Obviamente ella no se había transformado nunca y me pregunté por qué. Tenía dinero para hacerlo.
—No es muy buena idea usar un amuleto para transformarse —a?adí—. Hay que atárselo o llevarlo colgado al cuello y todos mis amuletos son más grandes que un ratón. Resultaría un poco raro. Y además ?qué pasa si estoy dentro de una pared y se me cae? Muchas brujas han muerto al volver a transformarse en humanos y solidificarse con elementos extra?os como una pared o una jaula. —Me estremecí al pensarlo y removí ligeramente la cocción en el sentido de las agujas del reloj—. Además —a?adí en voz baja—, no llevaría nada de ropa al volver a convertirme en persona.
—?Ja! —exclamó Ivy y yo di un respingo—. Ahora me estás contando la verdadera razón, Rachel… ?eres tímida!
?Qué podía contestar a eso? Medio avergonzada, cerré el libro de hechizos y lo coloqué bajo la isla con el resto de mi nueva biblioteca. El temporizador sonó y apagué la llama. No quedaba mucho líquido. No tardaría en alcanzar la temperatura ambiente.
Me sequé las manos en los vaqueros y alargué el brazo por encima del desorden para alcanzar una aguja de punción digital. Antes de la Revelación, muchas brujas fingían tener una ligera diabetes para obtener estas joyitas gratis. Yo las odiaba, pero era mucho mejor que usar un cuchillo para abrirse una vena, como solían hacer en épocas menos ilustradas. Me preparé para pincharme y de pronto me entraron dudas. Ivy no podía cruzar el círculo, pero los hechos de la noche anterior estaban aún frescos en mi memoria. Dormiría en un círculo de sal si pudiese, pero la conexión continua con siempre jamas me volvería loca si no tenía un espíritu familiar que absorbiese las toxinas mentales que emitían las líneas.
—Yo, mmm, necesito tres gotas de mi sangre para activarlo —dije.
—?Ah, sí? —Su expresión no se parecía en absoluto a la que normalmente precedía a la del aura de un vampiro a la caza. Aun así no me fiaba de ella.
Asentí y a?adí:
—Quizá deberías salir.
Ivy se rió.
—Tres gotas de tu dedo no significan nada.
Aun así titubeé. Se me hizo un nudo en el estómago. ?Cómo podía estar segura de que sabría controlarse? Ivy entornó los ojos y sus mejillas pálidas enrojecieron. Si insistía en que se marchase, se ofendería, estaba convencida. Y yo no quería que supiese que le tenía miedo. Dentro del círculo estaba a salvo. Si podía detener a un demonio, un vampiro era pan comido.
Respiré hondo y me pinché el dedo. Se me nubló la vista, me recorrió un escalofrío y luego nada. Relajé los hombros. Envalentonada, me apreté la yema del dedo para dejar caer tres gotas en la poción. El líquido marrón lechoso parecía igual, pero mi olfato me decía que ahora era diferente. Cerré los ojos, inspirando el olor a hierba y cereales hasta mis pulmones. Necesitaría tres gotas más de mi sangre para activar cada dosis antes de usarla.
—Huele diferente.
—?Qué? —Salté, arrepintiéndome de mi reacción. Me había olvidado de que Ivy seguía allí.
—Tu sangre huele diferente —dijo Ivy—. Huele como a madera, a especias, como a tierra, pero tierra viva. La sangre humana no huele así, ni la de los vampiros.
—Ah —musité. No me gustaba que pudiese oler tres gotas de mi sangre desde el otro lado de la habitación y a través de una barrera de siempre jamás; pero era tranquilizador saber que nunca había desangrado a una bruja.
—?Serviría mi sangre? —preguntó muy interesada.
Negué con la cabeza removiendo nerviosa la poción.
—No, tiene que ser la sangre de una bruja o hechicero. No es por la sangre sino por las enzimas que contiene. Actúan como catalizador.
Ivy asintió. Puso su ordenador en reposo y se acomodó en su silla para observarme.
Me froté la yema del dedo para limpiarme la sangre. Como la mayoría, esta receta producía siete hechizos. Los que no usase hoy, podía almacenarlos como pociones. Si las ponía en un amuleto, durarían un a?o. Pero no me transformaría con un amuleto por nada del mundo.
Los ojos de Ivy estaban fijos en mí mientras cuidadosamente dividía la poción en viales del tama?o de un pulgar y los cerraba bien. Listo. Lo único que me quedaba por hacer era romper el círculo y mi conexión con la línea luminosa. Lo primero era fácil, lo segundo era un poquito más complicado.
Le dediqué una breve sonrisa a Ivy y con mi zapatilla peluda rosa abrí un hueco en la sal. El entorno de poder de siempre jamás se onduló. Respiré haciendo ruido por la nariz cuando toda la fuerza que había estado fluyendo en el círculo ahora fluía a través de mí.
—?Qué pasa? —preguntó Ivy preocupada y alerta desde su silla.
Hice un esfuerzo consciente para respirar con normalidad, pensando que podría estar hiperventilando. Me sentía como un globo demasiado hinchado. Con los ojos fijos en el suelo le hice un gesto con la mano para que no se acercase.