Bruja mala nunca muere

Ivy pareció atragantarse con una risita y volví al índice. Un murciélago tampoco, no tenía un fresno en el jardín y probablemente necesitase un poco de su corteza. Además, no pensaba pasar el resto de la noche aprendiendo a volar por ecolocalización. Lo mismo pasaba con los pájaros. La mayoría de los de la lista no volaban de noche. Un pez era bastante estúpido, pero quizá…

 

 

—Un ratón —dije buscando la página y leyendo la lista de ingredientes. Nada era demasiado exótico. Casi todo lo que necesitaba lo tenía ya en la cocina. Había una nota manuscrita al final y forcé la vista para leer la letra masculina casi borrada: ?Se puede adaptar para cualquier tipo de roedor?. Miré el reloj. Esto me valdría.

 

—?Un ratón? —dijo Ivy—. ?Te vas a transformar en ratón?

 

Me levanté, me dirigí a la isla de acero inoxidable del centro de la cocina y coloqué el libro encima.

 

—Claro, tengo todo lo necesario, menos el pelo de ratón. —Arqueé una ceja—. ?Crees podría sacarlo de las egagrópilas de tus búhos? Tengo que colar la leche con pelo de ratón.

 

Ivy se echó hacia atrás su negra melena por encima del hombro con cara de sorpresa.

 

—Pues claro, te lo traigo ahora. —Sacudiendo la cabeza, cerró la página que estaba mirando y se levantó desperezándose tanto que dejó al descubierto media barriga. Parpadeé sorprendida al ver la joya roja que adornaba su ombligo y aparté la vista rápidamente—. Tengo que sacarlos de todas formas —dijo, volviendo a una postura más normal.

 

—Gracias. —Me concentré de nuevo en mi receta repasando lo que necesitaba exactamente y reuniéndolo todo en la isla. Para cuando Ivy volvió sigilosamente del campanario, todo estaba pesado y listo. Lo único que faltaba era hacer el hechizo.

 

—Todo tuyo —dijo Ivy, dejando el burujo en la encimera para ir a lavarse las manos.

 

—Gracias —susurré. Cogí un tenedor y lentamente rebusqué en la bola como de fieltro, separando tres pelos de entre unos huesecillos. Hice una mueca, pero me recordé a mí misma que la egagrópila no había pasado por toda la digestión del búho, solo la había regurgitado.

 

Tomando un pu?ado de sal, me volví hacia Ivy.

 

—Voy a hacer un círculo de sal. No intentes atravesarlo, ?vale? —Se quedó mirándome y asintió—. Es un hechizo potencialmente peligroso. No quiero que entre nada en el caldero accidentalmente. Puedes quedarte en la cocina, pero no traspases el círculo —a?adí.

 

Con aire de inseguridad Ivy asintió y dijo:

 

—Vale.

 

Creo que me gustaba verla confusa. Hice el círculo más grande de lo habitual, encerrando la isla con toda mi parafernalia dentro. Ivy se impulsó para sentarse en una esquina de la encimera. Tenía los ojos abiertos de par en par por la curiosidad. Si pensaba hacer esto muy a menudo quizá me mereciese la pena perder la fianza y grabar un surco en el linóleo. ?De qué me servía la fianza si acababa muerta por culpa de un hechizo malogrado?

 

Mi corazón latía con rapidez. Hacía mucho que no cerraba un círculo y tener a Ivy observándome me ponía nerviosa.

 

—Está bien… —murmuré. Inspiré lentamente intentando vaciar mi mente y cerré los ojos. Paulatinamente mi segunda visión comenzó a enfocarse.

 

No solía hacer esto ya que resultaba confuso, como todas las salidas. Un viento que no era de este lado de la realidad levantó los mechones más finos de mi pelo. Arrugué la nariz por el olor a ámbar quemado. Inmediatamente sentí como si estuviese fuera. Las paredes que me rodeaban se desvanecían como sombras plateadas. Ivy, incluso más transitoria que la iglesia, había desaparecido. Solo quedaba el paisaje y las plantas cuyas siluetas oscilaban con el mismo brillo rojizo que espesaba el aire. Era como si estuviese de pie en el mismo punto pero antes de que la humanidad lo descubriese. Se me puso la piel de gallina al comprobar que las tumbas existían en ambos mundos, tan blancas y sólidas como la luna, si esta hubiese salido.

 

Con los ojos aún cerrados, alargué la mano con mi segunda visión, buscando la línea luminosa más cercana.

 

—Maldita sea —murmuré sorprendida al ver una corriente de poder rojiza que justo atravesaba el cementerio—. ?Sabías que hay una línea luminosa atravesando el cementerio?

 

—Sí —contestó en voz baja Ivy. Su voz no provenía de ninguna parte.

 

Estiré mi voluntad y toqué la línea. Mi nariz se ensanchó al invadirme la fuerza, impulsando mis extremidades teóricas hacia atrás hasta que el poder se equilibró. La universidad estaba construida sobre una línea luminosa tan grande que podía ser alcanzada casi desde cualquier lugar de Cincinnati. La mayoría de las ciudades están construidas sobre al menos una. Manhattan tiene tres de un tama?o considerable. La línea luminosa más grande de la Costa Este atravesaba una granja a las afueras de Woodstock. ?Coincidencia? Yo creo que no.