El Código Enigma

Todo aquello sucedió incluso antes de que comenzase el congreso. Randy estaba al corriente sólo porque Charlene le había puesto contra las cuerdas para que ofreciese infraestructura informática para el congreso, lo que significaba montar una sede web y acceso de correo electrónico para los asistentes. Cuando todo aquello se supo, los correos empezaron a llegar en torrente, y pronto bloquearon todas las líneas y llenaron toda la capacidad de disco que Randy había tardado meses en montar.

 

Los conferenciantes empezaron a llegar. Y muchos de ellos parecía que habían decidido acomodarse en la casa donde Randy y Charlene habían estado viviendo juntos durante siete a?os. Se trataba de una vieja casa victoriana con mucho espacio. Llegaron desde Heidelberg, París, Berkeley y Boston, y se sentaron a la mesa de la cocina de Randy y Charlene, bebiendo café y hablando durante horas sobre el Espectáculo. Randy infería que el Espectáculo se refería al escándalo del pós-ter, pero a medida que lo discutían, comenzó a sentir que no empleaban la palabra en su sentido convencional sino como parte de la jerga académica; que conllevaba gran cantidad de grises y connotaciones, ninguna de las cuales Randy llegaría a comprender a menos que se convirtiese en uno de ellos.

 

Para Charlene, y para todos los asistentes a ?La Guerra como Texto?, era una verdad evidente que el veterano que había presentado la demanda pertenecía a la peor especie de ser humano: justo el tipo de ser humano por el que se habían reunido, para desmitificarlo, quemar su efigie y tirar las cenizas al contenedor del discurso poshistórico. Randy había pasado mucho tiempo cerca de esa gente, y creía haberse acostumbrado a ellos, pero durante esos días tenía un dolor de cabeza constante de tanto mantener los dientes apretados, y continuamente se ponía en pie de un salto en medio de las comidas o las conversaciones y salía a dar paseos solitarios. En parte era para evitar decir algo poco diplomático, y en parte una táctica infantil e infructuosa para llamar la atención que deseaba de Charlene.

 

Sabía desde el principio que toda la saga del póster iba a ser un desastre. Continuamente prevenía a Charlene y a los otros. Le escuchaban con frialdad, con atención clínica, como si Randy fuese un sujeto de investigación situado en el lado incorrecto de un cristal de observación.

 

Randy se obliga a permanecer despierto el tiempo suficiente para que se haga de noche. Luego se tiende en la cama durante unas horas intentando dormir. El puerto de contenedores está justo al norte del hotel, y durante toda la noche, el Boulevard Rizal, a lo largo de la base de la antigua muralla espa?ola, resulta abarrotado de un lado a otro por vehículos de transporte de contenedores. Toda la ciudad es un caldero de combustión interna. Manila parece tener más émbolos y tubos de escape que todo el resto del mundo junto. Incluso a las dos de la ma?ana la masa aparentemente firme del hotel ronronea y vibra por efecto de la energía sísmica que surge de todos esos motores. El ruido hace saltar las alarmas de coches en el aparcamiento del hotel. El ruido de una alarma hace saltar otra, y así en cadena. No es tanto el ruido como la insensata estupidez de la reacción en cadena lo que mantiene a Randy despierto. Es una lección perfecta: el tipo de jodienda efecto bola de nieve tecnológica que mantiene a los hackers despiertos incluso cuando no pueden oír los resultados.

 

Abre una Heineken del minibar y se sitúa frente a la ventana, observando. Muchos de los camiones están adornados con brillantes despliegues de luces multicolores, no tan ostentosas como las de los típicos jeepneys filipinos que corretean y compiten entre ellos. Ver a tanta gente despierta y trabajando hace que resulte imposible dormir.

 

Sufre demasiado desajuste horario para hacer nada que exija pensar, pero hay una tarea importante que sí puede hacer, que no requiere pensar para nada. Vuelve a encender el portátil. Parece levitar en el centro de la habitación oscura, la pantalla convertida en un rectángulo perfecto de luz del color de la leche diluida, de un amanecer nórdico. La luz tiene su origen en peque?os tubos fluorescentes aprisionados en el ataúd de policarbonato de la pantalla del ordenador. Sólo puede escapar a través de una superficie de vidrio, frente a Randy, completamente cubierta de peque?os transistores dispuestos en una rejilla que permite el paso de los fotones, o no, o sólo permite el paso de aquellos con cierta longitud de onda, convirtiendo la pálida luz en colores. Activando y desactivando esos transistores según un plan sistemático, Randy Waterhouse recibe información. Un buen director de cine podría presentar toda una historia a Randy, tomando el control de esos transistores durante un par de horas.

 

Por desgracia, hay más portátiles flotando por ahí que directores a los que valga la pena prestar atención. Los transistores casi nunca caen en manos de seres humanos. En lugar de eso, los controla el software. Antes Randy estaba fascinado por el software, pero ya no. Ya es bastante difícil encontrar seres humanos interesantes.

 

Aparecen la pirámide y el ojo. Randy pasa tanto tiempo usando Ordo que ha hecho que la máquina lo arranque al empezar.

 

Hoy en día el portátil sólo tiene un propósito para Randy: lo usa para comunicarse con otra gente por medio del correo electrónico. Cuando se comunica con Avi debe emplear Ordo, que es una herramienta para recoger sus ideas y convertirlas en bits que son casi indistinguibles del ruido blanco, para poder enviárselos a Avi en privado. A cambio, recibe ruido de Avi que convierte en los pensamientos de Avi.

 

En estos momentos, Epiphyte no tiene más recursos que la información; no es más que una idea con algunos hechos y datos para sustentarla. Eso la convierte en fácilmente hurtable. Por tanto, lo del cifrado es una buena idea. La pregunta es: ?qué nivel de paranoia es realmente el apropiado?

 

Avi le envió un mensaje de correo cifrado:

 

Cuando llegues a Manila me gustarla que generases un par clave de 4096 bits y lo guardes en un disco floppy que lleves encima todo el tiempo. No la conserves en tu disco duro. Cualquiera podría entrar en tu habitación cuando no estés y robar la clave.

 

Ahora Randy despliega un menú y elige el elemento etiquetado como ?Nueva clave…?.

 

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