Con nostalgia pasé la zarpa por una copia del disco Sea de Takata. El disco desapareció de mi vista y se metió en el reproductor. Alarmada di un brinco y pulsé el botón para que se ocultase tras la pared.
—Aquí no hay nada, Rachel, vamos —dijo Jenks posado en el picaporte de la puerta que no se abrió hasta que salté y con mi peso cedió. Caí al suelo con un golpe seco. Jenks y yo nos detuvimos para escuchar el chasquido de la puerta conteniendo la respiración.
Con el pulso acelerado abrí la puerta empujando con el hocico lo suficiente para que pasase Jenks. En un momento volvió zumbando.
—Es un pasillo —dijo—, puedes salir, ya me he encargado de las cámaras.
Desapareció de nuevo tras la puerta y lo seguí aplicando todo mi peso en la puerta para volver a cerrarla. El chasquido sonó fuerte y me encogí, rezando para que nadie lo hubiese oído. Sonaba un ruido de agua fluyente y el rumor de las criaturas nocturnas a través de altavoces ocultos. Inmediatamente reconocí el pasillo en el que había estado ayer. Los sonidos probablemente también estaban entonces, pero tan débiles que pasaban desapercibidos para cualquiera salvo para el oído de un roedor. Asentí en dirección a Jenks con aprobación. Habíamos encontrado la oficina en la que Trent atendía a sus invitados ?especiales?.
—?Hacia dónde? —susurró Jenks acercándose a mí. O bien sus dos alas volvían a ser completamente funcionales o no quería arriesgarse a que nadie lo viese a lomos de un visón.
Segura de mí misma, avancé por el pasillo. En cada esquina elegía el camino menos sugerente y más pobre. Jenks iba de avanzadilla, ama?ando las cámaras con un bucle de quince minutos para poder pasar sin ser vistos. Afortunadamente Trent se regía por el horario humano, al menos de cara al público, y el edificio estaba desierto. O eso pensaba yo.
—Mierda —musitó Jenks en el mismo instante en el que me detuve en seco. Se oían voces al fondo del pasillo. Mi pulso se disparó—. ?Corre! No, a la derecha, detrás de esa silla y de la maceta —me ordenó Jenks.
Di un salto hacia allí. El olor a cítricos y terracota era intenso. Me escondí tras la maceta, oyendo cómo se acercaban las pisadas amortiguadas por la moqueta. Jenks se escondió entre las ramas de la planta.
—?Tanto? —resonó la clara voz de Trent en mis sensibles oídos al aparecer por al esquina acompa?ado por otra persona—. Averigua qué está haciendo Hodgkin para obtener semejante aumento de productividad. Si es algo que crees que se pueda aplicar a otros lugares, quiero un informe.
Contuve la respiración cuando Trent y Jonathan pasaron junto a nosotros.
—Sí, Sa'han —dijo Jonathan mientras garabateaba en una agenda electrónica—. He terminado de revisar a los posibles candidatos para el puesto de secretario. Sería relativamente fácil hacer un hueco en su agenda ma?ana por la ma?ana. ?A cuántos le gustaría ver?
—Oh, limítalo a los tres que creas más adecuados y otro que no te lo parezca. ?Hay alguien a quien conozca?
—No, he tenido que buscarlos fuera del estado en esta ocasión.
—?No era hoy tu día libre, Jon?
Hubo una pausa.
—He preferido trabajar, teniendo en cuenta que todavía no tiene secretario.
—Ah —dijo Trent con una risa relajada mientras giraban en la esquina—, por eso tanta prisa por concertar las entrevistas.
La tímida negativa de Jonathan fue lo último que oí débilmente conforme se alejaban y desaparecían de nuestra vista.
—Jenks —chillé. No hubo respuesta—. ?Jenks! —volví a chillar, preguntándome si habría hecho algo estúpido como seguirlos.
—Sigo aquí —refunfu?ó y me sentí aliviada. El arbolito se sacudió al deslizarse él por el tronco. Se sentó en el borde de la maceta y balanceó las piernas—. He podido olerlo bien —dijo, y me senté expectante—. Y no sé qué es. —Las alas de Jenks adoptaron un apagado tono azul, batían lentamente y su estado de ánimo en general decayó—. Huele como a pradera, pero no como los brujos. No tenía ni pizca de hierro, así que no es un vampiro —continuó Jenks arrugando el ce?o en un gesto de confusión—. He podido oler sus biorritmos ralentizados, lo que significa que normalmente duerme de noche. Eso descarta que sea un hombre lobo o cualquier otra criatura nocturna. O sea, que no huele a nada que yo reconozca. ?Y sabes lo más raro? Ese tío que iba con Trent huele exactamente igual. Tiene que ser por algún hechizo.
Sacudí mis bigotes. Raro no era la palabra. Solté un chillido que quería decir ?lo siento?.
—Sí, tienes razón. —Se elevó lentamente con sus alas de libélula y voló hasta el centro del pasillo—. Deberíamos acabar la misión y largarnos de aquí.