El Código Enigma

—Yo soy la barba, Avi es el traje.

 

Era una forma de explicar su relación empresarial y, desde ese momento, Charlene se había disparado. Recientemente Charlene ha terminado un artículo académico de construyendo las barbas. En particular, su objetivo era la cultura de las barbas en la comunidad de alta tecnología del norte de California: el grupo de Randy. Su artículo comenzaba echando por tierra, en cierta forma, la idea de que las barbas son más ?naturales? o más fáciles de mantener que el afeitado; llega a publicar estadísticas del departamento de investigación de Gillette que comparan la cantidad de tiempo que pasan los hombres con barba y sin barba en el ba?o cada día, que demuestran que la diferencia no es estadísticamente significativa. Randy tenía muchas objeciones a la forma en que se habían compilado esas estadísticas, pero Charlene no las aceptaba.

 

—Es contra intuitivo —dijo.

 

Charlene estaba deseosa de llegar al fondo de su argumento. Fue a San Francisco y compró varios cientos de dólares en pornografía en una boite dirigida a fetichistas del afeitado. Durante un par de semanas, Randy no podía llegar a casa por la noche sin encontrarse a Charlene tumbada frente al televisor con un enorme cuenco de palomitas y un dictáfono en la mano, mirando un vídeo que mostraba una hoja de afeitar recorriendo carne húmeda y jabonosa. Grabó algunas largas entrevistas con verdaderos fetichistas del afeitado que describieron con lujo de detalles la sensación de desnudez y vulnerabilidad que les ofrecía el afeitado, y lo erótico que era, especialmente cuando se golpeaba o zurraba en la parte recién afeitada.

 

Construyó una detallada comparación entre la iconografía de la pornografía dirigida a los fetichistas del afeitado y los anuncios de productos para el afeitado que aparecían en la televisión nacional durante los partidos de fútbol americano, y demostró que eran básicamente indistinguibles (en realidad, podías comprar cintas de vídeo piratas con los anuncios de cremas y maquinillas en los mismos lugares que vendían la pornografía directa).

 

Consiguió estadísticas sobre las variaciones raciales en el crecimiento de la barba. Los indios americanos no tenían barba, y los asiáticos apenas. Los africanos eran un caso especial porque afeitarse todos los días les provocaba dolorosos problemas en la piel. ?La capacidad de dejarse crecer una barba poblada como elección parece ser un privilegio concedido por la naturaleza sólo a los hombres blancos?, escribió.

 

Las se?ales de alarma, las luces rojas y los cláxones se dispararon al unísono en la cabeza de Randy cuando llegó a esa frase.

 

?Pero esa afirmación asume una categorización enga?osa. "Naturaleza" es un discurso construido socialmente, no una realidad objetiva [aquí aparecían muchas notas a pie de página]. Eso es aún más cierto en el caso de una "naturaleza" que concede barbas pobladas a la población específicamente minoritaria de los hombres europeos del norte. El Homo sapiens evolucionó en zonas climáticas en las que el pelo facial tenía poca utilidad práctica. El desarrollo de una rama de la especie caracterizada por machos de barbas muy pobladas es una respuesta adaptativa a los climas muy fríos. Esos climas no invadieron de forma "natural" los hábitats de los primeros humanos; más bien, los humanos invadieron las regiones geográficas donde prevalecían tales climas. Esa trasgresión geográfica fue estrictamente un acontecimiento sociocultural y por tanto todas las adaptaciones físicas a ese acontecimiento deben situarse en la misma categoría; incluyendo el desarrollo de un pelaje facial abundante.?

 

Charlene publicó los resultados de un sondeo que había organizado en el que se pedía su opinión a unos centenares de mujeres. En esencia, todas ellas decían que preferían a los hombres bien afeitados por encima de los que llevaban barba. Inmediatamente, demostró que llevar barba no era más que un elemento de un síndrome muy relacionado con el racismo y las actitudes sexistas, y con el patrón de incapacidad emocional tan a menudo lamentada por las compa?eras femeninas de los machos blancos, especialmente de aquellos orientados hacia la tecnología.

 

?El límite entre el Yo y el Ambiente es un constructo social. En las culturas occidentales se supone que tal límite es claro y definido. La barba es un signo externo de ese límite, una técnica de distanciamiento. Afeitarse la barba (o cualquier otra vellosidad corporal) es aniquilar simbólicamente el límite (esencialmente falso) que separa el Yo de lo Otro…?

 

Y así seguía. El artículo fue recibido con entusiasmo por los críticos y fue aceptado inmediatamente para su publicación en una importante revista internacional. Charlene va a presentar un trabajo relacionado en el congreso La Guerra como Texto: ?El no afeitado como significante en las películas de la Segunda Guerra Mundial.? Sólo por la calidad de su trabajo sobre las barbas, tres diferentes universidades de la Ivy League luchan por el privilegio de contratarla.

 

Randy no quiere trasladarse a la Costa Este. Peor aún, lleva una barba tupida, lo que le hace sentirse sumamente incorrecto cuando sale con ella. Le propuso a Charlene que quizá debería enviar una nota de prensa declarando que se afeita el resto del cuerpo cada día. Ella no lo consideró muy gracioso. Randy comprendió, a mitad de camino sobre el océano Pacífico, que todo el trabajo de ella era básicamente una elaborada profecía sobre el fatídico futuro de su relación.

 

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