Cualquier ilusión de que pudiese ser una broma se evaporó cuando vio la cantidad de armamento que les habían asignado. Shaftoe ha descubierto que, para tratarse de una organización dedicada a disparar y volar gente a gran escala, los militares son exasperantemente reticentes a dar armas. Y la mayor parte de las armas que entregan son una mierda. Es por esa razón que los marines consideran necesario desde hace tiempo traerse sus propias armas de casa: ?el Cuerpo quiere que maten gente pero no les da el material necesario!
Pero el Destacamento 2702 es completamente diferente. ?Incluso los soldados llevan Winchester Trench Brooms! Y por si eso no le llamaba la atención, las cápsulas de cianuro vaya si lo hacían. Y la lección de Chattan sobre la forma correcta de volarte la cabeza (?les sorprendería saber cuantos tipos por lo demás competentes estropean un procedimiento aparentemente tan simple?).
Ahora Shaftoe comprende que hay un codicilo implícito en las órdenes de Chattan: ?ah, sí, y si alguno de los italianos, que realmente viven en Italia, y que dirigen el país, y que son fascistas y están en guerra con nosotros… si cualquiera de ellos nota vuestra presencia y, por cualquier razón, tiene objeciones a vuestro plan, sea lo que co?o sea, entonces matadlos. Y si eso no sale bien, por favor, por lo que más queráis, mataos vosotros, porque probablemente lo hagáis de forma menos dolorosa que los fascistas. ?No olvidéis la loción solar protectora!?
En realidad, a Shaftoe no le preocupa esta misión. Ciertamente no es peor que Guadalcanal. Lo que le molesta (decide, poniéndose cómodo sobre los sacos de basura misteriosa, mirando por una raja entre las lonas) es no comprender su propósito.
Puede que el resto de la patrulla esté muerto, o puede que no; le parece que puede oír a algunos gritando, pero no es fácil tenerlo claro entre el sonido de las olas y el incansable repiqueteo de la ametralladora. Luego comprende que algunos deben seguir con vida o los nipos no seguirían disparando.
Shaftoe sabe que está más cerca de la ametralladora que cualquiera de sus compa?eros. Es el único que tiene una posibilidad.
Es en ese momento cuando Shaftoe toma su Gran Decisión. Le resulta sorprendentemente fácil… pero claro, las decisiones realmente estúpidas son siempre las más fáciles.
Se arrastra junto al tronco hasta el punto que está más cerca de la ametralladora. Luego respira un par de veces, se pone en cuclillas ?y salta sobre el tronco! Ahora ve con claridad la entrada de la cueva, el destello en forma de cometa de la ametralladora, teselado por la rejilla metálica de la red que Jian colocado para rechazar las granadas lanzadas en su dirección.
Todo está extraordinariamente claro. Shaftoe mira la playa y ve cadáveres.
De pronto comprende que no están disparando la ametralladora porque queden algunos de sus compa?eros con vida, sino para emplear toda la munición sobrante y no tener que llevársela. Shaftoe es un soldado de batalla y lo comprende.
A continuación el ca?ón se dirige hacia él… le han visto. Está a la vista, totalmente expuesto. Puede entrar en el follaje de la jungla, pero la barrerán con fuego hasta que esté muerto. Bobby Shaftoe planta los pies, dirige el.45 hacia la cueva y comienza a apretar el gatillo. El tambor de la ametralladora le está apuntando.
Pero no dispara.
El.45 hace un clic. Está vacío. El silencio es total, exceptuando las olas, y los gritos. Shaftoe se guarda el.45 y saca el revólver.
No reconoce la voz que grita. No es uno de sus compa?eros.
Un marine imperial nipón salta de la boca de la cueva, por encima del nivel de la cabeza de Shaftoe. La pupila del ojo derecho de Shaftoe, la mira del revólver y ese nipo quedan alineados brevemente durante un momento, durante el cual Shaftoe aprieta el gatillo un par de veces y casi con toda seguridad da en el blanco.
El marine imperial queda atrapado en la red y cae al suelo frente a él.
Un segundo nipo sale de la cueva un momento más tarde, gru?endo de forma incoherente, aparentemente estupefacto por el terror. Cae mal y se rompe una de las piernas; Shaftoe oye cómo se parte. En cualquier caso, el nipo comienza a correr hacia el agua, cojeando grotescamente sobre la pierna mala. Ignora a Shaftoe por completo. Sangra horriblemente por el cuello y el hombro, y algunos trozos de carne se desprenden mientras corre.
Bobby Shaftoe enfunda el revólver. Debería llevarse el rifle al hombro y cargarse al tipo, pero está demasiado confundido para hacer nada por el momento.
Algo rojo parpadea en la entrada de la cueva. Mira en esa dirección y no ve nada lo suficientemente claro como para registrarlo frente al ensordecedor ruido visual de la jungla.
Luego ve cómo el destello de rojo aparece y desaparece de nuevo. Tenía la forma de una Y afilada. Tenía la forma de la lengua bífida de un reptil.
A continuación una porción móvil de jungla viva explota en la entrada de la cueva y cae sobre el follaje. Las partes altas de las plantas se agitan y caen mientras la cosa se mueve.
Está libre por la playa. Se pega mucho al suelo, caminando a cuatro patas. Se detiene un momento y lanza la lengua en dirección al marine imperial que ahora se dirige cojeando hacia el océano Pacífico a unos cincuenta pies de distancia. La arena salta por el aire, como el humo de las ruedas de un coche de carreras, y el lagarto vuela sobre la playa. Cubre la distancia hasta el marine imperial en uno, dos, tres segundos, le da en las rodillas, le hace caer contra las olas. A continuación el lagarto arrastra al nipo muerto hacia la tierra. Lo tiende entre los americanos muertos, camina a su alrededor un par de veces, lanzando la lengua, y al final empieza a comérselo.
—?Sargento! ?Ya estamos aquí! —dice el soldado Flanagan. Incluso antes de despertarse, Bobby Shaftoe nota que Flanagan está hablando en un tono de voz normal y que no suena asustado ni alterado. ?Aquí? no debe ser un lugar peligroso. Nadie les está atacando.
Shaftoe abre los ojos justo cuando retiran la lona de la parte abierta del camión. Mira directamente el azul cielo italiano enmarcado por las ramas retorcidas de árboles desesperados.
—?Mierda! —dice.
—?Qué pasa, sargento?