Luego comprende, con algo de desilusión, que si la Puta tiene medio cerebro en la cabeza, estará al otro lado de la isla, en la base naval.
—?Quién es el desdichado? —pregunta Waterhouse. Se?ala una esquina de la estatua, donde un perdedor flacucho y oprimido, portando un collarín de hierro al cuello y una cadena que cuelga, tiembla y se encoge ante la carnicería impuesta por los fornidos machotes de Qwghlmia. Waterhouse ya conoce la respuesta, pero no puede resistirse a hacer la pregunta.
—?Hakh! —le suelta el taxista, como si estuviese expectorando flema—. Sólo puedo suponer que era de Qwghlm Interior.
—Claro.
El intercambio parece haber provocado al conductor un humor resentido y vengativo que sólo puede calmarse conduciendo muy deprisa. Debe haber como una docena o más de curvas pronuncias en la carretera que lleva al Castillo, cada una de ellas esmaltada de hielo negro y cargada de peligros mortales. Waterhouse se alegra de no ir caminando, pero las curvas y los patinazos del taxi reavivan su mareo.
—?Hakh! —dice el conductor, cuando ha recorrido tres cuartos del camino y ha habido silencio durante varios minutos—. Prácticamente le pusieron una alfombra roja a los romanos. Se abrieron de patas para los vikingos. ?Probablemente a estas alturas sean alemanes!
—Hablando de bilis —dice Waterhouse—. Necesito que se haga a un lado de la carretera. Seguiré caminando desde aquí.
El conductor se sorprende y se molesta, pero cede cuando Waterhouse le explica que la alternativa es una larga y profunda limpieza de la tapicería. él conductor incluso lleva a Petate hasta lo alto del sghr y lo deja allí.
El Destacamento 2702 llega al Castillo como quince minutos más tarde en la persona de Lawrence Pritchard Waterhouse, marine de los Estados Unidos, que ejerce de avanzadilla. El paseo le sirve para perfilar su historia y meterse en el personaje. Chattan le ha advertido que habrá criados y que éstos ven cosas, y hablan. Sería mucho más conveniente limitarse a enviar a los criados a otra parte, pero sería descortés para con el duque.
—Tendrá —le dijo Chattan— que inventarse un modus vivendi. —Una vez que Waterhouse hubo consultado el término, estuvo de acuerdo de todo corazón.
El castillo es un montículo de escombros del tama?o del Pentágono. A sotavento han colocado un tejado funcional, cableado eléctrico y otros adornos como puertas y ventanas. En esa zona, que es todo lo que Waterhouse consigue ver la primera tarde y noche, puedes olvidarte de que estás en Qwghlm Exterior y fingir que te encuentras en un lugar más verde y cálido, como las Tierras Altas de Escocia.
A la ma?ana siguiente, acompa?ado por el mayordomo, Ghnxh, se aventura por otras partes del edificio y le encanta descubrir que no puedes llegar hasta ellas sin salir al exterior; los pasillos de conexión internos han sido bloqueados con mortero para frenar la migración estacional de los skrrghs (pronunciado de forma similar a ?eskerris?), los mamíferos juguetones de ojos brillantes y larga cola que son las mascotas de las islas. Esa compartimentalización, aunque incómoda, será perfecta para la seguridad.
Tanto Waterhouse como Ghnxh están rodeados de capas y capas de genuina lana de Qwghlm, y éste último carga con la LUCIFER GALVáNICA. La Lucifer Galvánica tiene un dise?o antiguo. Ghnxh, que tiene ya como un centenar de a?os, no puede más que sonreír con condescendencia ante la linterna de la Marina norteamericana que lleva Waterhouse. Con el tono de voz sotto voce que uno emplearía para corregir una inmensa metedura de pata social, le explica que la lucifer galvánica tiene un dise?o tan superior que cualquier referencia posterior a la linterna de la Marina sólo serviría para avergonzar a todos los implicados. Guía a Waterhouse a una habitación especial tras la habitación tras la habitación tras la habitación tras la despensa, una habitación que existe únicamente para el mantenimiento de la lucifer galvánica y el almacenamiento de sus piezas y suministros. El corazón del ingenio es una jarra esférica de vidrio soplado comparable en volumen a una jarra de un galón. Ghnxh, quien sufre de un caso bastante avanzado de hipotermia o parkinson, mete un embudo de vidrio por el cuello de la jarra. Luego coge un garrafón de vidrio de un estante. El garrafón, que lleva la etiqueta de AGUA REGIA, está lleno de un líquido explosivo de color naranja. Quita la tapa de vidrio, lo abraza y lo inclina para que el fluido naranja comience a caer en el embudo y dentro de la jarra. Allí donde salpica sobre la mesa, sale algo muy similar al humo mientras come un agujero como otros miles de agujeros que ya hay en la mesa. Los vapores llegan hasta los pulmones de Waterhouse; son asombrosamente corrosivos. Tiene que salir tambaleándose de la habitación durante un rato.
Cuando se aventura a regresar, se encuentra a Ghnxh tallando un electrodo a partir de un lingote de carbono puro. El jarro de agua regia ya está tapado, y en él hay suspendida una variedad de ánodos, cátodos y otras sustancias, sostenidas por abrazaderas de oro. Cables gruesos, rodeados de una cubierta aislante de amianto tejido a mano, salen del jarro y llegan hasta la parte importante de la lucifer galvánica: una ensaladera de cobre cuya boca está cerrada por una lente Fresnel como las que se emplean en los faros. Cuando Ghnxh consigue que el electrodo de carbono tenga la forma y el tama?o adecuados, lo mete por una peque?a trampilla a un lado de la ensaladera, y despreocupadamente le da a un interruptor frankensteiniano.
Durante un momento, Waterhouse cree que una de las paredes del edificio se ha desmoronado, exponiéndoles a la luz directa del sol. Pero Ghnxh se ha limitado a activar la lucifer galvánica, que pronto se vuelve diez veces más brillante, a medida que Ghnxh ajusta un tornillo de bronce. Aplastado por la vergüenza, Waterhouse vuelve a meter la linterna en la cartuchera del cinturón, y sale de la habitación delante de Ghnxh, con la lucifer galvánica causándole una sensación palpable de calor en la nuca.