—?Y qué pasa con esa llamada? —dije dejando el vaso en la mesa y mirando el amuleto que seguía brillando rojo en mi regazo.
Edden se sentó emitiendo un gru?ido y sacó un fino teléfono móvil. Sujetándolo con la mano izquierda presionó un solo número con el pulgar. Miré a Jenks para ver si se había fijado. Las alas del pixie se agitaron y con una mirada impaciente se deslizó por el brazo de Nick y caminó con rigidez por la mesa hasta mí. Lo subí hasta mi hombro antes de que me lo pidiese.
—Tiene a la SI en marcación rápida —me susurró acercándose a mi oreja.
—No me digas —dije, notando el tirón del esparadrapo al intentar levantar las cejas.
—Voy a regodearme al máximo con esto —dijo Edden recostándose en la silla mientras el teléfono sonaba. El vial blanco seguía de pie frente a él en la mesa como si fuese un diminuto trofeo—. ?Denon! —gritó—. Hay luna llena la semana que viene, ?cómo va todo?
Me quedé boquiabierta. No era a la si a quien Edden tenía en marcación rápida. Era a mi antiguo jefe. ?Y seguía vivo? ?El demonio no lo había matado? Debía de tener a otra persona para hacerle el trabajo sucio.
Edden carraspeó, obviamente malinterpretando mi sorpresa, antes de devolver su atención a la conversación telefónica.
—Eso es estupendo —dijo, interrumpiendo a Denon—. Oye, quiero que canceles la amenaza de muerte sobre la se?orita Morgan. ?La conoces? Solía trabajar para ti.
Hubo una breve pausa y casi oí lo que contestó Denon, de lo alto que hablaba. Sobre mi hombro, Jenks agitaba sus alas, alterado. Una taimada sonrisa se dibujó en los labios de Edden.
—?La recuerdas? —dijo Edden—. Estupendo. Retira a tu gente. Nosotros pagaremos su contrato. —De nuevo una pausa, y su sonrisa se amplió—. Denon, me ofendes. Sabes que no puede trabajar para la AFI. Te transferiré el dinero cuando la oficina de contabilidad abra por la ma?ana. Ah, ?y podrías enviarme uno de tus coches a la estación principal de autobuses? Tengo a tres brujos que deben pasar a custodia del inframundo. Estaban formando jaleo y como estábamos en el barrio los hemos detenido por ti.
Se escuchó una retahila de palabras airadas al otro lado y Jenks soltó un bufido.
—Uuuuhhh, Rachel —tartamudeó—, está muy cabreado.
—No —dijo Edden con rotundidad, sentándose derecho. Obviamente estaba disfrutando—. No —repitió sonriente—, debiste pensarlo antes de enviarlos a por ella.
Las mariposas de mi estómago luchaban por salir.
—Dile que disuelva el amuleto maestro asociado a mí —dije, y dejé caer el amuleto que repiqueteó sobre la mesa, como un secreto vergonzoso.
Edden tapó con una mano el teléfono, ahogando la airada voz de Denon.
—?El qué?
Mis ojos estaban fijos en el amuleto. Seguía brillando.
—Dile —dije inspirando lentamente—, que quiero que disuelva el amuleto maestro asociado a mí. Todos los equipos de asesinos que me están amenazando tienen un amuleto como este. —Lo toqué con un dedo preguntándome si el hormigueo que sentía era real o imaginario—. Mientras siga brillando no pararán.
Arqueó las cejas.
—?Un amuleto que indica que sigues viva? —preguntó y yo asentí ofreciéndole una sonrisa amarga. Era una cortesía entre grupos de asesinos, así nadie malgastaba su tiempo planeando el asesinato de alguien que ya estaba muerto.
—Esto, Denon —dijo Edden con tono alegre volviendo a acercarse el teléfono al oído—, sé buen chico y anula el amuleto que indica que Morgan sigue viva para que pueda irse a casa a dormir.
La encolerizada voz de Denon sonó muy alto a través del peque?o altavoz. Di un respingo cuando Jenks se echó a reír, saltando para sentarse en mi pendiente. Me humedecí los labios y miré fijamente al amuleto, deseando que se apagase. Nick me puso la mano en el hombro y di un respingo. Volví a fijar los ojos en el amuleto con una intensidad voraz.
—?Ya! —exclamé al ver el disco parpadear y apagarse—. ?Mirad! ?Se ha apagado!
Me martilleaba el pulso y cerré los ojos durante un instante, visualizando los amuletos apagarse por toda la ciudad. Denon debía de llevar el amuleto maestro con él para enterarse de mi muerte en el momento exacto en el que los asesinos tuviesen éxito. Era un verdadero enfermo.
Con los dedos temblorosos recogí el amuleto. El disco parecía pesado en mi mano. Intercambié una mirada con Nick. Parecía tan aliviado como yo y sonreía de oreja a oreja. Exhalé aliviada, me apoyé en el respaldo de la silla y deslicé el amuleto en mi bolso. Mi amenaza de muerte había desaparecido. Las preguntas airadas de Denon seguían retumbando en el teléfono. Edden sonrió aun más.
—Enciende la televisión, Denon, amigo mío —dijo, alejando el teléfono de su oído un momento—. He dicho que enciendas la televisión, ?enciende la tele! —le gritó acercándoselo de nuevo. Edden me miró—. ?Adiós, Denon! —dijo poniendo voz aguda—. Nos vemos en la iglesia.