Bruja mala nunca muere

La cabeza me daba vueltas. Esperé a que el coche pasara para hablar de nuevo. El motor rugía como si el conductor fuese a treinta por encima del límite de velocidad, pero el coche apenas se movía. Las marchas chirriaron con un sonido familiar. Francis, pensé, conteniendo la respiración.

 

—?Es Francis! —gritamos a la vez Jenks y yo mientras me giraba para comprobar que tenía el faro trasero roto. Se me nubló la vista por la repentina punzada al girarme, pero casi me encaramé al asiento trasero con Jenks aún en mi hombro—. ?Ese es Francis! —volví a gritar con el corazón en la boca—. Da la vuelta. ?Para! Es Francis.

 

Edden dio un pu?etazo sobre el salpicadero.

 

—?Maldita sea! —dijo—, llegamos tarde.

 

—?No! —grité yo—, ?no lo entiende? Trent solo ha cambiado el azufre por los biofármacos. La SI no ha llegado todavía, ?Francis los está cambiando!

 

Edden se me quedó mirando. En su cara se alternaban las luces y sombras del acceso hacia el aeropuerto.

 

—?Francis tiene los fármacos! ?Da la vuelta! —grité.

 

La furgoneta se detuvo en un semáforo.

 

—?Capitán? —interpeló el conductor.

 

—Morgan —dijo Edden—, está loca si piensa que voy a dejar escapar la oportunidad de robarles un alijo de azufre justo de delante de sus narices a los de la SI. Ni siquiera sabe seguro si era él o no.

 

Jenks se rió.

 

—Ese era Francis. Rachel le quemó el embrague a conciencia.

 

Esbocé una mueca.

 

—Francis tiene los biofármacos. Los van a transportar en autobús. Me apuesto lo que sea.

 

Edden entornó los ojos y apretó la mandíbula.

 

—Está bien —dijo—. Clayton, da la vuelta.

 

Me hundí en el asiento, dejando escapar el aliento que había estado conteniendo sin darme cuenta.

 

—?Capitán?

 

—Ya me has oído —dijo, obviamente no muy contento—, da la vuelta. Haz lo que dice la bruja. —Se giró hacia mí con la cara tensa—. Más le vale llevar razón, Morgan —dijo casi en un gru?ido.

 

—La tengo —dije y noté que se me revolvía el estómago. Me apoyé en el respaldo preparándome ante el repentino giro de la situación. Más me valía tener razón, pensé, mirando a Nick.

 

Un camión de la si pasó junto a nosotros en sentido al aero puerto, silencioso pero con las luces parpadeantes. Edden golpeó el salpicadero con tanta fuerza que me sorprendió que el airbag no saltase. Arrancó la radio de su soporte.

 

—?Rose! —bramó—, ?ha encontrado la brigada canina algo en la estación de autobuses?

 

—No, capitán. Están de vuelta.

 

—Mándalos de nuevo allí —dijo—. ?A quién tenemos de paisano en los Hollows?

 

—?Se?or? —dijo confusa.

 

—?Quién está en los Hollows que no hayamos mandado al aeropuerto? —gritó.

 

—La agente Briston está en el centro comercial de Newport de paisano —dijo Rose. El lejano timbre de un teléfono se inmiscuyó en la conversación—. ?Qué alguien lo coja! —gritó y hubo un instante de silencio—. Gerry está de apoyo, pero va de uniforme.

 

—Gerry —masculló Edden no muy emocionado—, mándalos a la estación de autobuses.

 

—Briston y Gerry a la estación de autobuses —repitió lenta mente Rose.

 

—Diles que usen sus EAH —a?adió Edden, lanzándome una mirada.

 

—?EAH? —preguntó Nick.

 

—Equipo antihechizos —dije y él asintió.

 

—Buscamos a un hombre blanco de unos treinta a?os. Brujo. De nombre Francis Percy. Cazarrecompensas de la SI.

 

—No es más que un simple hechicero —interpelé agarrándome ante un repentino frenazo en un semáforo.

 

—El sospechoso puede llevar hechizos —continuó diciendo Edden.

 

—Es inofensivo —musité.

 

—Que no se aproximen a él a no ser que intente marcharse —dij o Edden algo tenso.

 

—Sí —bufé cuando nos poníamos de nuevo en marcha—, puede que les mate de aburrimiento.

 

Edden se giró hacia mí.

 

—?Por qué no se calla?

 

Me encogí de hombros y luego deseé no haberlo hecho pues me empezó a palpitar el hombro herido.

 

—?Lo tienes todo, Rose? —dijo hablándole al teléfono.

 

—Armado, peligroso, no aproximarse a menos que intente marcharse. Lo tengo.

 

Edden gru?ó.

 

—Gracias, Rose —concluyó y apagó la radio con su grueso dedo. Jenks me dio un tirón en la oreja y dejé escapar un gritito.

 

—?Allí está! —chilló el pixie—. Mirad, allí, justo delante de nosotros.

 

Nick y yo nos inclinamos hacia delante para ver. La luz rota era como una baliza. Observamos como indicaba un giro y sus ruedas chirriaban al dirigirse hacia la estación. Sonó un claxon y no pude evitar una risita. Un autobús casi choca contra Francis.