—Oh, tiene usted un hurón de mascota —exclamó Sara Jane.
Cerré los ojos abatida. No soy un hurón, soy un visón. Que te quede claro, se?orita.
Oí que Trent se levantaba de su asiento y percibí más que vi a ambos acercarse. Parecía que la entrevista había terminado y era la hora de observar al visón enjaulado. Sus cuerpos me taparon la luz y abrí los ojos. Estaban los dos sobre la jaula, mirándome.
Sara Jane tenía un aspecto muy profesional con su traje de corte clásico, perfecto para una entrevista de trabajo. Tenía el pelo rubio y largo hasta el pecho con un corte recto. La mujercita era mona como una mu?equita y me imaginé que mucha gente no la tomaría en serio por su nariz respingona, su aguda vocecita de ni?a y su baja estatura, pero podía adivinar por la mirada inteligente de sus ojos que estaba acostumbrada a trabajar en un mundo de hombres y sabía cómo obtener resultados. Me imagino que si alguien la juzgaba incorrectamente no se opondría a usarlo en su propio beneficio. Llevaba un perfume fuerte que me hizo estornudar y me dolió todo el cuerpo.
—Esta es… ángel —dijo Trent—. Es un visón.
Su sarcasmo fue sutil, pero no se me escapó. Se masajeaba la mano derecha con la izquierda. La llevaba vendada. Tres hurras para el visón, pensé.
—Parece enferma —dijo Sara Jane. Me fijé en que sus esmaltadas u?as estaban completamente gastadas y en que sus manos parecían demasiado fuertes, como las de un obrero.
—?No le molestan los roedores, Sara Jane?
La mujer se puso recta y yo cerré los ojos al darme la luz en la cara.
—Los odio, se?or Kalamack. Provengo de una granja. Las alima?as son exterminadas en cuanto las vemos, pero no pienso perder una oportunidad de trabajo por culpa de un animal. —Cogió aire despacio—. Necesito este trabajo. Mi familia entera se ha apretado el cinturón para que yo terminase mis estudios y tengo que compensárselo. Tengo una hermana peque?a demasiado inteligente como para pasarse la vida plantando remolachas. Quiere ser bruja, licenciarse. No podré ayudarles a menos que consiga un buen empleo. Necesito este trabajo, por favor, se?or Kalamack. Sé que no tengo la experiencia necesaria, pero soy lista y trabajo duro.
Entreabrí un ojo. La cara de Trent permanecía seria y pensativa. Su pelo rubio y su complexión resaltaban en contraste con el traje oscuro. Sara Jane y él hacían una buena pareja, aunque ella parecía demasiado bajita a su lado.
—Buena exposición, Sara Jane —dijo con una cálida sonrisa—. Aprecio la sinceridad de mis empleados por encima de todo. ?Cuándo puede empezar?
—Inmediatamente —dijo con voz temblorosa. Sentí náuseas. Pobre mujer.
—Estupendo. —Su voz ronca sonaba sinceramente complacida—. Jon tiene unos papeles para que los firme. él le explicará sus responsabilidades y la tutelará la primera semana. Pregúntele cualquier duda a él, lleva conmigo muchos a?os y me conoce mejor que yo mismo.
—Gracias, se?or Kalamack —dijo levantando los hombros emocionada.
—Ha sido un placer.
Trent la cogió por el codo y la acompa?ó hasta la puerta. La ha tocado, pensé. ?Por qué no me tocó a mí? ?Temía que pudiera adivinar qué era, quizá?
—?Tiene ya un lugar para quedarse? —le preguntó—. Consulte a Jon acerca del alojamiento para empleados.
—Gracias se?or Kalamack. No, no tengo apartamento todavía.
—Bien, tómese el tiempo que necesite para instalarse. Si lo desea podemos hacer las gestiones necesarias para que una parte de su remuneración bruta vaya a un fondo fiduciario para su hermana.
—Sí, por favor.
El alivio de Sara Jane era patente en su voz incluso desde el pasillo. Estaba atrapada. Trent era un dios para la mujer, un príncipe al rescate de ella y su familia. No podía hacer nada malo a sus ojos.
Me rugió el estómago. La habitación estaba vacía. Me arrastré hasta la casita. Di una vuelta sobre mí misma para colocar bien la cola y me dejé caer sacando la nariz. La puerta de la oficina de Trent se cerró con un chasquido y di un respingo, volviendo a revivir todos mis dolores.
—Buenos días, se?orita Morgan —dijo Trent pasando junto a mi jaula. Se sentó en su mesa y comenzó a revisar unos papeles—. Pensaba tenerla aquí solo hasta formarme una segunda opinión acerca de usted, pero ahora no sé, se ha convertido en un buen tema para empezar conversaciones.
—Vete al cuerno —dije ense?ándole los dientes, aunque claro, solo se oyeron chillidos.
—Vaya —dijo reclinándose en su silla y dándole vueltas a una pluma estilográfica—, eso no ha sonado a un cumplido.
Alguien golpeó en la puerta y me escabullí instintivamente. Era Jonathan y Trent volvió la atención a sus asuntos.
—?Sí, Jon? —dijo sin apartar la vista de su calendario.