Bruja mala nunca muere

Entré arrastrando los pies con un hormigueo de emoción que me aceleraba el pulso mientras escrutaba el largo mostrador buscando a Francis.

 

—Allí está —susurré.

 

Casi oculto tras un árbol artificial, Francis estaba hablando con una joven de uniforme. Los encantos de Percy estaban surtiendo los efectos habituales y la mujer parecía molesta. Había tres cajas en el mostrador junto a él. La continuidad de mi existencia dependía del contenido de esas cajas.

 

Nick tiró de mi codo con suavidad.

 

—Siéntese aquí, madre —dijo.

 

—Vuelve a llamarme así y ya me encargaré yo de tu planificación familiar —le amenacé.

 

—Madre —dijo Jenks abanicándome el cuello con las alas a rachas intermitentes.

 

—Ya basta —dijo Edden bajito pero con un tono de severidad nuevo hasta ahora. Sus ojos no se habían apartado de Francis ni un segundo—. Vosotros tres os vais a sentar allí a esperar. Que no se mueva nadie a no ser que Percy intente marcharse. Voy a asegurarme de que esas cajas no lleguen a ningún autobús. —Con la vista aún sobre Francis, se llevó la mano al arma que tenía oculta bajo la chaqueta y discretamente se dirigió al mostrador. Edden le sonrió abiertamente a otro de los empleados incluso antes de acercarse siquiera.

 

?Que nos sentáramos a esperar? Sí, eso sonaba bien.

 

Cedí a la suave presión de Nick y me acerqué a la fila de sillas. Eran naranjas, lo mismo que las de la AFI y parecían igualmente incómodas. Nick me ayudó a sentarme en una de ellas y se sentó junto a mí. Se estiró y fingió echarse una siesta con los ojos entrecerrados mientras observaba a Francis. Yo me senté muy derecha con el bolso en el regazo, apretándolo como había visto hacer a las viejecitas. Ahora sabía por qué. Me dolía todo y parecía que me fuese a romper en pedazos si me relajaba. Un ni?o chilló y di un respingo. Aparté la vista de Francis, que seguía ocupado poniéndose en ridículo él solo y observé al resto de usuarios. Había una madre cansada con tres ni?os, uno de ellos aún con pa?ales, que discutía con un empleado acerca de la interpretación de un vale. Un pu?ado de hombres de negocios absortos en sus asuntos avanzaban a grandes zancadas como si esto fuese únicamente una pesadilla y no la realidad de su existencia. Una pareja de enamorados se apretujaban peligrosamente cerca, probablemente huyendo de sus padres. Unos vagabundos. Un andrajoso anciano llamó mi atención y me gui?ó un ojo.

 

Me asusté. Este lugar no era seguro. La SI podía estar en cualquier sitio lista para cazarme.

 

—Relájate, Rachel —susurró Jenks a mi oído como si me leyese la mente—. La SI no te va a cazar con el capitán de la AFI en la misma sala.

 

—?Cómo estás tan seguro? —dije.

 

Sentí el aire en mi cuello cuando agitó sus inútiles alas.

 

—No lo estoy.

 

Nick abrió los ojos y se sentó.

 

—?Cómo estás? —me preguntó en voz baja.

 

—Estoy bien —dijo Jenks—, gracias por preguntar. ?Te he dicho ya que un merluzo de la AFI me ha roto una maldita ala? Mi mujer me va a matar.

 

—Hambrienta y exhausta —contesté con una sonrisa.

 

Nick me miró un instante antes de volver a fijar los ojos en Francis.

 

—?Quieres algo de comer? —Hizo sonar las monedas de su bolsillo. Era el cambio de la carrera en taxi a la AFI—. Tienes bastante para algo de la máquina de allí.

 

Dejé que mis labios se curvaran en una sonrisa cansada. Era agradable que alguien se preocupase por mí.

 

—Sí, gracias. Algo con chocolate.

 

—Chocolate —afirmó Nick levantándose.

 

Desde las máquinas expendedoras podía seguir mirando a Francis al otro lado de la sala. El muy cargante estaba echado encima del mostrador, probablemente intentando conseguir el número de teléfono de la chica. Contemplé a Nick alejándose. Para estar tan delgado la verdad es que se movía con gracia. Me pregunté qué habría hecho para caer en una redada de la AFI.

 

—Algo con chocolate —dijo Jenks imitándome con voz aguda—. Ooohh, Nick, ?eres mi héroe!

 

—?Que te den! —repliqué más por costumbre que por otra cosa.

 

—?Sabes una cosa, Rachel? —dijo Jenks acomodándose aun más en mi hombro—. Vas a ser una abuelita verdaderamente rara.

 

Estaba demasiado cansada para pensar una respuesta. Respiré hondo y muy despacio para que no me doliese nada. Mis ojos pasaban de Francis a Nick y notaba la tensión en el estómago por la anticipación del momento.

 

—Jenks —dije, contemplando la alta figura de Nick frente a la máquina de chocolatinas con la cabeza inclinada sobre las monedas de su mano—, ?qué piensas de Nick?

 

El pixie bufó, y al ver que hablaba en serio se lo pensó.

 

—No está mal —dijo—. No haría nada que te hiciese da?o. Tiene complejo de héroe y tú pareces necesitar que te rescaten. Tenías que haber visto su cara cuando estabas tumbada en el sofá de Ivy. Creía que se iba a criar malvas. Pero no esperes que comparta tus ideas acerca del bien y del mal.

 

Arrugué las cejas haciéndome da?o en la cara.

 

—?Magia negra? —susurré—. ?Oh, Dios!, Jenks, ?no me digas que es practicante?