Bruja mala nunca muere

Para describirlo en pocas palabras podríamos decir que el jefe parecía un luchador profesional con un doctorado en zalamería: un tipo grande, con músculos marcados y un bronceado perfecto. Creo que fue gorila de discoteca en una vida anterior. Al igual que Ivy, Denon era un vampiro vivo, pero al contrario que ella, él había nacido normal y fue convertido. Eso lo clasificaba como un vampiro de segunda clase, muy alejado de la élite.

 

Aun así Denon no era alguien a quien se debiera ignorar tras tener que trabajar duro para superar su innoble procedencia. Su sobreabundancia de músculos era por algo más que por estética: lo mantenían con vida entre su parentela de adopción, mucho más fuertes. Poseía ese aspecto de edad indefinida de aquellos que se alimentaban regularmente de no muertos. únicamente los no muertos podían convertir en vampiros a los humanos y a juzgar por su saludable aspecto, Denon era uno de los favoritos. Media oficina quería ser su juguetito sexual. A la otra mitad les provocaba terror. Yo me contaba orgullosamente entre los miembros activos de la segunda mitad.

 

Me temblaban las manos al sujetar la taza de café del día anterior y fingí dar un sorbito. Sus brazos se movían como pistones al andar. Su polo amarillo resaltaba sobre los pantalones negros con la raya perfecta que se ajustaban alrededor de sus musculosas piernas y esbelta cintura. La gente se apartaba a su paso. Algunos incluso abandonaron la planta. Qué Dios me ayude, si mi deseo no había funcionado y me había descubierto.

 

Las paredes de separación de un metro veinte crujieron cuando Denon se apoyó en ellas. No me atreví a mirar, sino que intenté concentrarme en los agujeros que habían dejado las chinchetas en la pared. La piel de mis brazos se erizó como si Denon me hubiese tocado. Su presencia parecía levantar un remolino a mi alrededor, rebotando en las paredes de mi cubículo y elevándose hasta dar al impresión de estar también a mis espaldas. Se me aceleró el pulso e intenté concentrarme en Francis.

 

El pelota se había parapetado en la mesa de Joyce y se estaba desabrochando un botón de su chaqueta de poliéster azul. Sonreía ampliamente mostrando su perfecta dentadura, obviamente con fundas. Mientras lo observaba se arremangó la chaqueta dejando ver sus enclenques bracitos. Su rostro triangular estaba enmarcado por una melena hasta las orejas, que no dejaba de apartarse de los ojos. él pensaba que el gesto era encantadoramente juvenil. Yo pensaba que parecía que acababa de despertarse. A pesar de que solo eran las tres de la tarde, una espesa barba cubría ya su cara. Se había levantado a posta el cuello de la camisa hawaiana. El chiste que corría por la oficina era que quería parecerse a Sonny Crockett, pero sus ojos bizqueaban y su nariz era demasiado larga y delgada para ni siquiera acercársele. Patético.

 

—Ya se qué está pasando aquí, Morgan —dijo Denon captando toda mi atención. Tenía ese tipo de voz gutural que solo pueden tener los hombres negros y los vampiros. Debe de existir una norma escrita en algún sitio. Grave y dulce. Persuasiva. La promesa que conllevaba me tensó la piel y la sensación de miedo me inundó.

 

—?Cómo dices? —dije alegrándome de que no se me cascase la voz. Envalentonada, lo miré a los ojos. Se me aceleró la respiración y me puse tensa. Intentaba proyectar su aura a las tres de la tarde, ?joder!

 

Denon apoyó los brazos encima de la separación. Sus bíceps se apretaron, haciendo que se le hinchasen las venas. Se me erizó el pelo de la nuca y tuve que hacer un esfuerzo por no mirar hacia atrás.

 

—Todo el mundo cree que te vas por la porquería de misiones que te he estado mandando —dijo suavizando la voz, acariciando las palabras conforme salían de sus labios—. Y no les falta razón.

 

Se irguió e hizo un movimiento brusco cuando crujió el plástico. El color marrón de sus ojos había desaparecido quedando completamente ocultos por las enormes pupilas dilatadas. Maldición.

 

—Llevo dos a?os intentando librarme de ti —continuó—. No es que tengas mala suerte —dijo sonriendo y dejándome ver su dentadura humana—. Me tienes a mí: ayudantes malos, mensajes incomprensibles, soplos a tus objetivos…, pero cuando por fin logro que te vayas te llevas a mi mejor cazarrecompensas contigo. —La expresión de sus ojos se hizo más intensa. Hice un esfuerzo por relajar las manos y atraje su mirada hacia ellas—. Eso no es nada bueno, Morgan.

 

No era culpa mía, pensé poniendo en duda mi preocupación al comprender lo que pasaba. No era yo. Todos esos errores no eran por mi culpa. Entonces Denon se acercó al hueco entre las separaciones que hacía de puerta.

 

Con un estrépito de metal y plástico me encontré de pronto arrinconada contra mi mesa. Arrugué unos papeles y el ratón se cayó de la mesa, quedándose colgado del cable. Los ojos de Denon eran todo pupilas negras. El pulso me martilleaba la sien.