Bruja mala nunca muere

 

—Toma, ángel —me decía Sara Jane agitando una zanahoria entre los barrotes de la jaula. Me estiré para alcanzarla antes de que la dejase caer. Las virutas de madera del suelo no eran el mejor aderezo.

 

—Gracias —chillé. Sabía que no me entendería, pero seguía necesitando decir algo de todas formas. La mujer me sonrió y con cuidado introdujo el dedo en la jaula y yo lo rocé con mis bigotes porque sabía que le gustaría.

 

—?Sara Jane? —la llamó Trent desde su mesa, y la mujercita se giró con rápida culpabilidad—. La he contratado para que se encargue de los asuntos de mi oficina, no como cuidadora de animales.

 

—Lo siento, se?or. Intentaba aprovechar la oportunidad para superar mi miedo irracional a los roedores.

 

Se alisó su falda de algodón hasta la rodilla. No era tan elegante y profesional como el traje de la entrevista, pero también era nueva. Justo lo que yo hubiera esperado que una chica de granja vistiese para su primer día de trabajo.

 

Mordí vorazmente la zanahoria que le había sobrado a Sara Jane del almuerzo. Estaba muerta de hambre. Me negaba a comer el pienso rancio. ?Qué pasa, Trent?, pensé entre bocados. ?Celoso?

 

Trent se ajustó las gafas y volvió a concentrarse en sus papeles.

 

—Cuando acabe de librarse de sus miedos irracionales me gustaría que fuera a la biblioteca.

 

—Sí, se?or.

 

—La bibliotecaria ha recopilado una información que le pedí, pero quiero que la revise usted por mí. Tráigase solo lo que estime pertinente.

 

—?Se?or?

 

Trent dejó la pluma en la mesa.

 

—Es información relativa a la industria de la remolacha azucarera. —Sonrió con genuina amabilidad. Me preguntaba si tendría esa sonrisa patentada—. Puede que ramifique mi negocio en esa dirección, y necesito aprender lo suficiente para tomar las decisiones correctas.

 

Sara Jane esbozó una amplia sonrisa, recogiéndose el pelo detrás de una oreja con tímida complacencia. Obviamente había supuesto que quizá Trent quisiese comprar la granja de la que sus padres eran esclavos. Eres una mujer lista, pensé luctuosamente. Piénsalo bien. Trent será due?o de tu familia. Serás suya en cuerpo, mente y alma.

 

Se giró hacia mi jaula y dejó caer dentro la última ramita de apio. Su sonrisa se desvaneció, y la preocupación la hizo fruncir el ce?o. Hubiera resultado un gesto entra?able en su rostro infantil de no ser por el hecho de que su familia corría riesgo de verdad. Sara Jane cogió aire para decir algo, pero luego cerró la boca.

 

—Sí, se?or —dijo finalmente, con la mirada perdida—. Le traeré la información enseguida.

 

Salió cerrando la puerta tras de sí, haciendo resonar sus pasos por el pasillo mientras se alejaba.

 

Trent miró con recelo la puerta al tiempo que alargaba el brazo para coger su taza de té: Earl Grey sin azúcar y sin leche. Si repetía el patrón de ayer haría algunas llamadas telefónicas y se encargaba del papeleo desde las tres hasta las siete, cuando los pocos empleados que se quedaban hasta tarde se marchaban. Me imaginé que le resultaría más fácil gestionar un negocio ilegal de medicamentos desde la oficina cuando no había nadie cerca que pudiese escucharle.

 

Trent había vuelto aquella tarde de su pausa para el almuerzo de tres horas con su fino pelo bien peinado y oliendo a campo. Parecía manifiestamente fresco. Si no lo conociese pensaría que había estado durmiendo la siesta en su gabinete privado. ?Y por qué no?, pensé estirándome en la hamaca que había en mi celda. Era lo suficientemente rico como para establecer sus propios horarios.

 

Bostecé. Se me cerraban los ojos. Llevaba dos días encerrada y estaba casi segura de que este no sería el último. Me había pasado la noche investigando a conciencia la jaula para descubrir que estaba hecha a prueba de Rachel. La jaula metálica de dos plantas estaba dise?ada para hurones y era sorprendentemente segura. Las horas dedicadas a curiosear las juntas me habían dejado molida. Era agradable no hacer nada. Mis esperanzas de que Jenks o Ivy viniesen a rescatarme se desvanecían. Estaba sola y quizá tardaría un poco en convencer a Sara Jane de que en realidad era una persona y de que me sacase de aquí.