Bruja mala nunca muere

La jaula se movió cuando quitó el pestillo de la puerta. Se me aceleró el pulso cuando los largos dedos de Jonathan se cerraron alrededor de mi cuerpo. Me revolví resucitando y le clavé los dientes en un dedo.

 

—?Maldita canina! —maldijo Jonathan, sacando la mano rápidamente de la jaula y arrastrándome con ella. Solté el bocado y caí al suelo con un golpe seco. No me dolía nada. Todo mi cuerpo estaba dormido. Me dirigí hacia la puerta arrastrándome, pues mis patas no reaccionaban.

 

—?Jon! —exclamó Trent—. ?Cierra la puerta!

 

El suelo tembló y se escuchó un fuerte portazo. Titubeé un instante, incapaz de pensar con claridad. Tenía que huir, ?dónde demonios estaba la salida?

 

La sombra de Jonathan se acercó. Le ense?é los dientes y vaciló, intimidado por mis diminutos incisivos. El acre olor del miedo lo ba?aba. El matón estaba asustado. Hizo un rápido movimiento hacia delante y me agarró por el cogote. Me retorcí y le volví a hundir los dientes en la parte blanda del pulgar.

 

Gru?ó de dolor y me soltó. Caí al suelo.

 

—?Maldita bruja! —gritó. Yo me tambaleaba incapaz de correr. Notaba la sangre espesa de Jonathan en la lengua. Sabía a canela y a vino.

 

—Vuelve a ponerme la mano encima —dije casi sin resuello— y te arranco el pulgar de cuajo.

 

Jonathan retrocedió asustado. Fue Trent quien me atrapó. Cada vez más aturdida por las drogas, no pude hacer nada. Sus dedos estaban agradablemente fríos. Me acunó entre sus manos y me depositó delicadamente en el transportín. Cerró la puerta y echó el pestillo, sacudiendo toda la jaula.

 

Me hormigueaba la boca y se me revolvía el estómago. Levantaron la jaula de transporte y describiendo un suave arco aterricé en la mesa de Trent.

 

—Aún tenemos unos minutos antes de irnos. Mira a ver si Sara Jane tiene alguna crema antibiótica en su mesa para esos mordiscos.

 

La suave voz de Trent se fue difuminando tanto como mis pensamientos. La oscuridad se apoderó de todo y perdí la consciencia, maldiciéndome a mí misma por mi estupidez.

 

 

 

 

 

Capítulo 22

 

 

Alguien hablaba. Al menos, eso me parecía. En realidad había dos voces y ahora que estaba recuperando la habilidad de pensar me daba cuenta de que llevaban alternándose un buen rato. Una era la de Trent. Su maravillosamente líquida voz me devolvió de nuevo la consciencia. Como ruido de fondo se oían los agudos chillidos de las ratas.

 

—Rayos —susurré dejando escapar un leve quejido. Tenía los ojos abiertos y los cerré trabajosamente. Estaban tan secos como el papel de lija. Tras un par de parpadeos igualmente dolorosos las lágrimas volvieron a fluir. Lentamente las paredes grises de mi jaula transportín se hicieron nítidas a mi vista.

 

—?Se?or Kalamack! —gritó una voz dándole la bienvenida. El mundo empezó a dar vueltas conforme giraba la jaula—. Los de arriba me dijeron que estaba usted aquí. Me alegro mucho. —La voz se aproximó—. ?Y trae un participante! Ya verá, ya verá —dijo el hombre con entusiasmo mientras sacudía arriba y abajo la mano que le había tendido Trent—. Traer un participante hace que los combates sean muchísimo más entretenidos.

 

—Buenas noches, Jim —dijo Trent afectuosamente—. Perdona por dejarme caer sin avisar.

 

La dulce cadencia de la voz de Trent era como un bálsamo que aliviaba mi dolor de cabeza. Lo adoraba y lo odiaba al mismo tiempo. ?Cómo algo tan precioso podía pertenecer a alguien tan repugnante?

 

—Aquí siempre es bienvenido, se?or Kalamack. —El hombre olía a virutas de madera y me acurruqué en una esquina, preparándome para lo peor—. Entonces, ?se ha inscrito ya? ?Tiene su puesto para el primer asalto?

 

—?Hay más de una pelea? —interrumpió Jonathan.

 

—Por supuesto, se?or —dijo alegremente Jim, a la vez que giraba suavemente la rejilla de la jaula para mirar dentro—. Las ratas luchan hasta que mueren o las retiran sus due?os. ?Vaya, un visón! Qué… exótico. Quizá reduzca sus posibilidades, pero no se preocupe. Hemos tenido tejones e incluso serpientes antes. Nos gusta la variedad y a todo el mundo le encanta cuando se comen a uno de los luchadores.

 

Mi pulso se aceleró. Tenía que salir de allí.

 

—?Está seguro de que su animal luchará? —preguntó Jim—. Estas ratas han sido criadas especialmente para pelear, aunque también tenemos una rata callejera que lleva haciendo una sorprendente demostración estos últimos tres meses.

 

—La he tenido que sedar para meterla en la jaula —dijo Trent con voz tensa.