Bruja mala nunca muere

—?Se?orita Morgan? —dijo y me puse derecha con un suspiro—. Soy el capitán Edden.

 

Genial, pensé, tratando de ponerme de pie. Nick me ayudó. Al levantarme me di cuenta de que podía mirar al capitán Edden cara a cara, lo que lo convertía en un poco bajito para toda esta parafernalia oficial. Casi me atrevería a decir que tenía algo de sangre trol si algo así fuese biológicamente posible. Mis ojos se fijaron en el arma enfundada en su cadera y recordé con nostalgia mis esposas de la SI. Arrugó los ojos al percibir mi fuerte perfume y me tendió la mano izquierda teniendo en cuenta que ninguno de los dos podíamos usar la derecha.

 

Se me aceleró el pulso cuando nos dimos la mano. Fue una sensación desagradable y preferí usar mi magullado brazo derecho a hacerlo de nuevo.

 

—Buenas noches, capitán —dije intentando ocultar mi nerviosismo—. Este es Nick Sparagmos. Me está ayudando a mantenerme en pie hoy.

 

Edden inclinó la cabeza en dirección a Nick y luego vaciló.

 

—?Se?or Sparagmos? ?No nos conocemos de antes?

 

—No, creo que no.

 

La respuesta de Nick fue un pelín demasiado rápida y observé su postura cuidadosamente despreocupada. Nick había estado aquí antes y no creo que fuese para recoger sus entradas para la cena de caridad anual de la AFI.

 

—?Seguro? —insistió el hombre pasándose la mano rápidamente sobre su erizado pelo.

 

—Sí.

 

El hombre mayor lo miró fijamente.

 

—Sí —dijo de pronto—, debo de estar pensando en otra persona.

 

La postura de Nick se relajó casi imperceptiblemente, despertando aun más mi interés.

 

Los ojos del capitán Edden pasaron a mi cuello y me pregunté si debí haberme tapado los puntos con una bufanda o algo así.

 

—?Si no le importa acompa?arme? —dijo el fornido hombre—. Me gustaría hablar con usted antes de poner al pixie bajo su custodia.

 

Nick se puso tenso.

 

—Se llama Jenks —masculló en un tono apenas audible por encima del ruido del vestíbulo.

 

—Sí, el se?or Jenks —dijo Edden haciendo una pausa después—. ?Le importaría acompa?arme a mi despacho?

 

—?Y qué pasa con Ivy? —pregunté reticente a abandonar un espacio público. El pulso se me aceleraba simplemente por el esfuerzo de mantenerme de pie. Si tenía que moverme rápido me desmayaría.

 

—La se?orita Tamwood permanecerá donde está. Ma?ana por la ma?ana será entregada a la SI para presentar cargos.

 

La rabia superó mi cautela.

 

—Saben de sobra que no se debe tocar a una vampiresa enfadada —dije y Nick me apretó más fuerte en el brazo y no pude hacer nada para por soltarme.

 

Un inicio de sonrisa sobrevoló el rostro de Edden.

 

—Aun así, lo cierto es que atacó al personal de la AFI —dijo—. Tengo las manos atadas en cuanto a Tamwood. No estamos equipados para tratar con inframundanos —titubeó—. ?Me acompa?a a mi despacho? Allí podemos discutir sus opciones.

 

Mi preocupación aumentó. A Denon le encantaría tener a Ivy encarcelada y sin escapatoria. Nick me dio mi bolso y asentí. Esto no pintaba bien. Casi parecía que Edden hubiese espoleado a Ivy hasta que ella perdió los estribos para hacerme venir aquí con el rabo entre las piernas. Pero lo seguí hasta un despacho con las paredes de cristal que hacía esquina junto al vestíbulo. Al principio me pareció un poco apartado, pero con las persianas abiertas podía controlarlo todo. Ahora estaban cerradas para que el despacho no pareciese aun más una pecera. Dejó la puerta abierta y el ruido del vestíbulo se filtraba por ella.

 

—Siéntense —dijo se?alando dos sillas tapizadas en verde frente a su mesa. Agradecida, me senté. La tapicería plana era ligeramente más cómoda que las sillas de plástico de la entrada. Mientras Nick se sentaba rígidamente, recorrí con la mirada el despacho de Edden, observando los trofeos de bolos cubiertos por el polvo y las pilas de carpetas. Los archivadores ocupaban una de las paredes y sobre ellos había álbumes de fotos que llegaban casi al techo. Tras la mesa colgaba un reloj que sonaba alto. Había una foto de Edden y mi antiguo jefe, Denon, estrechándose la mano frente al ayuntamiento. Edden parecía bajito y corriente junto a la elegancia vampírica de Denon. Ambos sonreían.

 

Volví a prestar atención a Edden. Estaba encorvado en su silla, obviamente esperando a que yo terminase mi evaluación de su despacho. Si se hubiese molestado en preguntar le hubiera dicho que era un descuidado. Pero este despacho tenía cierto abarrotamiento eficaz que decía que aquí se trabajaba en serio. Era tan distinto del estéril despacho de Denon, lleno de artilugios, como lo era mi antigua mesa de trabajo de un cementerio. Me gustaba. Si tenía que confiar en alguien, prefería que fuese en alguien tan desorganizado como yo.

 

Edden se irguió en su silla.