Ivy exhaló, estremeciéndose entera. Su aliento envió una onda que reverberó a través de mí. Mis ojos se abrieron como platos, sorprendidos y desconcertados al identificar en mí el deseo. ?Qué co?o estaba pasando? Yo era hetero. ?Por qué de repente quería descubrir lo suave que era su pelo?
Lo único que tenía que hacer era alargar la mano. Estaba a pocos centímetros de mí. Preparada, esperando, en silencio, podía oír los latidos de mi corazón haciendo eco en mis oídos. Aterrorizada vi como Ivy rompía el contacto visual para bajar los ojos por mi garganta hacia donde me palpitaba el pulso.
—?No! —grité presa del pánico.
Pataleé, jadeando aterrorizada al notar su peso sobre mí, atrapándome contra el sillón.
—?Ivy, no! —chillé. Tenía que quitármela de encima. Traté de moverme. Llené los pulmones soltándolo todo en un grito de impotencia. ?Cómo podía haber sido tan estúpida? ?Era una vampiresa!
—Rachel, para.
Su voz era calmada y suave. Con una sola mano sujetaba mi pelo, forzando mi cabeza hacia atrás para dejar al descubierto todo mi cuello. Me hacía da?o y me oí a mí misma gimotear.
—Estás complicando las cosas —dijo y yo me revolví jadeando. Su presión contra mi mu?eca se hizo más firme hasta hacerme da?o.
—Deja que me vaya… —dije sin resuello como si hubiese estado corriendo—. Dios, ayúdame, Ivy. Déjame, por favor. No quiero que me hagas esto —le supliqué. No podía evitarlo. Estaba aterrorizada. Había visto lo que pasaba en las películas. Dolía. Dios, me iba a doler mucho.
—Para —dijo de nuevo. Su voz sonaba tensa—. Rachel. Estoy intentando soltarte, pero tienes que parar. Estás empeorando las cosas. Tienes que creerme.
Tomé aire entrecortadamente. La miré. Su boca estaba a pocos centímetros de mi oreja. Sus ojos estaban negros, el hambre que podía ver en ellos contrastaba terriblemente con el tranquilo sonido de su voz. Sus ojos estaban fijos en mi cuello. Una gota de cálida saliva cayó en mi piel.
—Dios mío, no —murmuré estremeciéndome.
Ivy tembló, estremeciéndose allí donde su cuerpo tocaba el mío.
—Rachel, para —volvió a decir y el pánico se apoderó de nuevo de mí en su máximo esplendor. Mi respiración se hacía cada vez más ahogada. Realmente intentaba apartarse de mí, y por lo que parecía estaba perdiendo la batalla.
—?Qué hago? —murmuré.
—Cierra los ojos —dijo—, necesito tu colaboración. No sabía que sería tan difícil.
Se me secó la boca al oír el tono de ni?a perdida de su voz. Necesité reunir toda mi voluntad para cerrar los ojos.
—No te muevas.
Su voz era suave como la seda. Me recorrió un latigazo. Sentía náuseas. Notaba el pulso golpeando contra mi piel. En lo que me pareció un minuto entero, me quedé tumbada bajo su peso, con todos mis instintos gritándome que saliese corriendo. Los grillos cantaban fuera y yo notaba cómo las lágrimas resbalaban entre mis párpados temblorosos. Notaba el aliento de Ivy acercarse y alejarse de mi desprotegido cuello.
Grité cuando me soltó el pelo. Seguía respirando con dificultad cuando me liberó de su peso. Ya no la olía. Seguí inmóvil.
—?Puedo abrir los ojos ya? —musité.
No hubo respuesta.
Me incorporé en el sillón y estaba sola. Sonó el lejano ruido de la puerta del santuario cerrándose y la rápida cadencia de sus botas en la acera y luego nada. Aturdida y conmocionada me sequé los ojos con la mano y luego me toqué el cuello, notando su gota fría de saliva. Recorrí la habitación con la vista sin encontrar nada de calidez en el gris. Se había ido.
Agotada, me levanté sin saber qué hacer. Me rodeé con los brazos tan fuerte que me hice da?o. Mis pensamientos volvieron al horror y, antes de aquello, al sentimiento de deseo que me había invadido, potente y denso. Había dicho que solo podía seducir a quienes lo deseaban. ?Me había mentido o acaso en el fondo yo deseaba que me inmovilizase en el sillón y me abriera la garganta?
Capítulo 7
Los rayos del sol ya no entraban en la cocina, pero seguía haciendo calor. No el suficiente para calentar mi alma, pero era agradable. Seguía viva. Tenía todas las partes de mi cuerpo y mis fluidos intactos. Era una buena tarde.