Bruja mala nunca muere

Tengo la experiencia justa con los palillos como para no parecer idiota, pero Ivy movía los suyos con lenta precisión, introduciendo los trocitos de comida en su boca con una cadencia rítmica, casi erótica. Aparté la mirada sintiéndome repentinamente incómoda.

 

—?Qué es? —pregunté, hurgando en mi cajita.

 

—Pollo con curri rojo.

 

—?Ah, sí? —repliqué y ella asintió. Hice un ruidito de aprobación. Ese nombre podía recordarlo. Encontré otro pedacito de carne. El curri picante explotó en mi boca y tuve que apagarlo con un trago de leche—. ?Dónde lo has comprado?

 

—En Piscary's.

 

Abrí los ojos de par en par. Piscary's era una combinación de pizzería y lugar de moda para vampiros. Muy buena comida en un ambiente especial.

 

—?Esto es de Piscary's? —dije mordiendo un brote de bambú—. Creía que solo entregaban pizzas a domicilio.

 

—Sí, normalmente sí.

 

El tono gutural de su voz me llamó la atención y advertí que estaba completamente absorta en su comida. Ivy levantó la cabeza al notar que me había quedado quieta y me dedicó un pesta?eo de sus ojos almendrados.

 

—Mi madre le dio la receta —dijo— y Piscary lo cocina especialmente para mí, no es nada del otro mundo.

 

Volvió a concentrarse en su cena. Una sensación incómoda me invadió y escuché cantar a los grillos por encima del sonido de nuestros palillos. El se?or Pez nadaba en su pecera colocada en el alféizar de la ventana. Los suaves y apagados ruidos de los Hollows por la noche se hacían casi imperceptibles debido las rítmicas sacudidas de mi ropa en la secadora.

 

No podía soportar la idea de llevar la misma ropa otra vez ma?ana, pero Jenks me había dicho que su amigo no podría deshacer la maldición de mis cosas hasta el domingo. Lo único que podía hacer era lavar la que había llevado hoy y desear no encontrarme con nadie a quien conociese. Ahora mismo llevaba puestos el camisón y la bata que Ivy me había prestado. Eran negros, por supuesto, pero ella decía que el color me sentaba bien. El ligero olor a ceniza de madera no resultaba desagradable, pero parecía que se me pegaba a la piel.

 

Miré al espacio vacío sobre el fregadero donde debería haber un reloj.

 

—?Qué hora debe de ser ya?

 

—Pasadas las tres —dijo Ivy sin mirar su reloj.

 

Rebusqué en mi comida y suspiré al comprobar que me había comido toda la pi?a.

 

—Ojalá mi ropa estuviese seca ya. Estoy hecha polvo.

 

Ivy se cruzó de piernas y se inclinó hacia delante.

 

—Acuéstate. Yo te saco la ropa. Voy a estar despierta hasta las cinco o así.

 

—No, me quedo —dije bostezando y cubriéndome la boca con el dorso de la mano—. No es que tenga que madrugar para ir a trabajar ma?ana —continué con tono agrio. Ivy emitió un gru?ido de asentimiento. Dejé de hurgar en mi comida un instante.

 

—Ivy, puedes decirme que me calle si crees que no es asunto mió pero ?por qué ingresaste en la SI si no querías trabajar para ellos?

 

Pareció sorprendida cuando levantó la mirada. Con un tono inexpresivo que lo decía todo dijo:

 

—Lo hice para fastidiar a mi madre. —Una sombra de lo que me pareció un recuerdo doloroso se cruzó en su mirada desvaneciéndose antes de que pudiera decir qué era de verdad—. Mi padre no está muy contento de que lo haya dejado —a?adió—. Me dijo que debía haberme quedado o haber matado a Denon.

 

Olvidándome por completo de la cena, me quedé mirándola fijamente sin saber si estaba más sorprendida al oír que su padre seguía vivo o por su creativo consejo de cómo ascender en la oficina.

 

—Jenks me había dicho que eras el último miembro vivo de tu familia —dije finalmente.

 

La cabeza de Ivy asintió con movimientos pausados. Sus ojos marrones me observaban. Los palillos viajaban de la caja a sus labios en una lenta danza. La sutil demostración de sensualidad me pilló desprevenida y me revolví incómoda encima de la mesa. Nunca había sido tan mala cuando habíamos trabajado juntas en el pasado, claro que solíamos terminar antes de la medianoche.

 

—Mi padre entró en la familia por matrimonio —dijo mientras comía y me preguntaba si sabría lo provocativa que resultaba—. Yo soy el último miembro de sangre de mi linaje. Gracias a los acuerdos prematrimoniales todo el dinero de mi madre es mío, o lo era. Está completamente desquiciada. Quiere que encuentre a un buen vampiro vivo de clase alta, que siente la cabeza y que tenga tantos ni?os como pueda para garantizar que su estirpe no desaparece. Me mata si me muero antes de tener un hijo.

 

Asentí como si comprendiera, pero no era verdad.

 

—Yo entré por mi padre —admití. Avergonzada hundí la vista en mi cena—. Trabajaba para la SI en la división de los arcanos. Por las ma?anas llegaba contando historias increíbles de la gente a la que había ayudado o detenido. Hacia que pareciese muy emocionante. —Me reí por lo bajo—. Nunca mencionó todo el papeleo. Cuando murió, creí que sería una forma de estar más cerca de él, de recordarlo. Qué tontería, ?no?

 

—No.