—Creo que no le entiendo —dije reuniendo el valor para hablar y aliviada de que no se me cascase la voz.
él alargó el brazo para coger un lápiz con total naturalidad, pero sus ojos saltaron hacia los míos en cuanto moví un pie. Si lo hubiera conocido mejor, habría dicho que estaba más tenso que yo. Meticulosamente borró el signo de interrogación junto al nombre de Francis y escribió el mío. Dejando el lápiz a un lado se pasó la mano por el pelo para alisarlo.
—Soy un hombre muy ocupado, se?orita Morgan —dijo elevando y bajando la voz con tono agradable—. He aprendido que es más rentable atraer a trabajadores clave de otras compa?ías que entrenarlos partiendo de cero. Y aunque me resisto a sugerir que compito con la SI, admito que sus métodos de entrenamiento y las habilidades que fomentan encajan con mis necesidades. Sinceramente, hubiera preferido esperar a ver si tenía el suficiente ingenio como para sobrevivir a la amenaza de muerte de la SI antes de entrevistarnos, pero supongo que el hecho de que casi haya logrado llegar hasta mi gabinete privado es suficiente.
Crucé las piernas y arqueé las cejas.
—?Me está ofreciendo un trabajo, se?or Kalamack? ?Quiere que sea su secretaria, que escriba sus cartas y le traiga el café?
—No, por Dios, no —dijo ignorando mi sarcasmo—. Huele demasiado a magia para el puesto de secretaria, a pesar de intentar cubrirlo con ese… mmm ?perfume?
Me ruboricé, pero estaba decidida a sostener su inquisidora mirada.
—No —continuó Trent con rotundidad—, es demasiado interesante para ser secretaria, incluso de las mías. No solo ha abandonado la SI, sino que va provocándolos. Se fue de compras, irrumpió en los archivos y destruyó el suyo. ?Y ahora ha encerrado a un cazarrecompensas inconsciente en el maletero de su propio coche? —dijo con una cultivada risa—. Me gusta. Pero aún más interesante es su cruzada por mejorar. Aplaudo su iniciativa para expandir sus horizontes, aprender nuevas técnicas. La voluntad de explorar nuevas opciones que la mayoría rechaza es un pensamiento que intento inculcar en mis empleados. Aunque leer ese libro en el autobús también demuestra cierta falta de… criterio. —Un rayo de humor negro cruzó sus ojos—. A no ser que su interés por los vampiros tenga un origen más terrenal, se?orita Morgan.
Se me hizo un nudo en el estómago y me pregunté si tendría suficientes amuletos para salir de allí. ?Cómo había averiguado todo eso cuando la SI no ha podido controlarme? Me esforcé por permanecer en calma cuando me di cuenta del lío en el que estaba metida. ?En qué estaría pensando cuando entré aquí? Su secretaria había muerto. él traficaba con azufre, por muy generoso que fuese con las organizaciones caritativas o por mucho que jugase al golf con el marido de la alcaldesa. Era demasiado listo para conformarse con controlar un tercio de la industria de Cincinnati. Sus intereses ocultos se extendían por los bajos fondos y estaba segura de que quería que todo siguiese igual.
Trent se inclinó hacia delante con una expresión decidida y supe que había terminado con la chachara.
—Mi pregunta, se?orita Morgan —dijo en voz baja— es qué quiere de mí.
No dije nada. Mi confianza se desvanecía.
Trent hizo un gesto se?alando su escritorio.
—?Qué buscaba?
—?Un chicle? —dije y él suspiró.
—Para evitar una gran cantidad de tiempo y esfuerzos perdidos le sugiero que seamos sinceros el uno con el otro. —Se quitó las gafas y las dejó a un lado—. Considero que ambos lo necesitamos. Dígame por qué ha arriesgado su vida para visitarme. Tiene mi palabra de que la cinta con sus acciones de hoy se… ?traspapelará? Simplemente quiero saber en qué posición me encuentro. ?Qué he hecho para atraer su atención?
—?Y no me detendrán? —dije. él se reclinó en su asiento asintiendo. Sus ojos tenían un tono de verde que no había visto nunca. No tenía ni una pincelada de azul, ni una mota.
—Todo el mundo quiere algo, se?orita Morgan —dijo pronunciando con precisión cada palabra pero fluyendo hacia la siguiente como el agua—. ?Qué es lo que quiere usted?
Mi corazón dio un vuelco ante su promesa de libertad. Seguí su mirada hacia mis manos y a la suciedad bajo mis u?as.