Bruja mala nunca muere

—?Mi disco, se?orita Morgan?

 

Me giré y me quedé sin respiración al comprobar que Trent había pasado al otro lado del escritorio y estaba justo detrás de mí. No lo había oído moverse.

 

—?Su qué? —tartamudeé.

 

Extendió la mano derecha. Parecía suave, como si no hubiese trabajado nunca, pero se veía la tensión de su fuerza. únicamente llevaba un anillo de oro en un dedo. No pude evitar fijarme en que apenas era unos centímetros más alto que yo.

 

—?Mi disco? —repitió y yo tragué saliva.

 

Demasiado tensa para reaccionar, lo saqué de mi bolsillo con dos dedos y se lo entregué. Entonces noté que algo cambiaba en él. Fue tan sutil como una brisa y tan indistinguible como un copo de nieve entre miles, pero estaba allí. En aquel momento lo supe. No era el azufre lo que temía Trent, era algo que había en ese disco.

 

Mis pensamientos se centraron entonces en el cajón de ordenados discos y solo gracias a un gran esfuerzo mantuve la mirada en Trent en lugar de dejarla seguir mis sospechas hacia el cajón de su escritorio. ?Que Dios me ayude! Trenton traficaba con biofármacos además de con azufre. Era el maldito amo del mercado de los biofármacos. El corazón me martilleaba en el pecho y se me secó la boca. Metían a la gente en la cárcel por traficar con azufre, pero los apaleaban, quemaban y descuartizaban por traficar con biofármacos… ?y quería que trabajase para él?

 

—Ha demostrado una inesperada capacidad de planificación, se?orita Morgan —dijo Trent, interrumpiendo mis desbocados pensamientos—. Los vampiros sicarios no la atacarán mientras esté bajo la protección de Tamwood, y que todo un clan de pixies la proteja de las hadas así como irse a vivir a una iglesia para mantener a los hombres lobo alejados conforma un plan bello por su simplicidad. No deje de comunicármelo si cambia de opinión acerca de trabajar para mí. Aquí encontrará satisfacción y reconocimiento, algo en lo que obviamente la SI no era pródiga.

 

Puse una cara inexpresiva, concentrándome en evitar que me temblase la voz. Yo no había planeado nada, lo había hecho Ivy, y no estaba segura de cuáles eran sus motivos.

 

—Con el debido respeto, se?or Kalamack, por mí, puede irse al cuerno.

 

Jonathan se puso tenso, pero Trent simplemente asintió y volvió a su sitio tras el escritorio.

 

Una pesada mano se posó en mi hombro. Instintivamente la agarré, agachándome para lanzar por encima de mi hombro al suelo a quienquiera que me hubiese tocado. Jonathan cayó con un gru?ido de sorpresa. Ya estaba arrodillada sobre su cuello antes de ser consciente siquiera de haberme movido. Asustada por lo que había hecho, me levanté y retrocedí. Trent me miraba completamente despreocupado tras volver a colocar el disco en su cajón.

 

Otras tres personas habían entrado al oír el fuerte golpe de Jonathan. Dos de ellos se pusieron a mi lado y el tercero se colocó delante de Trent.

 

—Dejad que se vaya —dijo Trent—, ha sido culpa de Jon. —Suspiró con cierta reprobación—. Jon —a?adió con tono cansado—, no es la tontita que finge ser.

 

El hombretón se levantó despacio. Se estiró la camisa y se pasó la mano por el pelo. Me miró con odio. No solo lo había vencido delante de su jefe, sino que además este le había reprendido delante de mí. Muy enfadado, cogió la bola de cristal con Jenks con malos modos y se dirigió a la puerta.

 

Me habían dejado libre de nuevo en la calle, más asustada por lo que acababa de rechazar que por haber abandonado la SI.

 

 

 

 

 

Capítulo 15

 

 

Estiré la masa de la pizza, descargando las frustraciones de mi fabuloso día con los indefensos ingredientes. Me llegó crujido de papeles procedente de la mesa de Ivy. Volví mi atención hacia ella. Con la cabeza gacha y la frente fruncida, Ivy dedicaba todo su interés a un mapa. Sería tonta si no me hubiese dado cuenta de que sus reacciones se habían hecho más rápidas desde la puesta de sol. Se movía con esa desconcertante gracia, pero parecía airada, no seductora. Aun así, vigilaba cada uno de sus movimientos.

 

Ivy tenía una misión de verdad, pensé amargamente allí de pie en el centro de la isla haciendo pizza. Ivy tenía una vida. Ivy no intentaba demostrar que el ciudadano más prominente y querido de la ciudad era el se?or de los biofármacos y hacía también de cocinero jefe.

 

En tres días por su cuenta, Ivy ya había conseguido un encargo para encontrar a un humano desaparecido. Me resultó extra?o que un humano acudiese a un vampiro en busca de ayuda, pero Ivy tenía su encanto particular o más bien asustaba a la competencia. Llevaba con la nariz metida en los mapas de la ciudad toda la noche, se?alando los lugares favoritos del hombre con rotuladores de colores y dibujando los recorridos que probablemente pudiera haber seguido para ir en coche desde casa al trabajo, etcétera.