—?Rachel? —gimoteó—. Me conseguirás protección ante Kalamack, ?verdad?
La rabia me recorrió toda la espalda. Me había traicionado a mí y a todo en lo que yo creía… por dinero. Me giré hacia él. Los bordes de mi visión se volvieron grises al inclinarme sobre la mesa para ponerme frente a él.
—Te vi en la oficina de Kalamack —le dije y sus labios se quedaron sin riego sanguíneo. Lo agarré por la pechera de la camisa y le dejé un manchurrón rojo en la colorida tela—. Eres un cazarrecompensas oscuro y vas a pagarlo. —Lo empujé de vuelta a su asiento y me senté con el corazón acelerado por el esfuerzo pero satisfecha.
—?Vaya! —dijo Edden—. Que alguien lo arreste y le lea sus derechos.
Francis abrió la boca y la cerró asustado al ver a Briston sacar sus esposas de la cadera y cerrarlas alrededor de sus mu?ecas. Metí la mano en mi cabestrillo y trabajosamente me quité el brazalete amuleto. Se lo lancé a Briston, por si acaso Francis llevaba algún hechizo peligroso oculto en las mangas. Ante el consentimiento de Edden, la agente se lo colocó a Francis en la mu?eca.
La lenta y repetida advertencia Miranda sonó con su cadencia tranquilizadora. Los ojos de Francis estaban abiertos como platos y fijos en el vial. Creo que ni siquiera oía al hombre que tenía junto a él.
—?Rachel! —volvió a gritar al recuperar la voz—. ?No dejes que me mate! Me va a matar. Te he entregado a Kalamack. Quiero un trato. ?Quiero protección! ?No es así como funciona esto?
Mi mirada se cruzó con la de Edden y me limpié los restos del tomate de la mano con una servilleta áspera.
—?Tenemos que escuchar esto ahora?
Una sonrisa maliciosa y no muy agradable apareció en los labios de Edden.
—Briston, llévate a este saco de mierda a la furgoneta. Graba su confesión en cinta y por escrito. Y léele sus derechos de nuevo. No quiero errores.
Francis se levantó arrastrando la silla por el sucio suelo. Llevaba su delgada cara gacha y el pelo en los ojos.
—Rachel, diles que Kalamack me va a matar.
Miré a Edden con los labios apretados.
—Tiene razón.
Al oír mis palabras, Francis gimoteó. Sus ojos oscuros parecían angustiados, como si no estuviese seguro de si debía alegrarse o entristecerse de que alguien se tomase sus preocupaciones en serio.
—Ponedle una manta EAH —dijo Edden con tono molesto—. Mantenedlo a salvo.
La tensión de mis hombros se relajó. Si ocultaban a Francis lo suficientemente rápido, estaría a salvo.
Briston miró a las cajas.
—?Y los, eh, tomates, capitán?
Su sonrisa se hizo más amplia al inclinarse sobre la mesa con cuidado para no tocar la pulpa despachurrada.
—Dejémoslos para el equipo de recogida de pruebas.
Obviamente aliviada, Briston le hizo un gesto a Clayton.
—?Rachel! —balbuceó Francis mientras tiraban de él hacia la puerta—. Me vas a ayudar, ?verdad? ?Lo contaré todo!
Los cuatro agentes de la AFI lo acompa?aron fuera bruscamente. Los tacones de Briston resonaban rítmicamente. La puerta se cerró y cerré los ojos agradeciendo por fin el silencio.
—?Menuda noche! —murmuré.
La risita de Edden me hizo abrir los ojos.
—Te debo una, Morgan —dijo con tres servilletas de papel y el vial blanco manchado de pulpa de tomate entre sus dedos—. Después de verte con esos dos brujos, no sé por qué Denon tenía tanto interés en librarse de ti. Eres una cazarrecompensas estupenda.
—Gracias —susurré con un suspiro y estremeciéndome al recordar que me había enfrentado a dos brujos de líneas luminosas a la vez. Había faltado poco. Si Edden no hubiese desconcentrado al tercer brujo y roto la red, estaría muerta—. Gracias por cubrirme las espaldas, quiero decir —dije en voz baja.
La ausencia de los agentes de la AFI hizo salir a Nick de su rincón, y me ofreció un vaso de plástico con lo que una vez quizá fue café. Cuidadosamente se agachó para sentarse en la silla junto a mí, mirando nervioso las tres cajas y la mesa manchada por el tomate. Al parecer, ver a Edden tocar uno le había infundido valor. Le dediqué una sonrisa cansada y agarré con la mano buena el café para aprovechar su calor.
—Le agradecería mucho si pudiese informar a la SI de que va a pagar mi contrato —dije—. Antes de salir de esta sala —a?adí acurrucándome más aún en la manta de EAH.
Edden dejó el vial en la mesa con lentitud reverencial.
—Con la confesión de Percy, Kalamack no podrá volver a escaparse a golpe de talonario. —Una sonrisa se dibujó en su cuadrado rostro—. Clayton me ha confirmado que también tenemos el azufre del aeropuerto. Debería salir de mi despacho más a menudo.
Di un sorbo a mi café. La bazofia amarga me llenó la boca y tragué de mala gana.