Ahora está considerando afeitarse la barba. Ya puestos, es posible que siga con la cabeza y la parte superior del cuerpo.
Tiene el hábito de caminar mucho y de forma enérgica. Para los niveles de los nazis del ejercicio físico que infestan California y Seattle, no es más que una mejora marginal con respecto a (digamos) sentarse frente a la tele fumando sin parar cigarrillos sin filtro mientras se come grasa de un tarro. Pero él ha continuado caminando con obstinación mientras sus amigos han seguido las modas del ejercicio y las han dejado. Para él se ha convertido en una cuestión de orgullo, y la verdad, no va a dejar de hacerlo sólo por vivir en Manila.
Pero cono, hace calor. Aquí estaría muy bien no tener nada de pelo.
De la desafortunada Primera Aventura Empresarial de Randy con el software de recolección de alimentos sólo salieron dos cosas buenas. Primero, le metió en el cuerpo el miedo a cualquier tipo de negocio, al menos hasta que tuviese como mínimo una vaga idea de dónde se metía. Segundo, desarrolló una amistad duradera con Avi, su antiguo compa?ero de juegos, ahora establecido en Minneapolis, que había demostrado integridad y un gran sentido del humor.
Como sugerencia de su abogado (que para entonces era uno de sus acreedores más importantes), Randy se declaró en bancarrota personal y se trasladó a la California central con Charlene. Ella había obtenido su doctorado y había conseguido un trabajo de profesora asistente en una de las Tres Hermanas. Randy se matriculó en otra de las Hermanas con la idea de conseguir un máster en astronomía. Ese hecho lo metamorfoseó en estudiante de postgrado, y los estudiantes de postgrado no existen para aprender cosas sino para aliviar a los profesores numerarios de la pesada carga de educar a la gente y realizar investigaciones.
Un mes después de su llegada, Randy resolvió algunos problemas triviales de informática para otros estudiantes de postgrado. Una semana más tarde, el jefe del departamento de astronomía lo llamó y le dijo:
—Bien, tú eres el gurú del UNIX.
Por aquella época, Randy todavía era lo suficientemente estúpido como para sentirse halagado por aquella atención, cuando en realidad esas palabras deberían haberle congelado la sangre en las venas.
Tres a?os más tarde abandonó el Departamento de Astronomía sin el diploma, y sin nada que mostrar por su trabajo excepto seiscientos dólares en la cuenta corriente y conocimientos asombrosamente amplios del UNIX. Más tarde calcularía que, según las tarifas habituales de los programadores, el departamento había extraído de él como un cuarto de millón de dólares en trabajo a cambio de un desembolso de menos de veinte mil. La única compensación era que sus conocimientos ya no parecían tan inútiles. La astronomía se había convertido en una disciplina extremadamente interconectada informáticamente, y ahora se podía controlar un telescopio desde otro continente, o en órbita, entrando comandos en un teclado, observando en tu monitor la imagen que producía.
Randy tenía ahora conocimientos soberbios en lo que se refería a redes. A?os antes, la utilidad de esos conocimientos hubiese sido limitada. Pero aquélla era la época de las aplicaciones en red, el amanecer de la World Wide Web, y la oportunidad no podría haber sido mejor.
Mientras tanto, Avi se había trasladado a San Francisco y había puesto en marcha una nueva compa?ía que iba a sacar a los juegos de rol del gueto de los frikis y a convertirlos en algo popular. Randy aceptó el puesto de jefe de tecnología. Intentó reclutar a Chester, pero éste ya había aceptado un trabajo con una compa?ía de software en Seattle. Así que se decidieron por un tipo que había trabajado para un par de compa?ías de videojuegos, y más tarde contrataron a otros tipos para la parte de hardware y comunicaciones, y consiguieron fondos suficientes para construir un prototipo utilizable. Usándolo como muestra, fueron a Hollywood y encontraron a alguien dispuesto a financiarles por valor de diez millones de dólares. Alquilaron unas instalaciones industriales en Gilroy, las llenaron de estaciones de trabajo gráficas, contrataron algunos excelentes programadores y unos cuantos artistas y empezaron a trabajar.
Seis meses más tarde, se les mencionaba a menudo entre las estrellas en ascenso de Silicon Valley, y Randy salió en una peque?a fotografía en la revista Time en un artículo sobre Siliwood, la cada vez más amplia colaboración entre Silicon Valley y Hollywood. Un a?o después, la empresa se había estrellado y quemado por completo.