A continuación suspira, forcejea visiblemente con varios estados emocionales extremadamente divergentes y con resignación se entrega al inevitable ejercicio de dividir esas palabras en sus raíces, que son latinas o griegas (Lawrence no presta atención, ni le importa, sólo observa fijamente la pureza de la palabra CRIPTO escrita en enormes mayúsculas).
La secuencia inicial ?19 17 17 19? es interesante. Junto con 8,19 es el segundo número más común de la lista. El 17 es sólo la mitad de común. No pueden tener cuatro vocales o cuatro consonantes en fila (a menos que las palabras sean alemanas), por tanto o el 17 es una vocal y el 19 una consonante o viceversa. Como el 19 aparece con mayor frecuencia (cuatro veces) en el mensaje, es más probable que sea una vocal en lugar del 17 (que sólo aparece dos veces). A es la vocal más común después de la E, así que si asume que el 19 es una A, obtiene:
A 17 17 A 14 20 23 E A 8 12 16 A 8 3 21
8 25 E 14 E 6 3 E 8 15 E 22 E 11
La cosa se reduce mucho, a unas meras 841941782922240000 posibles respuestas. ?Ya ha conseguido reducir el margen de soluciones m varios órdenes de magnitud!
Schoen está sudando profusamente, y está casi físicamente lanzándose a un repaso histórico de la ciencia de la CRIPTOLOGIA, como se llama la unión de la criptografía y el criptoanálisis. Habla un poco de un tipo inglés llamado Wilkins, y de un libro llamado Criptonomicón que se escribió hace unos cientos de a?os, pero (quizá porque no tiene en demasiada estima la inteligencia de su público) pasa con rapidez por las cuestiones históricas y salta de Wilkins al código ?uno es tierra, dos es mar? de Paul Reveré. Incluso hace el chiste matemático de que ésa es una de las primeras aplicaciones prácticas de la notación binaria. Lawrence resopla y bufa respetuosamente, recibiendo una mirada horrorizada del saxofonista sentado frente a él.
Al principio de la charla, Schoen mencionó que aquel mensaje estaba (en lo que evidentemente era un escenario ficticio creado para hacer interesante el ejercicio matemático a un conjunto de músicos para el que se suponía que la matemática les importaba una mierda) dirigido a un oficial naval ?ipo. Dado ese contexto, Lawrence no puede sino asumir que la primera palabra del mensaje es ATTACK. Eso significa que el 17 representa la T, el 14 la C y el 20 la K. Sustituyendo, obtiene:
A T T A C K 2 3 E A 8 12 16 A 8 3
21 8 25 E C E 6 3 E 8 15 E 22 E 11
y el resto es tan evidente que ni se molesta en escribirlo. No puede evitar ponerse en pie. Está tan emocionado que se olvida de la pierna herida y tropieza con varias mesillas de sus compa?eros, lo que causa mucho ruido.
—?Tiene algún problema, marinero? —dice uno de los oficiales de la esquina, uno que se ha molestado en vestir el uniforme.
—?Se?or! El mensaje es: ?Attack Pearl Harbor December Seven.? ?Se?or! —grita Lawrence y vuelve a sentarse. Todo su cuerpo se estremece de emoción. La adrenalina ha tomado el control de su cuerpo y mente. Podría estrangular allí mismo a veinte luchadores de sumo.
El capitán de fragata Schoen se muestra completamente impasible, excepto por un único parpadeo, muy lento. Se vuelve hacia uno de sus subordinados, que está de pie frente a la pared con las manos a la espalda, y dice:
—Déle a ése una copia del Criptonomicón. Y un escritorio… tan cerca como sea posible de la cafetera. Y ya que está en ello, por qué no asciende al hijo de puta.
Lo del ascenso resultó ser o una muestra de humor militar o una prueba más de la inestabilidad mental del capitán de fragata Schoen. Exceptuando ese peque?o detalle gracioso, la historia de Waterhouse a partir de ese punto, durante los siguientes diez meses, no es mucho más complicada que la historia de una bomba que acaba de ser lanzada desde un avión. Las barreras puestas en su camino (leer el Criptonomicón, romper el código meteorológico de las Fuerzas Aéreas Niponas, romper el Coral, el cifrado mecánico agregado naval, romper el código innominado 3A del transporte acuático del ejército nipón, romper el código del Ministerio de la Gran Asia Oriental) presentan tanta resistencia como sucesivas cubiertas de fragata fabricadas con madera comidas por los gusanos. En un par de meses está escribiendo nuevos capítulos para el Criptonomicón. La gente habla de él como si fuese un libro, pero no lo es. Básicamente es una recopilación de todos los artículos y notas que han pasado por una esquina en particular de la oficina del capitán de fragata Schoen en el periodo de más o menos dos a?os que lleva destinado en la Estación Hypo, como llaman a ese sitio [3]. Es todo lo que el capitán de fragata Schoen sabe sobre romper códigos que, a todos los efectos, es todo lo que saben los Estados Unidos de América. Podría resultar aniquilado en cualquier momento si a un conserje se le ocurriese entrar en la habitación durante unos minutos y hacer limpieza. Como comprendían esa posibilidad, los colegas del capitán de fragata Schoen entre los oficiales de la Estación Hypo habían dise?ado enérgicas medidas para evitar cualquier limpieza u operación higiénica en todo el ala del edificio que contiene la oficina del capitán de fragata Schoen. En otras palabras, saben lo suficiente para comprender que el Criptonomicón es extremadamente importante, y tienen la inteligencia suficiente para adoptar las medidas necesarias con el propósito de mantenerlo seguro. Algunos de ellos incluso lo consultan de vez en cuando, y hacen uso de su sabiduría para romper los mensajes nipones, e incluso resolver criptosistemas enteros. Pero Waterhouse es el primero que aparece que es lo suficientemente bueno como para (al principio) se?alar los errores en lo escrito por Schoen, y (pronto) reunir el contenido de la pila en algo que se parece a una obra ordenada, y (con el tiempo) a?adirle material original.