Bruja mala nunca muere

Los olisqueé y dejé que sus u?as agrietadas por el trabajo manual me rascasen la cabeza. Me fiaba de Sara Jane y mi confianza no se ganaba fácilmente. Creo que era porque ambas estábamos atrapadas y ambas lo sabíamos. Era poco probable que ella supiese algo de los negocios sucios de Trent, pero era demasiado lista para no preocuparse por la forma en la que su predecesora había muerto. Trent iba a usarla igual que a Yolin Bates para luego dejarla muerta en cualquier callejón.

 

Se me hizo un nudo en el pecho como si fuese a ponerme a llorar. Me llegó un ligero aroma a secuoya casi oculto por su perfume. Me sentí deprimida y me llevé las zanahorias hacia el centro de la jaula. Allí me las comí lo más rápido que pude. Olían mucho a vinagre y me pregunté por los gustos en cuanto a ali?os de ensalada de Sara Jane. Solo me había dado tres zanahorias, podría haberme comido el doble.

 

—Creía que vosotros los granjeros odiabais a los asesinos de gallinas —dijo Jonathan fingiendo indiferencia mientras me vigilaba por si actuaba de forma poco normal para un visón.

 

Las mejillas de Sara Jane se ruborizaron y se levantó rápidamente. Antes de que pudiese decir nada alargó el brazo en busca de equilibrio y se apoyó en mi jaula.

 

—Oooh —dijo con la mirada perdida—, me he levantado demasiado rápido.

 

—?Estás bien? —le preguntó Jonathan con un tono monótono que sonaba como si no le importase en absoluto.

 

—Si, sí, estoy bien —contestó ella llevándose una mano a los ojos.

 

Dejé de masticar al oír unos pasos amortiguados por el pasillo y entonces entró Trent. Se había quitado su abrigo y únicamente su ropa era lo que le hacía parecer un ejecutivo de la lista Fortune en lugar de un jefe de socorristas.

 

—Sara Jane, ?no es tu hora del almuerzo? —le preguntó amablemente.

 

—Ya me iba, se?or Kalamack —dijo. Antes de irse nos lanzó una mirada de preocupación a Jonathan y a mí. Sus tacones resonaron débilmente en el pasillo hasta desaparecer. Me sentí aliviada de que Trent estuviese allí, así probablemente Jonathan me dejaría en paz y podría comer.

 

El arrogante hombre se sentó despacio en una de las sillas frente a la mesa de Trent.

 

—?Cuánto tiempo? —dijo cruzando las piernas con un tobillo sobre la rodilla de la otra pierna y mirándome directamente a mí.

 

—Depende.

 

Trent echó de comer a sus peces algo que sacó de una bolsa para congelar. El pez amarillo saltaba en la superficie provocando suaves sonidos.

 

—Debe de ser fuerte —dijo Jonathan—, no creí que a ella le afectase en absoluto.

 

Dejé de masticar. ?Ella? ?Sara Jane?

 

—Yo creí que quizá sí —dijo Trent—. Estará bien. —Se giró y vi su cara arrugada en un gesto pensativo—. En adelante tendré que ser más directo en mis indicaciones. Toda la información que me trajo en relación a la industria de la remolacha azucarera apuntaba a un mal negocio.

 

Jonathan se aclaró la garganta condescendientemente. Trent cerró la bolsa y la guardó en el armarito bajo la pecera. Se acercó a su mesa e inclinando su rubia cabeza ordenó sus papeles.

 

—?Por qué no usa un hechizo, Sa'han? —dijo Jonathan descruzándose de piernas y levantándose. Se alisó las arrugas de su pantalón de vestir—. Imagino que eso sería más seguro.

 

—Va contra las normas hechizar a los animales que compiten.

 

Trent garabateó una nota en su agenda y una sonrisa amarga cruzó la cara de Jon.

 

—?Pero las drogas sí están permitidas? Eso tiene mucho sentido.

 

Mastiqué más despacio. Estaban hablando de mí. El sabor del vinagre era aun más fuerte en esta última zanahoria y me hormigueaba la lengua. Dejé caer la zanahoria y me toqué las encías. Las tenía dormidas. Maldita sea. Era viernes.

 

—?Cabrón! —grité, arrojando el resto de zanahoria a Trent, pero rebotó en la jaula—. Me has drogado. Has drogado a Sara Jane para enga?arme.

 

Furiosa me arrojé contra la puerta, estirando el brazo e intentando llegar al pestillo. Me entraron náuseas y mareos.

 

Los dos hombres se acercaron mirándome fijamente. La expresión de dominación de Trent me dio escalofríos. Aterrorizada subí corriendo la rampa hacia la segunda planta y luego bajé por la escalerilla. Me molestaba la luz en los ojos. Tenía la boca dormida. Tropecé y perdí el equilibrio. ?Me había drogado!

 

En medio de mi ataque de pánico comprendí que iban a abrir la puerta. Esta podría ser mi única oportunidad. Me quedé quieta en el centro de la jaula, jadeando. Lentamente me dejé caer. Por favor, pensé desesperada. Por favor, abrid la puerta antes de que me duerma de verdad. Respiraba agitadamente y mi corazón se aceleraba. No sabría decir si era por mis esfuerzos o como consecuencia de las drogas.

 

Los dos hombres permanecían en silencio. Jonathan me pinchó con un lápiz. Dejé que mi pierna se sacudiese como si no pudiese moverla.

 

—Creo que está dormida —dijo con un tono de excitación en la voz.

 

—Dale un poco más de tiempo.

 

La luz me dio en los ojos cuando Trent se apartó y los entreabrí un poco.

 

Jonathan sin embargo estaba impaciente.

 

—Iré a buscar el transportín.