Bruja mala nunca muere

Trent se guardó la pluma en un bolsillo y pasó por encima de Faris para acercarse a la puerta abierta.

 

 

—?Sara Jane! —gritó—. Llama a una ambulancia. Algo le pasa al se?or Faris.

 

—?Se está muriendo! —chillé—. Eso es lo que le pasa. ?Lo has matado tú!

 

Se levantó un murmullo de preocupación cuando todos salieron de sus oficinas. Reconocí los rápidos pasos de Jonathan, que se detuvieron de golpe en el umbral de la puerta. Hizo una mueca al ver a Faris en el suelo para luego fruncir el ce?o con desaprobación en dirección a Trent.

 

Trent estaba agachado junto a Faris, buscándole el pulso. Se encogió de hombros en respuesta a la mirada de Jonathan y le inyectó a Faris el contenido de la jeringa en el muslo a través de los pantalones. Yo sabía que ya era demasiado tarde. Faris había dejado de emitir cualquier sonido. Estaba muerto y Trent lo sabía.

 

—Los paramédicos están de camino —dijo Sara Jane desde el pasillo, acercándose—. ?Puedo…?

 

Se detuvo detrás de Jonathan y se llevó la mano a la boca al ver a Faris en el suelo.

 

Trent se puso en pie, dejando caer la jeringa teatralmente entre sus dedos.

 

—Oh, Sara Jane —dijo lentamente acompa?ándola de vuelta al pasillo—. Lo siento mucho. No mire, es demasiado tarde. Creo que ha sido una picadura de abeja. Faris es alérgico. Intenté darle su antitoxina, pero no ha actuado lo suficientemente rápido. Debió de traer la abeja en su ropa sin darse cuenta. Se dio una palmada en la pierna justo antes de desplomarse.

 

—Pero él… —tartamudeó Sara Jane echando la vista atrás mientras Trent la alejaba de allí.

 

Jonathan se agachó para arrancarle el dardo de la pierna derecha y guardarlo en un bolsillo. Luego me miró con una mueca sarcástica.

 

—Lo siento mucho. ?Jon? —llamó Trent desde el pasillo y este se levantó—. Por favor, encárgate de que todo el mundo se vaya a casa más temprano hoy y despeja el edificio.

 

—Sí se?or.

 

—Es horrible, ha sido tremendo —continuó diciendo Trent, dando la impresión de decirlo en serio—. Vayase a casa, Sara Jane, e intente no pensar en esto.

 

Oí como ella ahogaba un sollozo y luego escuché sus pasos alejarse.

 

Hacía tan solo unos minutos que Faris había estado ahí de pie, vivo. Conmocionada aún, observé a Trent pasar por encima del brazo de Faris. Tan frío como el hielo, se acercó a su mesa y pulsó el interfono.

 

—?Quen? Siento molestarte, pero ?podrías venir a mi oficina? Un equipo de paramédicos viene de camino y después probable mente alguien de la SI.

 

Hubo un silencio de unos segundos y luego la voz de Quen se oyó distorsionada a través del interfono.

 

—?Se?or Kalamack? Sí, voy enseguida.

 

Miré a Faris, allí hinchado tirado en el suelo.

 

—Lo has matado —dije acusando a Trent—, Dios mío. Lo has matado aquí, en tu oficina delante de todo el mundo.

 

—Jon —dijo Trent en voz baja mientras rebuscaba aparentemente despreocupado en un cajón—, asegúrate de que su familia recibe el paquete mejorado de prestaciones. Quiero que su hija peque?a pueda ir a la universidad que elija. Pero que sea de forma anónima, que le den una beca.

 

—Sí, Sa'han.

 

Su tono era despreocupado, como si todos los días tratase con cadáveres en la oficina.

 

—Qué generoso por tu parte, Trent —chillé—. Aunque supongo que ella preferiría tener a su padre.

 

Trent me miró. Tenía una gota de sudor en la línea de nacimiento del pelo.

 

—Quiero reunirme con el ayudante de Faris antes de que acabe su jornada —a?adió—, ?cómo se llama… Darby?

 

—Darby Donnelley, Sa'han.

 

Trent asintió, frotándose la frente como si estuviese preocupado. Cuando bajó las manos el sudor había desaparecido.

 

—Sí, eso es, Donnelley. No quiero que esto nos retrase.

 

—?Qué quiere que le diga?

 

—La verdad. Faris era alérgico a las picaduras de abeja. Todo su equipo lo sabía.