—?Con todos los respetos le pido permiso para limpiarle las botas, sargento!
Frick no es, ni siquiera cuando está sobrio, el tipo más rápido del mundo, y es más que evidente, basta con mirarle a las pupilas, que tanto él como sus compa?eros han subido algo de opio a bordo.
—Bien, yo, supongo que sí —dice.
Mira a su grupo de quejicas, que se muestran confundidos y divertidos. Se quita las botas. Bobby Shaftoe coge aquel vergonzoso calzado y vuelve un poco más tarde trayéndolo resplandeciente. Para entonces, Frick se ha animado.
—Bien, esas botas tienen muy buen aspecto, cabo Shaftoe —dice con voz ostentosa—. Que me aspen si no eres tan bueno abrillantando zapatos como lo era mi coolie.
Al apagarse las luces, Frick y su camarilla descubren que les han ?hecho la cama?. Durante la noche se producen otras bromas bastante más brutas. Uno de ellos sufre un ataque en su litera y le dan una paliza; los atacantes no se identifican. A la ma?ana siguiente suena el aviso de inspección sorpresa y les sacan de la cama maldiciendo. La camarilla del ?se han vuelto asiáticos? pasa la mayor parte del día formando un grupo, vigilándose mutuamente las espaldas.
Como a mediodía, finalmente entra en la cabeza de Frick la idea de que todo aquello ha sido iniciado por el gesto de Shaftoe, y que Shaftoe sabía, desde el primer momento, lo que iba a suceder. Así que llama a Bobby Shaftoe a cubierta e intenta arrojarlo por la borda.
A Shaftoe lo avisa en el último momento uno de sus camaradas y gira lo justo para evitar el ataque de Frick. Frick rebota en la baranda, vira e intenta agarrar los cojones de Shaftoe. Shaftoe le mete un dedo en un ojo, lo que inmediatamente le pone firme. Se separan. Habiéndose terminado las formalidades iniciales; adoptan las posturas de boxeo.
Frick y Shaftoe boxean durante unos asaltos. Se reúne una larga multitud de marines. Para la mayoría de ellos, Frick va ganando. Frick siempre ha tenido muy pocas luces, y ahora está enloquecido, pero sabe cómo moverse por el cuadrilátero, y supera a Shaftoe en veinte kilos.
Shaftoe lo aguanta hasta que Frick le da un buen golpe en la boca y le deja un labio sangrando.
—?A cuánto estamos de Manila? —aúlla Shaftoe. La pregunta, como es habitual, confunde y desconcierta al sargento Frick, e incluso le hace ponerse recto durante un momento.
—Dos días —le contesta uno de los oficiales del buque.
—Maldita sea —dice Bobby Shaftoe—. ?Cómo voy a besar a mi chica con un labio hinchado?
Frick le responde:
—Tendrá que buscar una más barata.
Con eso le basta. Shaftoe agacha la cabeza y carga contra Frick, aullando como un ?ipo. Antes de que Frick tenga tiempo de pensar, Bobby Shaftoe lo tiene atrapado en una de esas llaves nipo que Goto Dengo le ha ense?ado en Shanghai. Va subiendo por el cuerpo de Frick hasta golpearle la nuez y luego aprieta hasta que los labios del sargento Frick se vuelven del color de una concha de ostra. A continuación cuelga a Frick de la baranda, sosteniéndole cabeza abajo por los talones, hasta que Frick se recupera lo suficiente para gritar:
—?Me rindo!
Se organiza con rapidez un acto disciplinario. A Shaftoe se le encuentra culpable de mostrarse cortés (al limpiarle las botas a Frick) y defender la vida de un marine (la suya propia) de un atacante enloquecido. El atacante enloquecido va directamente a la jaula. A las pocas horas, los ruidos de Frick hacen que todos los marines sepan cómo es el síndrome de abstinencia del opio.
Por lo tanto, el sargento Frick no llega a ver la entrada en la bahía de Manila. Shaftoe casi siente pena por el pobre cabrón.
Durante todo el día la isla de Luzón permanece a babor, una masa negra apenas visible entre la neblina, con vislumbres fugaces de palmeras y playas en la parte baja. Todos los marines ya han estado allí por lo que pueden distinguir la Cordillera Central al norte, y más tarde las monta?as Zamabales, que acaban descendiendo para unirse al mar en la bahía de Subic. Subic da pie a un aluvión de anécdotas picantes. El barco no se detiene ahí, sino que continua en dirección sur bordeando Batan, virando para entrar en la bahía de Manila. El barco apesta a betún, polvos de talco y loción para después del afeitado; puede que el Cuarto Regimiento de Marines se halle especializado en ir de apuestas y abusar del opio, pero siempre se les ha conocido como los marines de mejor aspecto de todo el cuerpo.
Pasan frente a Corregidor. Una isla con la forma de una gota de agua sobre una bota encerada, de suave redondez en medio pero deslizándose en pendiente hacia el agua. Tiene una cola larga, delgada y seca que se extiende a un extremo. Los marines saben que la isla está acribillada de túneles y erizada de temibles ca?ones, pero la única se?al de esas fortificaciones es el conjunto de barracones de cemento en lo alto de las colinas, que sirven de hogar a los hombres que se ocupan de las armas. Una mara?a de antenas se eleva por encima de Topside. Para Shaftoe tienen una forma familiar, porque muchas de esas mismas antenas se elevaban sobre la Estación Alfa en Shanghai, y él mismo tuvo que desmontarlas y subirlas a un camión.