El Código Enigma

Shaftoe no era un boxeador. Era un luchador. Se trataba de su punto de ventaja. Los otros marines adoptaban sus posturas e intentaban luchar —al estilo del marqués de Queenberry— lo que no era mucho frente a los hachazos-tortazos. Shaftoe no se hacía ilusiones sobre su estilo de boxeo, así que bajaba la cabeza y cargaba como un toro, de camino recibía un par de golpes en la cara, pero normalmente conseguía agarrar con fuerza a su oponente y lo llevaba al suelo. Por lo general, eso sacudía tanto al nipo que Shaftoe podía atraparlo en un a full-nel-son o una hammeríock y hacerle gritar de dolor.

 

Los tipos que le llevaban al exterior fueron atacados por marines en cuanto salieron por la puerta. Shaftoe se encontró enfrentándose a un oponente que era al menos tan alto como él, lo que era raro. Además, también tenía buena constitución. No era para nada como un luchador de sumo, sino más bien como un jugador de rugby… un delantero con algo de barriga. Era un hijo de puta fuerte, y Shaftoe supo de inmediato que le esperaba una buena paliza. El tipo tenía un estilo de lucha diferente al americano, que (como Shaftoe descubrió por las malas) incluía algunos movimientos ilegales: estrangulamiento parcial y potentes golpes cortos a los centros nerviosos más importantes. La separación entre la mente y el cuerpo de Shaftoe, ya ampliada por el alcohol, se abrió definitivamente hasta convertirse en un abismo ante esas técnicas. Acabó tendido en la acera, indefenso y paralizado, mirando el rostro regordete de su oponente. Se trataba (vio) del mismo tipo que había estado leyendo poesía al fondo del local. Para ser un poeta, era muy buen luchador. O quizá viceversa.

 

—No es ?alga marina? —dijo el enorme nipo. En la cara tenía la expresión de un escolar travieso al que la travesura le estuviese saliendo bien—. ?Quizá la palabra en tu idioma sea ?calabaza?? —Y a continuación se dio la vuelta y volvió a entrar en el restaurante.

 

?Vaya una leyenda! Lo que ninguno de los otros marines sabía era que aquel no iba a ser el último encuentro entre Bobby Shaftoe y Goto Dengo. El incidente dejó a Shaftoe con un montón de insistentes preguntas sobre temas tan diversos como las algas marinas, la poesía y los hachazos-tortazos. Después del incidente buscó a Goto Dengo, lo que no fue difícil; se limitó a pagarle a un chico chino para que siguiese al llamativo nipo por toda la ciudad y le diese informes diarios. Por ellos supo que Goto Dengo y algunos de sus camaradas se reunían todas las ma?anas en cierto parque para practicar sus hachazos-tortazos. Después de asegurarse de tener en orden el testamento y escribir una última carta a sus padres y hermanos en Oconomowoc, Shaftoe fue al parque cierta ma?ana, volvió a presentarse al sorprendido Goto Dengo y llegó a un acuerdo para servir de saco de arena humano. Sus habilidades para la defensa personal les parecieron hilarantemente primitivas pero admiraron su resistencia, y por tanto, por el módico precio de algunos dedos y costillas rotos, Bobby Shaftoe recibió un curso preliminar en el estilo particular de hachazo-tortazo preferido de Goto Dengo, que se llama judo. Con el tiempo, la cosa incluso llevó a un par de encuentros sociales en bares y restaurantes, en los que Shaftoe aprendió a reconocer cuatro tipos de algas marinas, tres tipos de huevas y varios estilos de poesía nipona. Claro está, no tenía ni idea de qué co?o decían, pero sabía contar sílabas, lo que, por lo que podía comprender, era todo lo necesario para apreciar la poesía nipona.

 

Aunque no es que esos conocimientos —o cualquier otra cosa que pudiese aprender sobre su cultura— vayan a serle de utilidad ahora, cuando muy pronto su trabajo consistirá en matarlos.

 

A cambio, Shaftoe ense?ó a Goto Dengo a no lanzar como una chica. Muchos nipos son buenos jugadores de béisbol por lo que era gracioso, incluso para ellos, ver como su enorme amigo lanzaba con tan poca eficacia contra un bate. Pero fue Shaftoe el que ense?ó a Goto Dengo a ponerse de lado, girar los hombros y lanzar. Ha prestado mucha atención durante el pasado a?o a los progresos del ?ipo, y quizá por eso la imagen de Goto Dengo plantando los pies en los bloques de piedra del Bund, retirando el brazo, lanzando la granada envuelta en una cinta, acertando mientras permanece sobre un solo pie metido en una bota militar, permanece en la mente de Shaftoe de camino a Manila y más lejos.

 

A un par de días de viaje se hace evidente que el sargento Fnck se ha olvidado de cómo se limpian las botas. Cada noche las deja junto a la litera, como si esperase que un coolie viniese por la noche a limpiarlas. Cada ma?ana se despierta para encontrárselas todavía peor que antes. Después de unos días, comienza a recibir reprimendas de lo Más Alto, y empieza a tener muchos turnos de pelar patatas.

 

Ahora bien, esto por sí sólo sería perdonable. Por amor de Dios, Frick comenzó su carrera manteniendo alejados a los bandoleros de los trenes correo en High Chaparral. En 1927 lo enviaron a Shanghai sin previo aviso, y sin duda tuvo que demostrar algo de capacidad de adaptación. Vale. Y ahora se encuentra en este deprimente crucero anterior a la Gran Guerra, y es un poco duro para él. Pero no lo acepta con la dignidad que los marines exigen a los marines. Se queja. Se deja humillar. Se enfada. Muchos otros de los marines de China ven las cosas de esa forma.

 

Un día, Bobby Shaftoe se encuentra en la cubierta del destructor lanzando la siempre fiable pelota de béisbol con dos de los chicos cuando ve a algunos de los veteranos reuniéndose como una masa viscosa humana en la cubierta. Por las expresiones y los gestos comprende que se están quejando.

 

Shaftoe oye como dos miembros de la tripulación hablan:

 

—?Qué demonios pasa con estos marines? —dice uno de ellos.

 

El otro mueve la cabeza con tristeza, como un médico que acabase de ver que los globos oculares de un paciente dan vueltas en sus cuencas.

 

—Esos pobres cabrones se han vuelto asiáticos —dice.

 

Y se vuelven para mirar a Shaftoe.

 

Esa noche, en el comedor, Bobby Shaftoe traga la comida a toda prisa, y a continuación se pone en pie y se dirige a donde están reunidos los marines veteranos.

 

—?Le pido perdón, sargento! —grita—. ?Le pido permiso para limpiarle las botas, sargento!

 

Frick se queda boquiabierto, dejando al descubierto un trozo de carne medio masticado.

 

—?Qué ha dicho, cabo?

 

Todo el comedor está en silencio.

 

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