Fuera, el equipo de las noticias locales estaba haciendo su agosto, encerrados en su rincón bajo los focos y hacían gestos de excitación. Sentí un pellizco en el estómago al darme cuenta de que su presencia probablemente fuese la responsable de la muerte de Francis.
Entorné los ojos ante el calor proveniente del fuego y me abrí paso lentamente hasta donde estaba el capitán Edden, quien observaba en silencio a diez metros de la furgoneta en llamas. Sin decir nada me detuve junto a él. No me miró. El viento soplaba y tosí al notar el sabor a goma quemada. No había nada que decir. Si Francis estaba ahí, Francis estaba muerto.
—Clayton tenía un hijo de trece a?os —dijo Edden con los ojos puestos en la nube de humo.
Sentí como si me hubiesen dado un pu?etazo en el estómago e hice un esfuerzo por mantenerme en pie. Los trece no eran buena edad para perder a un padre. Yo lo sabía bien. Edden respiró hondo y se giró hacia mí. La inexpresividad de su rostro me dejó helada. Las sombras oscilantes del fuego resaltaban las pocas arrugas de su rostro.
—No te preocupes, Morgan —dijo—. El trato era que me entregarías a Kalamack. La AFI pagará tu contrato. —Una emoción se reflejó en su rostro, pero no supe decir si era rabia o dolor—. Tú me lo entregaste. Yo lo he perdido. Sin la confesión de Percy lo único que tenemos es la palabra de un brujo muerto contra la suya. Y para cuando consiga una orden de registro, los campos de cultivo de tomates de Kalamack habrán desaparecido. Lo siento. Se va a librar. Esto… —Hizo un gesto hacia el fuego— no ha sido culpa tuya.
—Edden —comencé a decir, pero él levantó la mano y se alejó caminando.
—No quiero errores —se dijo a sí mismo con un aspecto más abatido que el mío. Un agente de la AFI con un mono de EAH llegó corriendo hasta él y vaciló al ver que Edden no le hacía caso. La multitud se los tragó.
Me giré para mirar la repentina llamarada dorada y negra y me sentí fatal. Francis estaba ahí dentro, junto con mis hechizos. Supongo que no daban tanta suerte al fin y al cabo.
—Esto no es culpa tuya —dijo Nick sujetándome con un brazo al amenazar mis rodillas con doblarse de nuevo—. Tú les advertiste. Hiciste todo lo que estaba en tu mano.
Me apoyé en su brazo para evitar caerme.
—Ya lo sé —dije con tono inexpresivo, creyéndomelo.
Un camión de bomberos avanzó entre los coches aparcados despejando la calle y atrayendo una mayor cantidad de público con sus esporádicos toques de sirena.
—Rachel —dijo Jenks tirándome de la oreja de nuevo.
—Jenks —dije con amarga frustración—, déjame en paz.
—?Ojalá te caigas de tu escoba! —replicó el pixie—. Jonathan está al otro lado de la calle.
—?Jonathan! —La adrenalina bombeó dolorosamente por mi cuerpo y me solté del brazo de Nick—. ?Dónde?
—?No mires! —dijeron Nick y Jenks simultáneamente. Nick volvió a rodearme con su brazo e intentó alejarme de allí.
—?Para! —grité ignorando el dolor e intentando mirar a mis espaldas—. ?Dónde está?
—Sigue andando, Rachel —me ordenó Nick—, puede que Kalamack quiera verte muerta a ti también.
—?Malditos seáis los dos! —grité—. ?Quiero verlo!
Empecé a cojear en un intento por hacer que Nick se detuviese. De alguna manera funcionó, ya que me escurrí de su brazo y caí al asfalto formando un desmadejado ovillo. Retorciéndome logré mirar hacia el otro lado de la calle. Unos andares familiares llamaron mi atención. Sorteando al personal de protección civil y a los curiosos vi a Jonathan. El alto y refinado hombre era fácil de distinguir entre la multitud. Se dirigía con prisas hacia un coche aparcado delante del camión de bomberos. Con el estómago atenazado por la preocupación, me quedé mirando el gran coche negro sabiendo quién había dentro.
Aparté a Nick con la mano cuando intentó levantarme y maldije a los coches y a la gente que se interponían en mi línea de visión. La ventanilla trasera se bajó. La mirada de Trent se cruzó con la mía y se me cortó la respiración. A la luz de los vehículos de emergencias vi que su cara era una masa de cardenales y que tenía la cabeza vendada. La rabia en sus ojos me comprimió el corazón.
—Trent —dije con un hilo de voz a la vez que Nick se agachaba para agarrarme por debajo de los brazos para levantarme. Nick se quedó inmóvil y ambos observamos desde el suelo a Jonathan detenerse junto a la ventanilla. Se inclinó para escuchar a Trent. Se me aceleró el pulso cuando el alto hombre se irguió repentinamente y siguió la mirada de Trent hacia el otro lado de la calle, hasta mí. Me estremecí ante el odio que emanaba de Jonathan.
Los labios de Trent se movieron y Jonathan saltó. Dedicándome una última mirada se dirigió con paso tenso hacia la puerta del conductor. Oí el portazo por encima de todo el ruido que me rodeaba. No podía apartar los ojos de Trent. Su expresión seguía siendo de enfado, pero sonreía y mi preocupación se incrementó por la amenaza que implicaba. La ventanilla se cerró y el coche lentamente se alejó.