Levanté la vista, mordiendo una zanahoria.
—Tenía que hacer algo. Pasé un a?o entero viendo cómo se le iba la pinza a mi madre. No está loca, pero es como si se negase a creer que él se ha ido. Es imposible hablar con ella sin que te diga cosas como: ?Hoy he hecho pudin de plátano. Era el favorito de tu padre?. Sabe que está muerto, pero se niega a pasar página.
Ivy miraba a través de la oscura ventana de la cocina, perdida en sus recuerdos.
—Mi padre es igual. Se pasa la vida hablando de mi madre. Lo odio.
Dejé de masticar. No había muchos vampiros que pudieran permitirse seguir vivos tras la muerte. Las elaboradas precauciones contra el sol y los seguros de responsabilidad civil ya ponían en apuros a muchas familias. Por no mencionar el constante suministro de sangre fresca.
—Casi nunca lo veo —a?adió en un susurro—. No lo entiendo, Rachel. Tiene toda una vida por delante, pero no la deja obtener la sangre que necesita de nadie más. Si no está con ella, está desmayado en el suelo por la pérdida de sangre. Evitar que ella se muera del todo está acabando con él. Una persona sola no puede alimentar a un vampiro muerto y ambos lo saben.
La conversación había tomado un cariz incómodo, pero no podía irme sin más.
—Quizá lo hace porque la quiere —apunté en voz baja. Ivy frunció el ce?o.
—?Qué clase de amor es ese? —Se levantó descruzando sus largas piernas en un grácil movimiento. Con la caja de cartón aún en la mano desapareció por el pasillo.
El repentino silencio me martilleó los oídos. Me quedé mirando perpleja su silla vacía. Se había largado. ?Cómo se atrevía? Estábamos hablando. La conversación se había puesto demasiado interesante para dejarla a medias, así que bajé de la mesa y la seguí hacia la salita con mi cena en la mano.
Ivy se había tirado en uno de los sillones de ante gris, estirada, aparentando total indiferencia, con la cabeza sobre el ancho reposabrazos y los pies colgando sobre el otro. Dudé un momento en el umbral de la puerta, desconcertada por la imagen que ofrecía.
Como una leona en su guarida saciada tras la caza. Bueno, al fin y al cabo era una vampiresa, ?qué pinta esperaba que tuviese?
Me recordé a mí misma que no era una vampiresa practicante y que no tenía nada que temer. Con cautela me acomodé en el sillón frente a ella, con la mesita de café entre ambas. Solo una de las lámparas de sobremesa estaba encendida y los rincones más alejados de la habitación resultaban poco definidos y ocultos en las sombras. Las luces del equipo de música brillaban.
—Entonces, ?fue idea de tu padre que te unieses a la SI? —apunté.
Ivy se había colocado su cajita blanca sobre el estómago. Sin mirarme seguía tumbada mordisqueando un brote de bambú, mirando al techo mientras masticaba.
—En un principio fue idea de mi madre. Quería que estuviese en un cargo directivo. —Ivy se metió en la boca otro trocito de comida—. Se suponía que estaría a salvo y tranquila. Creía que sería bueno para mí ejercitar las habilidades de mi gente. —Se encogió de hombros—. Pero yo quería ser cazarrecompensas.
Me quité las zapatillas y me senté sobre los pies, acurrucada junto a mi comida para llevar. Miré furtivamente a Ivy mientras deslizaba lentamente los palillos entre sus labios. La mayoría de los altos cargos de la SI eran no muertos. Siempre creí que era porque el trabajo resultaba más fácil si uno no tenía alma.
—No tenía derecho a impedírmelo —continuó contando Ivy, hablándole al techo—. Así que para castigarme por hacer lo que deseaba yo en lugar de lo que quería ella se aseguró de que Denon fuese mi jefe. —Se le escapó una risita—. Ella creía que me molestaría tanto que pasaría a un cargo directivo en cuanto hubiese una vacante. Nunca se imaginó que cambiaría toda mi herencia por romper mi contrato. Supongo que se lo he dejado bien claro ahora —dijo con sarcasmo.
Esquivé una diminuta mazorquita de maíz para coger un trozo de tomate.
—?Has dilapidado tu dinero porque no te gustaba tu jefe? A mí tampoco me gustaba pero…
Ivy se incorporó. La fuerza de su mirada me dejó helada. Las palabras se me congelaron en la garganta ante el odio que despedía su expresión.
—Denon es un gul —dijo Ivy acabando con toda la calidez de la habitación con sus palabras—. Si hubiera tenido que aguantar sus críticas un día más, creo que le hubiera rajado la garganta.
Titubeé un instante.
—?Un gul?, creía que era un vampiro —dije confusa.
—Lo es. —Como no dije nada más, Ivy se giró para poner las botas en el suelo—. A ver —dijo molesta—, seguro que te has fijado que Denon no tiene aspecto de vampiro. Sus dientes son humanos, ?no? No puede proyectar su aura de día y hace tanto ruido al moverse que se le oye venir a un kilómetro.
—No estoy ciega, Ivy.