la mesa como un vejete senil jugando al Klondike sobre una bandeja de metal. Avi, evidentemente, ya conoce a todas esas personas; parece que está autorizado a llamarles por el nombre de pila, se sabe las edades y nombres de sus hijos, sus hobbies, sus grupos sanguíneos, enfermedades crónicas, los libros que están leyendo, a qué fiestas han asistido. Todos ellos parecen encantados por esos conocimientos, y todos ellos, gracias a Dios, ignoran a Randy por completo.
De la media docena de personas importantes de la sala, tres de ellos son filipinos de mediana edad. Uno es el funcionario más importante de la APT. El segundo es el presidente de una compa?ía de telecomunicaciones emergente llamada FiliTel, que intenta competir contra el monopolio tradicional. El tercero es el vicepresidente de una compa?ía llamada 24 Jam que posee la mitad de los supermercados de Filipinas, así como bastantes de Malasia. Randy tiene problemas para distinguir entre esos hombres, pero les observa conversar con Avi, y aplicando lógica inductiva pronto es capaz de relacionar la tarjeta de visita con el rostro correspondiente.
Los otros tres son fáciles: dos americanos y un nipón, y uno de los americanos es mujer. La mujer viste zapatillas color lavanda a juego con un peque?o traje con falda, y coordinado con las u?as. Tiene aspecto de haber salido directamente del plato de uno de esos anuncios de u?as falsas y permanentes caseras. La tarjeta la identifica como Mary Ann Carson, y afirma ser la vicepresidenta de AVCLA, Asia Ventare Capital Los Angeles, que Randy vagamente recuerda como una firma de Los Angeles que invierte en Economías Asiáticas en Rápida Expansión. El hombre americano es rubio, y tiene cierto aspecto duro y cuasi militar. Parece alerta, disciplinado, impasible, rasgos que los amigos de Charlene interpretarían como hostilidad producto de la represión de un profundo desorden mental. Representa al Subic Bay Free Port. El hombre nipón es el vicepresidente ejecutivo de una compa?ía de electrónica de consumo ridículamente colosal. Mide como metro ochenta. Tiene un cuerpo peque?o y una cabeza grande con forma de pera vuelta del revés, pelo fuerte de color gris en las sienes y gafas de alambre. Sonríe con frecuencia, y proyecta la serena confianza de un hombre que ha memorizado una enciclopedia de dos mil páginas sobre etiqueta empresarial.
Avi no pierde tiempo en poner la cinta, que en estos momentos representa un setenta y cinco por ciento de los activos de Epiphyte Corp. Ha hecho que la produzca una nueva empresa multimedia muy buena, y el contrato de producción representa el cien por cien de los ingresos de esa empresa durante este a?o.
?Los pasteles se deshacen cuando los trozos son demasiado peque?os?, le gusta decir a Avi.
Comienza con una secuencia —hurtada de un telefilme ya olvidado— de un galeón espa?ol atravesando un mar picado. El título superpuesto dice: MAR DE CHINA MERIDIONAL, 1699. La banda sonora ha sido manipulada y convertida a dolby a partir de la versión mono. Es bastante impresionante.
(—La mitad de los inversores de AVCLA tienen yate —le había explicado Avi.)
Cambio a un plano (producido por la compa?ía multimedia, y editado sin que se notase) de un vigía andrajoso, agotado, metido en su cofa, mirando a través de un catalejo de latón, aullando:
—?Tierra a la vista!
Cambio a un plano del capitán espa?ol, un personaje duro y barbudo, emergiendo de su camarote para contemplar con mirada especulativa y keatsiana el horizonte.
—?Corregidor! —exclama.
Cambio a una torre de piedra en lo alto de una isla tropical, desde la que un vigía observa al galeón en el horizonte (insertado digitalmente). El vigía se pone las manos alrededor de la boca y aulla, en espa?ol:
—?Es el galeón! ?Encended el fuego!
(—La familia del tipo que dirige la APT está muy interesada en la historia local —dijo Avi—, dirigen el Museo de Filipinas.)
Con fuertes vítores, los espa?oles (en realidad, actores méxico-americanos) con cascos de conquistadores plantan fuego a una inmensa pila de madera seca que evoluciona hacia una pirámide de llamas tan potentes como para asar a un buey en un segundo.
Corte a las almenas del Fuerte Santiago (el fondo: poliuretano esculpido: al frente: un paisaje generado digitalmente), donde otro conquistador observa una luz que llamea en el horizonte:
—?Mira! ?El galeón! —grita.
Sigue una serie de planos de gente de Manila corriendo hacia el rompeolas para adorar la se?al, incluyendo a un monje agustino que une las manos sobre el rosario y se lanza allí mismo a una letanía en latín (—La familia que controla FiliTel dotó una capilla en la catedral de Manila.), así como una familia de mercaderes chinos descargando fardos de seda de un junco (—24 Jam, la cadena de tiendas, está dirigida por mestizos chinos).
Se inicia una narración, una voz profunda y sincera, en inglés con acento filipino (—El actor es hermano del padrino del nieto del hombre que dirige la APT). Al pie de la pantalla aparecen los subtítulos en tagalo (—La gente de la APT está muy comprometida con la lengua nativa).
—Durante el apogeo del Imperio Espa?ol, el acontecimiento más importante del a?o era la llegada del galeón de Acapulco, cargado de plata procedente de las ricas minas de América; plata para comprar sedas y especias de Asia, plata que convertía a Filipinas en la fuente económica de Asia. La aproximación del galeón venía precedida por una se?al luminosa en la isla de Corregidor, en la entrada de la bahía de Manila.
Cambio (?al fin!) desde las caras relucientes de avaricia de las gentes de Filipinas a una reproducción gráfica en 3—D de la bahía de Manila, la península de Batan y las peque?as islas en la punta de Batan, incluyendo Corregidor. El punto de vista desciende y se acerca a Corregidor, donde arde un fuego falso y no muy bien recreado. Un rayo de luz amarillo, como un disparo defáser en Star Trek, atraviesa la bahía. El punto de vista lo sigue. Choca contra los muros del Fuerte Santiago.