Bruja mala nunca muere

El sonido y el olor de la carne asada me atrajeron hacia la ventana y me asomé por encima del se?or Pez en el alféizar para ver mejor. Nick llevaba un delantal que decía ?No muerdas al cocinero, cocina lo que muerdas?. Obviamente era de Ivy. Parecía relajado y cómodo delante del fuego bajo la luna llena. Jenks estaba posado en su hombro y saltaba hacia arriba como las hojas en oto?o al viento cada vez que el fuego chisporroteaba.

 

Ivy estaba sentada a la mesa con aspecto trágico y cabizbajo leyendo la última edición del Cincinnati Enquirer a la luz de una vela. Los ni?os pixie revoloteaban por todas partes creando brillantes resplandores con sus alas transparentes al reflejar la luna llena. Sus gritos mientras martirizaban a las primeras luciérnagas irrumpían en el sordo rumor del tráfico de los Hollows, creando una mezcla agradable. Era el sonido de la seguridad, que me recordaba a las barbacoas con mi familia. Una vampiresa, un humano y una caterva de pixies eran una familia un poco rara, pero era agradable estar viva y disfrutar de la noche con mis amigos.

 

Satisfecha, cogí como pude la ensalada, el tarro de ali?o y la salsa para la carne y abrí la puerta de mosquitera. Se cerró de un golpe tras de mí y los ni?os de Jenks chillaron, dispersándose por el cementerio. Ivy levantó la vista del periódico cuando dejé la ensalada y los tarros junto a ella.

 

—Oye, Rachel —dijo—, no me contaste al final de dónde sacaste la furgoneta. ?Tuviste algún problema para devolverla?

 

—Yo no busqué la furgoneta, creía que lo habías hecho tú —contesté arqueando las cejas.

 

Al unísono nos giramos hacia Nick que seguía junto a la barbacoa dándonos la espalda.

 

—?Nick? —pregunté y se irguió imperceptiblemente. Llena de curiosidad, agarré la salsa y me acerqué lentamente. Aparté a Jenks con la mano, lo agarré por la cintura y me arrimé a él, encantada al notar cómo recuperaba el aliento y me dedicaba una mirada cargada de especulación. ?Qué demonios! Era un tío genial para ser humano.

 

—?Tú robaste la furgoneta por mí? —le pregunté.

 

—La cogí prestada —dijo parpadeando y permaneciendo inmóvil.

 

—Gracias —dije sonriéndole y pasándole el tarro de salsa.

 

—Oh, Nick —se burló Jenks poniendo voz aguda—, eres mi héroe.

 

Resoplé con tono de fastidio. Con un suspiro dejé caer el brazo que rodeaba la cintura de Nick y di un paso atrás. A mi espalda oí un resoplido risue?o de Ivy. Jenks hacía ruiditos de besos volando en círculos alrededor de Nick y de mí. Hasta que le lancé un manotazo. Jenks dio un salto hacia atrás y se quedó suspendido en el aire sorprendido de que casi lo alcanzase.

 

—Vale —dijo saliendo disparado a molestar a Ivy—, ?y cómo va tu nuevo trabajo? —dijo arrastrando las palabras y aterrizando frente a ella.

 

—Cállate, Jenks —le advirtió.

 

—?Trabajo? ?Tienes otra misión? —le pregunté a Ivy, que abrió el periódico para esconderse tras él.

 

—?No lo sabías? —dijo Jenks alegremente—. Edden lo ha arreglado con el juez para que Ivy haga trescientas horas de servicios para la comunidad por mandar a medio departamento de la AFI al hospital y allí lleva trabajando toda esta semana.

 

Con los ojos abiertos como platos me acerqué a la mesa. La esquina del periódico temblaba.

 

—?Por qué no me lo habías dicho? —dije sentándome en el banco frente a ella.

 

—Quizá porque tiene que vestir el uniforme de voluntaria —dijo Jenks. Nick y yo intercambiamos miradas incrédulas—. La vi salir para el trabajo ayer y la seguí. Tiene que ponerse una falda corta de rayitas rosas y blancas y una blusa con volantes. —Jenks se echó a reír levantando el vuelo al caerse de mi hombro—. Y medias blancas para taparse el culito. Queda de maravilla subida a su moto.

 

?Una vampiresa de voluntaria en el hospital?, pensé intentando imaginármelo. Nick no pudo reprimir una carcajada que se convirtió en una tos. Los nudillos de Ivy se volvieron blancos al aferrarse con fuerza al periódico. Entre que era tarde y que la atmósfera era muy relajada sabía que le resultaría difícil evitar proyectar su aura y esto no ayudaba.

 

—Está en el centro médico infantil, cantando y jugando a las casitas —dijo Jenks casi sin aliento.

 

—Jenks —dijo Ivy entre dientes. Bajó el periódico lentamente e hice un esfuerzo por poner una expresión impasible ante su mirada oscura.

 

Agitando las alas, Jenks hizo una mueca y abrió la boca. Ivy enrolló el periódico y a la velocidad del sonido dio un fuerte golpe. El pixie salió disparado hacia el roble, riendo.

 

Todos nos giramos al oír crujir la puerta de madera de la entrada delantera.

 

—?Hola? ?Llego tarde? —dijo la voz de Keasley.

 

—?Estamos detrás! —grité al ver la lenta sombra de Keasley avanzando por la hierba húmeda por el rocío y los silenciosos árboles y arbustos.

 

—He traído el vino —dijo cuando estuvo más cerca—, el tinto va con la carne, ?no?

 

—Gracias, Keasley —dije cogiendo la botella—, no hacía falta que te molestases.

 

Sonrió y me ofreció un sobre acolchado que llevaba bajo el brazo.