Bruja mala nunca muere

Sonriendo de oreja a oreja saludé a la cámara y me coloqué tras el escritorio de Trenton. Me imaginaba la consternación que se produciría al otro lado de la cámara al verme curiosearlo todo. Lo primero era su agenda de citas, que reposaba tentadoramente abierta sobre el escritorio. La cita con Francis tenía su nombre subrayado y un signo de interrogación detrás. Con un ligero estremecimiento fui al día en el que la secretaria de Trent había sido detenida por tráfico de azufre. No había nada fuera de lo normal. La frase ?Huntington a Urlich? me llamó la atención. ?Estaba sacando gente del país de forma ilegal? Yupi.

 

El cajón superior no contenía nada extra?o: lápices, bolígrafos, notas adhesivas y una piedra de toque gris. Me pregunté qué podría preocuparle para guardar aquello. Los cajones laterales contenían archivos clasificados por colores acerca de sus intereses fuera del cargo. Mientras esperaba a que alguien viniese a detenerme, ojeé los papeles para descubrir que sus cultivos de pecan habían sufrido una helada tardía este a?o, pero que las fresas de la costa compensaron las pérdidas. Cerré el cajón, sorprendida de que nadie hubiese venido ya. ?Quizá tenían curiosidad por saber qué andaba buscando? Yo al menos sí la tenía.

 

A Trent parecían gustarle mucho los caramelos de sirope de arce y el güisqui anterior a la Revelación, a juzgar por la cantidad que atesoraba en el cajón inferior. Estuve a punto de abrir la botella de casi cuarenta a?os para probarla, pero pensé que eso sí atraería a mis vigilantes más rápido que cualquier otra cosa.

 

El siguiente cajón estaba lleno de discos ordenados. ?Bingo!, pensé abriéndolo del todo.

 

—Alzhéimer —susurré, repasando con el dedo la etiqueta escrita a mano—. Fibrosis quística, cáncer, cáncer… —Había en total ocho etiquetados con cáncer. Depresión, diabetes… continué leyendo hasta encontrar Huntington. Volví la vista hacia la agenda y cerré el cajón. Ahhh…

 

Acomodándome en la lujosa silla de Trent, me puse la agenda de citas en el regazo. Empecé por enero, pasando las páginas lentamente. Cada cinco días más o menos salía un envío. Se me aceleró la respiración al descubrir un patrón. Huntington salía el mismo día de cada mes. Pasé las páginas adelante y atrás. Todos salían el mismo día de cada mes con pocos días de diferencia entre ellos. Respiré hondo y miré el cajón con los discos. Estaba segura de estar sobre la pista de algo. Introduje uno en el ordenador y moví el ratón. Maldición. Tenía contrase?a.

 

Oí el leve ruido del picaporte. Poniéndome de pie de un salto, pulsé el botón de ?Eject?.

 

—Buenas tardes, se?orita Morgan.

 

Era Trent Kalamack. Intenté no ruborizarme al meterme disimuladamente el peque?o disco en el bolsillo.

 

—?Disculpe? —dije volviendo a mi papel de cabecita hueca. Sabían quién era, qué sorpresa.

 

Trent se ajustó el botón inferior de su chaqueta de lino gris y cerró la puerta tras de sí. Una cautivadora sonrisa se dibujada en su rostro bien afeitado, proporcionándole el aspecto de alguien de mi edad. Su pelo tenía un tono blanco casi transparente, como el de algunos ni?os, y lucía un favorecedor bronceado, parecía disfrutar de la piscina. Resultaba demasiado agradable para ser tan rico como se rumoreaba que era. No era justo tener ambas cosas, dinero y atractivo.

 

—?Prefiere que la llame Francine Percy? —dijo Trent, mirándome fijamente a través de sus gafas metálicas.

 

Me coloqué un mechón de pelo tras la oreja intentando aparentar despreocupación.

 

—En realidad no —admití. Yo debía de tener algo con lo que negociar o no se habría molestado en aparecer.

 

Trent se situó tras su escritorio con un aire preocupado, obligándome a desplazarme al otro lado. Se sentó con la corbata azul oscuro en la mano y al mirarme de nuevo se sorprendió al ver que aún estaba de pie.

 

—Por favor, siéntese —dijo mostrándome sus dientes peque?os y alineados. Apuntó con un mando hacia la cámara. La luz roja se apagó y guardó el mando.

 

Yo seguía de pie. No me fiaba de su despreocupada aceptación. En mi cabeza habían saltado todas las alarmas, provocándome un nudo en el estómago. La revista Fortune lo había sacado en portada como el soltero de oro del a?o pasado. Aparecía casi de cuerpo entero, apoyado informalmente en una puerta con el nombre de su empresa en letras doradas. Su sonrisa era una atractiva mezcla de confianza y misterio. Algunas mujeres se sentían atraídas por una sonrisa así. A mí no me parecía de fiar. Me dedicó esa misma sonrisa ahora, sentado con las manos bajo la barbilla y los codos apoyados en su escritorio.

 

Observé que se le movía el pelo por encima de las orejas y pensé que debía de ser increíblemente suave y fino para que la corriente de la ventilación ondease así su cuidado peinado. Los labios de Trent se apretaron cuando observó mi atención hacia su pelo y luego volvió a sonreír.

 

—Permítame que me disculpe por el error en la entrada principal y luego con Jon —dijo—. No la esperaba hasta al menos dentro de una semana.

 

Me senté al notar que me flaqueaban las rodillas. ?Me estaba esperando?