Ivy dejó de acariciar a su buho.
—Soy muy buena en mi trabajo —dijo, sin contestar a mi pregunta. Su voz adquirió un tono de vulnerabilidad—. No seré una carga para ti, Rachel. Ningún vampiro se atreverá a mover un dedo contra mí y puedo ampliarlo a ti también. Mantendré alejados de ti a los vampiros mercenarios hasta que reúnas el dinero para pagar tu contrato. Con mis conexiones y tus hechizos, podemos sobrevivir el tiempo suficiente como para que la SI baje el precio por nuestras cabezas. Pero yo también quiero un deseo.
—Nadie le ha puesto precio a nuestras cabezas —dije sin pensar.
—Rachel… —dijo condescendientemente. Sus ojos marrones tenían una mirada preocupada que me asustaba—, ya lo harán. —Se inclinó hacia delante e hice un esfuerzo por no moverme. Respiré hondo buscando en ella el olor a sangre, pero solo encontré el ácido olor del zumo.
Se equivocaba. La SI no iba a ponerle precio a mi cabeza. Querían que me fuese. Era ella la que debería preocuparse.
—Yo también —dijo Jenks de pronto. Saltó al borde de mi taza despidiendo polvillo iridiscente de su ala doblada, creando una capa aceitosa en mi café—. Yo también me apunto. Quiero mi deseo. Dejaré la SI y seré vuestro ayudante. Necesitaréis uno. Rachel, iré contigo las cuatro horas antes de la medianoche y con Ivy las siguientes cuatro, o cómo os parezca mejor. Quiero un día libre cada cuatro, siete días de vacaciones pagadas y un deseo. Nos dejáis a mí y a mi familia vivir en la oficina sin molestaros y me pagáis lo mismo que gano ahora, en pagas quincenales.
Ivy asintió y bebió de su zumo.
—A mí me parece bien, ?a ti que te parece?
Estaba boquiabierta. No podía creer lo que oía.
—No puedo daros mis deseos.
La leprechaun asintió con entusiasmo.
—Sí que puedes.
—No —repliqué nerviosa—. Quiero decir que los necesito para mí. —Sentía un pellizco de preocupación en el estómago al pensar que quizá Ivy tuviese razón—. Ya he usado uno para que no me pillen por dejarla escapar, y aún me queda desear librarme del contrato, para empezar.
—Umm —interpuso la leprechaun meditabunda—, no puedo hacer nada con eso si está por escrito.
Jenks soltó un bufido de sorna.
—No eres tan buena, ?verdad?
—?Cierra el pico, bichejo! —le soltó ella, poniéndose roja.
—?Cállate tú, enana mohosa! —le contestó Jenks.
Esto no podía estar pasando, pensé. Lo único que yo quería era dejarlo, no iniciar una revuelta.
—No va en serio —dije—. Ivy, dime que esto es una muestra de tu retorcido sentido del humor hasta ahora desconocido.
Me miró de frente. Nunca he sabido interpretar qué hay detrás de la mirada de un vampiro.
—Por primera vez en mi carrera —dijo— vuelvo con las manos vacías. He dejado escapar a mis presas. —Hizo un gesto con la mano—. Abrí el maletero y las dejé escapar. He roto las reglas. —Por un instante sonrió con los labios apretados—. ?Te parece eso lo suficientemente serio?
—Búscate tu propio leprechaun —dije, imponiéndome mientras cogía mi taza. Jenks seguía sentado en el asa.
Ivy soltó una carcajada. Fue heladora y esta vez sí que me estremecí entera.
—Yo elijo mis encargos —dijo—, ?qué crees que pensarían si voy tras un leprechaun, lo dejo escapar y luego dejo la SI?
Frente a mí, la leprechaun suspiró.
—Ni un millón de deseos lograrían arreglarlo —reconoció—. Ya va a resultar difícil lograr que esto parezca una coincidencia.
—?Y tú, Jenks? —dije con un hilo de voz. Jenks se encogió de hombros.
—Yo quiero un deseo. Puede conseguirme algo que la SI no puede darme. Quiero ser estéril para que mi mujer no me abandone. —Voló dando tumbos hacia la leprechaun—. ?O es mucho pedir para ti, enanita verde? —se mofó de ella de pie con los brazos en jarras.
—Bichejo —dijo esta entre dientes, sacudiendo mis amuletos en un gesto para aplastarlo. Las alas de Jenks se volvieron rojas de rabia y llegué a preguntarme si el polvillo que salía de ellas podría prenderse fuego.
—?Esterilidad? —pregunté extra?ada, intentando comprender su petición.
Jenks pasó de la leprechaun y vino pavoneándose por la mesa hasta donde yo estaba.
—Sí, ?sabes cuántos crios tengo?
Hasta Ivy parecía sorprendida.
—?Arriesgarías tu vida por eso? —preguntó.
Jenks soltó una risita cantarina.
—?Quién dice que arriesgo mi vida? A la SI no le importa un comino que me vaya. Los pixies no firmamos ningún contrato. Se cansan de nosotros demasiado rápido. Soy un agente independiente, siempre lo he sido y siempre lo seré. —Hizo una mueca dándoselas de demasiado listo para lo peque?ito que era—. Supongo que mi esperanza de vida será algo más larga con solo dos merluzas como vosotras a las que cuidar.
Me dirigí a Ivy.