El Código Enigma

Para cuando Randy pudo librarse de esa conversación, la cabeza le daba vueltas. Había llegado con una visión de la realidad y había sufrido el desafío radical por parte de otra claramente absurda; pero al cabo de una hora de intimidación por parte de Andrew empezaba a dudar de sí mismo. Después de dos o tres noches sin dormir, decidió cancelar todo el asunto. Unos pocos cientos de dólares no valían toda aquella agonía.

 

Pero Andrew (que para entonces estaba representado por un asociado del bufete de su padre en Santa Bárbara) se opuso con vehemencia. él y Randy habían, según el abogado, creado conjuntamente algo con valor económico, y la incapacidad de Randy para venderlo al valor de mercado equivalía a robarle el dinero del bolsillo a Andrew. Se había convertido en una pesadilla increíble digna de Kafka, y Randy sólo podía retirarse a una mesa en la esquina de su pub favorito, beber jarras de cerveza negra (normalmente en compa?ía de Chester) y observar cómo se desarrollaba aquel fantástico psicodrama. Ahora comprendía que había tropezado con la peligrosa extravagancia de la familia de Andrew. Resultaba que los padres de Andrew se habían divorciado hacía mucho tiempo, y habían luchado ferozmente por su custodia, su único hijo. Mamá se había vuelto hippie y se había unido a un culto religioso en Oregón, llevándose a Andrew con ella. Se rumoreaba que esa secta se dedicaba a abusar sexualmente de los ni?os. Papá había contratado a detectives privados para secuestrar a Andrew y traerlo de vuelta. A continuación, lo había obsequiado con posesiones materiales para demostrarle que él lo quería más. Luego se había producido una interminable batalla legal en la que papá había contratado a algunos psicoterapeutas marginales para hipnotizar a Andrew y recuperar recuerdos reprimidos de horrores inexpresables e improbables.

 

ése era sólo el sumario ejecutivo de una extra?a vida que Randy fue descubriendo poco a poco a lo largo de los a?os siguientes. Más tarde, llegó a la conclusión de que la vida de Andrew era fractalmente extra?a. Es decir, se podía tomar una parte peque?a de ella, y al examinarla en detalle resultaría ser tan complicada y extra?a como el todo. En todo caso, Randy se había metido en esa vida y estaba rodeado de su peculiaridad. Uno de los jóvenes ansiosos del bufete del padre de Andrew decidió, como movimiento preventivo, obtener copias de todos los archivos informáticos de Randy, que seguían almacenados en el sistema informático de la UW. No hace falta decir que lo hizo de la forma más torpe posible, y cuando el departamento legal de la universidad comenzó a recibir sus ariscas cartas, respondió informando al abogado de Andrew y a Randy de que cualquiera que usase el sistema informático de la universidad para crear un producto comercial debía compartir los beneficios con la universidad. De esa forma, Randy recibía cartas amenazadoras no de uno sino de dos grupos de temibles abogados. A continuación Andrew amenazó con demandarle por haber cometido ese error, ?que había reducido a la mitad el valor de la parte de Andrew!

 

Al final, sólo para poder salir con bien de todo aquello, Randy tuvo que contratar a su propio abogado. El coste final para él estuvo ligeramente por encima de los cinco mil dólares. El programa nunca llegó a venderse, y tampoco hubiese sido posible venderlo: para entonces estaba tan legalmente enmara?ado que hubiese sido como intentar vender a alguien un Volkswagen corroído que hubiese sido desmontado y sus partes escondidas en el interior de jaulas de perros de ataque en diferentes zonas del planeta.

 

Fue la única ocasión en su vida en la que consideró el suicidio. No lo pensó demasiado en serio, o durante mucho tiempo, pero sí que lo pensó.

 

Cuando todo pasó, Avi le envió una carta escrita a mano que decía: ?Disfruté mucho haciendo negocios contigo y espero tener la oportunidad de continuar con nuestra relación, tanto como amigos y, si se presenta la oportunidad, como socios creativos.?

 

 

 

 

 

índigo

 

 

 

 

Lawrence Pritchard Waterhouse y el resto de la banda se encuentran una ma?ana sobre la cubierta del Nevada, tocando el himno nacional y contemplando cómo las Barras y Estrellas suben por el asta, cuando se sobresaltan al encontrarse en medio de ciento noventa aeroplanos de dise?o no demasiado familiar. Algunos de ellos vuelan bajo, moviéndose rasantes, y otros están en lo alto, descendiendo casi en línea recta. Estos últimos van tan rápido que parecen estar deshaciéndose: caen peque?os trozos. Se trata de una escena atroz, algún ejercicio de entrenamiento está saliendo deprimentemente mal. Pero salen de las trayectorias suicidas con tiempo de sobra. Los trozos que se han caído descienden con suavidad y determinación, sin dar volteretas o revolotear como harían los restos. Están por todas partes. De forma perversa, todos parecen dirigirse a los buques amarrados. Es increíblemente peligroso, ?podrían darle a alguien! Lawrence se siente indignado.

 

En uno de los barcos situados al fondo se produce un fenómeno de corta vida. Lawrence se da la vuelta para mirar. Es la primera explosión de verdad que ha visto en su vida, así que le lleva algo de tiempo reconocerla como tal. Puede tocar los movimientos más difíciles de xilófono con los ojos cerrados, y The Star Spangled Banner es mucho más fácil de tocar que de cantar.

 

Sus ojos se centran, no en la fuente de la explosión, sino en un par de aeroplanos que se dirigen directamente hacia ellos, casi rozando el agua. Cada uno de ellos deja caer un largo huevo delgaducho y a continuación sus colas se mueven apreciablemente, viran hacia arriba y pasan por encima de sus cabezas. El sol naciente ilumina directamente el interior de las carlingas. Lawrence puede mirar de frente a los ojos de uno de los pilotos. Percibe que parece ser algún tipo de caballero asiático.

 

Se trata de un ejercicio de entrenamiento increíblemente realista, incluso hasta el punto de emplear pilotos étnicamente correctos, y hacer detonar explosiones falsas en los buques. Lawrence lo aprueba de todo corazón. Las cosas se habían relajado un poco últimamente.

 

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