El Código Enigma

—Oh, comprendo —dijo Kivistik, algo acalorado. Había visto una vía de escape—. Deberíamos depender de los tecnócratas para que nos digan lo que debemos pensar, y cómo debemos pensar, sobre esta tecnología.

 

La expresión de los otros parecía decir que aquel había sido un golpe contundente, justificadamente lanzado.

 

—No estoy seguro de qué es un tecnócrata —dijo Randy—. ?Soy yo un tecnócrata? Simplemente soy un tipo que fue a la librería y se compró un par de libros de texto sobre TCP/IP, que es el protocolo subyacente en Internet, y los leyó. Y luego conseguí una cuenta en un ordenador, lo que hoy puede hacer cualquiera, y me peleé con él durante unos a?os, y ahora lo sé todo sobre la red. ?Eso me convierte en un tecnócrata?

 

—Usted pertenecía a la élite tecnocrática incluso antes de coger ese libro —dijo Kivistik—. La habilidad de leer un texto técnico, y entenderlo, es un privilegio. Es un privilegio concedido por una educación que sólo está disponible para los miembros de una clase social de élite. A eso me refiero cuando hablo de tecnócrata.

 

—Fui a una escuela pública —dijo Randy—. Y luego a una universidad estatal. A partir de ese momento, me eduqué a mí mismo.

 

Charlene intervino. Le había estado dirigiendo a Randy miradas de furia desde que había empezado a hablar y él la había estado ignorando.

 

—?Y tu familia? —fue la gélida pregunta de Charlene.

 

Randy respiró hondo y reprimió las ganas de suspirar.

 

—Mi padre es ingeniero. Da clases en una universidad estatal.

 

—?Y el padre de tu padre?

 

—Matemático.

 

Charlene levantó las cejas. Al igual que todos los demás en aquella mesa. Caso cerrado.

 

—Me opongo enérgicamente a que me clasifiquen, me etiqueten y me incluyan en el estereotipo del tecnócrata —dijo Randy, empleando deliberadamente el lenguaje de personas oprimidas, quizás en un intento de volver sus armas contra ellos, aunque probablemente sólo sea (eso cree, tendido en la cama a las tres de la ma?ana en el Hotel Manila) la incontrolable necesidad que siente de pincharlos. Algunos de ellos, por hábito, lo miran con seriedad; la etiqueta dicta que debes ofrecer todas tus simpatías a los oprimidos. Otros quedaron boquiabiertos al oír esas palabras saliendo de los labios de un conocido y convicto tecnócrata masculino blanco—. Nadie de mi familia ha tenido jamás demasiado poder-dice.

 

—Creo que lo que Charlene quiere decir es lo siguiente —dijo Lomas, uno de los invitados en la casa que ha venido desde Praga con su mujer. Nina. Acaba de nombrarse a sí mismo conciliador. Se detiene lo justo para intercambiar una mirada cálida con Charlene—. Sólo en virtud de venir de una familia de científicos, eres miembro de una élite privilegiada. No eres consciente de ello; pero los miembros de las élites privilegiadas rara vez son conscientes de sus privilegios.

 

Randy completó el argumento:

 

—Hasta que llegan personas como usted a explicarnos lo estúpidos que somos, por no comentar la falta de moral.

 

—La falsa conciencia de la que habla Tomas es exactamente lo que hace que las élites de poder enraizadas estén tan enraizadas —dijo Charlene.

 

—Bien, no me siento enraizado —dijo Randy—. Me he partido el culo trabajando para llegar a donde estoy.

 

—Mucha gente trabaja duro toda la vida y no llega a ninguna parte —dijo alguien en tono acusador. ?Cuidado! La veda está abierta.

 

—Bien, lamento no haber tenido la honra de no llegar a ninguna parte —dijo Randy, sintiéndose por primera vez algo malhumorado—, pero he descubierto que si trabajas duro, te educas y conservas la inteligencia, puedes abrirte camino en esta sociedad.

 

—Pero ésa es una idea sacada directamente de algún libro del si—:\\o XIX de Horatio Alger —escupió Tomas.

 

—?Y? Sólo porque sea una idea antigua no quiere decir que este equivocada —respondió Randy.

 

Una peque?a fuerza de ataque de camareros se había estado formando en las inmediaciones de la mesa, con los brazos cargados de platos, mirándose los unos a los otros intentando decidir cuándo sería el momento correcto para interrumpir la lucha y servir la cena. Uno de ellos recompensó a Randy con un plato que contenía un tipi compuesto de lonchas de atún casi crudo. Los elementos proconsenso y ante confrontación aprovecharon la oportunidad para tomar el control de la conversación y la dividieron en múltiples conjuntos de personas vigorosamente de acuerdo entre sí. Jon le digirió una mirada lacrimosa a Randy, como diciendo: ?también fue agradable para ti? Charlene le ignoraba intensamente; estaba atrapada en un grupo de consenso con Tomas. Nina intentaba mirar a Randy a los ojos, pero él lo evitaba estudiadamente porque temía que ella quisiese ofrecerle una mirada ardiente de aproximación, y lo único que Randy quería en ese momento era alejarse. Diez minutos después, su busca se activó, y posó la mirada sobre el número de Avi.

 

 

 

 

 

Incendio

 

 

 

 

La base americana de Cavite, a lo largo de la costa de la bahía de Manila, arde bastante bien una vez que la incendian los nipones. Bobby Shaftoe y el resto del Cuarto Regimiento de Marines le echan un buen vistazo al pasar junto a ella, huyendo de Manila como ladrones en la noche. Nunca en su vida se ha sentido más personalmente humillado, y lo mismo sienten los otros marines. Los nipos ya han desembarcado en Malaya y se dirigen a Singapur como un tren sin control, están asediando Guam, Wake, Hong Kong y Dios sabe qué más, y debería ser evidente para cualquiera que a continuación atacarán Filipinas. Da la impresión de que un veterano regimiento de marines de China podría ser de utilidad en Manila.

 

Pero MacArthur parece opinar que puede defender Luzón por sí mismo, de pie sobre las murallas de Intramuros con su Colt 45. Por tanto, les envían a otro sitio. No tienen ni idea de a dónde. La mayoría de ellos preferiría dirigirse a las playas de Nipón que permanecer en territorio de la Marina.

 

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