Bruja mala nunca muere

El pie de Trent se detuvo en seco.

 

—Espera. —Lo oí respirar profundamente por la nariz como si olfatease algo.

 

—?Se?or? —dijo la voz.

 

Trent volvió a olfatear. Lentamente separó la silla del escritorio. Mi corazón latía a toda velocidad y contuve la respiración. Jenks se elevó para ocultarse tras un cajón. Yo me quedé inmóvil mientras Trent se retiraba de la mesa y se agachaba. No tenía escapatoria. Sus ojos se encontraron con los míos y sonrió. El miedo me había paralizado.

 

—Anúlalo —dijo en voz baja.

 

—Sí, Sa'han. —El altavoz se quedó mudo con un suave chasquido.

 

Miré a Trent con el corazón a punto de estallar.

 

—?Se?orita Morgan? —dijo Trent inclinando la cabeza cordialmente y no pude evitar estremecerme—. Ojalá pudiese decir que es un placer verla de nuevo. —Seguía sonriendo cuando se inclinó hacia mí. Le ense?é los dientes y solté un bufido. Retiró la mano y frunció el ce?o—. Salga de ahí. Tiene algo que me pertenece.

 

Recordé el disco junto a mí. Al ser descubierta había pasado en un segundo de ladrona de éxito a tonta del pueblo. ?Cómo podía haber creído que me saldría con la mía? Ivy tenía razón.

 

—Vamos, se?orita Morgan —dijo, metiéndose bajo la mesa.

 

Salté hacia el hueco libre tras los cajones intentando escapar. Trent alargó el brazo tras de mí. Chillé cuando me agarró fuertemente por la cola. Ara?é la madera con las u?as mientras él tiraba. Aterrorizada me retorcí y hundí mis dientes en la parte blanda de su mano.

 

—?Canina! —gritó tirando de mí y sacudiendo la mano desesperado. El mundo giró a mi alrededor cuando se levantó. Violentamente sacudió la mano y me golpeó contra el escritorio. Todo se volvió negro con estrellitas mezcladas con el sabor a canela de su sangre. El golpe en la cabeza aflojó mis mandíbulas y me retorcí sujeta por la cola.

 

—?Suéltala! —oí que gritaba Jenks.

 

El mundo seguía dando vueltas.

 

—Te has traído a tu bicho —dijo Trent con tono tranquilo para inmediatamente dar una palmada sobre un panel de su escritorio. Un ligero olor a éter me cosquilleó en la nariz.

 

—?Vete, Jenks! —chillé reconociendo el olor de la seda pegajosa.

 

Jonathan entró como un ciclón por la puerta. Se detuvo en el umbral con los ojos abiertos de par en par.

 

—?Sa'han!

 

—Cierra la puerta —le ordenó Trent.

 

Me revolví frenéticamente para escapar. Jenks salió disparado justo cuando mis dientes volvieron a clavarse en el pulgar de Trent.

 

—?Maldita seas, bruja! —gritó Trent lanzándome contra la pared. De nuevo aparecieron las estrellas que se convirtieron en ascuas negras mientras yo las miraba aturdida. Lentamente me cegaron hasta que no vi nada más. Tenía calor y no podía moverme. Me estaba muriendo. Tenía que estar muriéndome.

 

 

 

 

 

Capítulo 19

 

 

—Entonces, se?orita Sara Jane, ?la jornada partida no es un inconveniente para usted?

 

—No, se?or. No me importa trabajar hasta las siete si puedo tener tiempo libre a medio día para hacer recados y esas cosas.

 

—Le agradezco su flexibilidad. La sobremesa es para la contemplación. Yo trabajo mejor por las ma?anas y por las tardes. Solo se queda un peque?o grupo de empleados después de las cinco y la ausencia de distracciones me ayuda a concentrarme.

 

El sonido del amable personaje público de Trent me devolvió a la consciencia, despertándome de golpe. Abrí los ojos sin entender por qué todo era en blanco y negro. Entonces lo recordé. Seguía siendo un visón, pero estaba viva. Apenas.

 

Las voces alternativamente grave y aguda de Trenton y Sara Jane continuaron mientras me incorporaba temblorosa y descubría que estaba en una jaula. El estómago me dio un vuelco y sentí náuseas. Me volví a tumbar, esforzándome por no vomitar.

 

—Estoy agotada —musité. Trent me miraba de reojo a través de sus gafas metálicas mientras hablaba con una delgada joven con un traje claro.

 

Me dolía la cabeza. Si no tenía una conmoción, me faltaba poco. También tenía dolorido el hombro derecho, con el que había golpeado contra el escritorio, y me dolía al respirar. Me pegué la pata derecha al cuerpo e intenté no moverme. Miré fijamente a Trent e intenté comprender qué había pasado. No veía a Jenks por ninguna parte. Eso es, recordé aliviada. El logró salir. Se habrá ido a casa a por Ivy, aunque no creo que puedan hacer nada por mí.

 

En la jaula había una botella con agua, un cuenco con pienso, una casita lo suficientemente grande para poder acurrucarme dentro y una rueda giratoria. Como si fuese a tener ganas de usarla, pensé amargamente.

 

La jaula estaba colocada sobre una mesa, al fondo de la oficina de Trent. Según la luz de la falsa ventana, solo habían pasado unas horas desde el amanecer. Demasiado temprano para mí, así que pensaba meterme en la casita a dormir. Me daba igual lo que pensase Trent. Con un profundo suspiro, hice un esfuerzo por levantarme.

 

—Hi, hi —chillé con una mueca de dolor.