Un enano de paso por la Comarca probablemente asistiría a muchas cenas en las que pomposos y aburridos hobbits dirían cosas así. Ese enano lo consideraría en general un entretenimiento. Sabría que siempre podría regresar al mundo real, mucho más vasto y complejo de lo que imaginaban esos hobbits, matar unos trolls y recordarse a sí mismo qué cosas eran realmente importantes.
Al menos, eso era lo que Randy siempre se había repetido a sí mismo. Pero en la Noche en Cuestión, no surtió efecto. En parte porque Kivistik era demasiado grande y real para ser un hobbit; probablemente tenía más influencia en el mundo real de la que Randy tendría jamás. En parte porque otro cónyuge de académica sentado a la mesa —un tipo agradable, inofensivo y aficionado a los ordenadores llamado.Ton— decidió disentir de alguna de las afirmaciones de Kivistik y fue alegremente tiroteado por su atrevimiento. La sangre flotaba en el agua.
Randy había destrozado su relación con Charlene por el deseo de tener ni?os. Los ni?os plantean cuestiones. Charlene, como todos sus amigos, no sabía manejar las cuestiones. Las cuestiones implican desacuerdos. Los desacuerdos expresados eran una forma de conflicto. El conflicto, en abierto y en público, era una forma masculina de interacción social; el cimiento de la sociedad patriarcal que producía la habitual letanía de cosas terribles. En cualquier caso, Randy decidió mostrarse patriarcal con el doctor G. E. B. Kivistik.
—?Cuántos barrios bajos se derribarán para construir la Superautopista de la Información? —preguntó Kivistik. Esa pregunta tan profunda fue recibida con meditabundos asentimientos en toda la mesa.
Jon se agitó en la silla como si Kivistik le hubiese metido un cubito de hielo por el cuello de la camisa.
—Qué significa tal cosa? —preguntó.
Jon sonreía, intentado no ser un hegemonista patriarcal amante del conflicto. Kivistik, en respuesta, levantó las cejas y miró a todos los demás, como diciendo ??Quién ha invitado a este pobre don nadie intelectual??..Ton intentó rectificar ese error táctico, mientras Randy cerraba los ojos e intentaba no hacer una mueca. Kivistik había pasado más a?os peleándose con gente realmente lista en Oxford alrededor de una mesa de lo quejón llevaba vivo.
—No hay que derribar nada. No hay nada que derribar —alegó Jon.
—Muy bien, en ese caso, lo expresaré de esta forma —dijo Kivistik magnánimo; no le importaba reducir el alcance intelectual de lo que decía en beneficio de gente como Jon—. ?Cuántas salidas conectarán los guetos del mundo con la Superautopista de la Información?
Oh, mucho más claro, parecieron pensar todos. ?Punto aclarado, Geb! Nadie miró a Jon, el paria discutidor. Jon miró indefenso a Randy, pidiéndole ayuda.
Jon era un hobbit que hacía poco había estado fuera de la Comarca, por lo que sabía que Randy era un enano. Ahora jodia la vida de Randy pidiéndole que saltase sobre la mesa, se quitase la capa y agarrase el hacha de dos hojas.
Las palabras salieron de la boca de Randy antes de que tuviese tiempo de pensárselo mejor.
—?La Superautopista de la Información no es más que una puta metáfora! ?Cono! —dijo.
Se produjo el silencio en toda la mesa mientras todos ponían un rictus al unísono. Oficialmente la cena se había estrellado. Ahora lo único que podían hacer era sujetarse los tobillos, poner las cabezas entre las rodillas y esperar a que los restos de la colisión se detuviesen.
—Eso no dice demasiado —dijo Kivistik—. Todo es una metáfora. La palabra ?tenedor? es una metáfora para este objeto —sostuvo un tenedor—. Todo discurso se construye sobre metáforas.
—Eso no es excusa para usar malas metáforas —dijo Randy.
—?Mala? ?Mala? ?Quién decide qué es malo? —dijo Kivistik, imitando a un estudiante de párpados caídos respirando por la boca. Se produjeron algunas risitas dispersas por parte de aquellos desesperados por aliviar la tensión.
Randy sabía a dónde se dirigía. Kivistik había ido por el habitual as en la manga académico: todo es relativo, es sólo cuestión de perspectivas diferentes. La gente había empezado a recuperar sus peque?as conversaciones privadas, pensando que el conflicto había pasado, cuando Randy sorprendió a todos diciendo:
—?Quién decide qué es malo? Yo lo decido.
Incluso el doctor G. E. B. Kivistik se quedó perplejo. No estaba seguro de si Randy no estaría bromeando.
—?Perdóneme?
Randy no tenía demasiada prisa en continuar. Aprovechó la oportunidad para reclinarse con comodidad, estirarse y tomar un sorbo de vino. Se sentía bien.
—Más o menos es así-dijo—. He leído su libro. Le he visto en televisión. Le he escuchado esta noche. Yo personalmente tecleé la lista de sus credenciales cuando preparaba el material de prensa de la conferencia. Por tanto, sé que no está cualificado para sostener una opinión sobre asuntos técnicos.
—Oh —Kivistik fingió confusión—, no me había dado cuenta de que era preciso estar cualificado.
—Creo que está claro —dijo Randy—, que si se es un ignorante en un área en particular, su opinión no tiene el más mínimo valor. Si estoy enfermo, no le pido consejo a un fontanero. Voy a un médico. De igual forma, si tengo una pregunta sobre Internet, buscaré la opinión de gente que conozca el tema.
—Es curioso como todos los tecnócratas parecen estar a favor de Internet-dijo Kivistik con alegría, obteniendo algunas risas más de la multitud.
—Acaba de hacer una afirmación que se puede demostrar que no es cierta —dijo Randy con total amabilidad—. Muchos expertos en Internet han escrito libros bien razonados criticándola duramente.
Kivistik se estaba, por fin, empezando a cabrear. Había desaparecido toda alegría.
—Por tanto —siguió diciendo Randy—, para volver al principio, Superautopista de la Información es una metáfora para Internet, porque lo digo yo. Debe haber un millar de personas en todo el mundo que sepan tanto de Internet como yo. Conozco a muchas de esas personas, y ninguna de ellas se toma esa metáfora en serio. Q.E.D.