Bruja mala nunca muere

—Por favor, no te vayas todavía —le rogué—, puede que Nick necesite algo. Tenía un corte muy feo en la cabeza.

 

—Rachel —dijo Jenks volando en círculos alrededor de Keasley a modo de saludo—. ?Qué rayos le has dicho a Matalina? Está revoloteando por todo el jardín como si hubiese tomado azufre, riéndose y llorando a la vez. No me entero de una palabra de lo que dice mi mujer. —Se detuvo de golpe, quedándose suspendido en el aire y escuchando atentamente—. Genial —masculló—, ya están otra vez como el perro y el gato.

 

Intercambié una mirada de cansancio con Keasley y escuchamos el murmullo de la conversación del pasillo llegando a un final intenso pero tranquilo. Ivy entró con cara de satisfacción. Nick entró justo detrás. Su ce?o fruncido se tornó en sonrisa cuando me vio incorporada y sintiéndome obviamente mejor. Se había puesto una camiseta de algodón que le quedaba grande y unos vaqueros anchos recién salidos de la secadora. Su encantadora media sonrisa no funcionó conmigo. El recuerdo de por qué mi mu?eca seguía sangrando era demasiado real.

 

—Usted debe de ser Keasley —dijo Nick ofreciéndole la mano por encima de la mesa como si todo fuese bien—. Yo soy Nick.

 

Keasley se aclaró la garganta y le estrechó la mano.

 

—Encantado de conocerle —dijo aunque sus palabras no coincidían con la mirada de desaprobación en su anciano rostro—, Rachel quiere que le mire la frente.

 

—Estoy bien. Ha dejado de sangrar en la ducha.

 

—?Ah, sí? —dijo el anciano entornando los ojos—, la mu?eca de Rachel no.

 

La cara de Nick se quedó seria y me miró. Abrió la boca y después la cerró. Lo fulminé con la mirada. Maldita sea. Sabía exactamente lo que eso significaba.

 

—él… mmm —masculló.

 

—?Qué? —dijo Ivy. Jenks aterrizó en su hombro y ella lo apartó de un manotazo.

 

Nick se pasó la mano por la barbilla y no dijo nada. él y yo íbamos a tener una conversación… muy pronto. Keasley le tiró al pecho su bolsa de papel con gesto agresivo.

 

—Sujétame esto mientras le voy preparando un ba?o a Rachel. Quiero asegurarme de que su temperatura interna es la adecuada.

 

Nick dio un paso atrás sumisamente. Ivy nos miró con expresión de sospecha a los tres.

 

—Un ba?o —dije alegremente. No quería que pensase que algo iba mal. Probablemente mataría a Nick si supiese lo que había pasado—. Eso suena genial.

 

Me quité la manta y el abrigo de encima y deslicé los pies hasta el suelo. La habitación se oscureció y noté que se me quedaba la cara fría.

 

—Despacio —dijo Keasley poniéndome su oscura mano en el hombro—, espera hasta que esté listo.

 

Respiré hondo y me negué a colocar la cabeza entre las rodillas. Era demasiado indigno.

 

Nick parecía tener mala cara allí de pie en una esquina.

 

—Eh —tartamudeó—, creo que vas a tener que esperar para ese ba?o. Me parece que he usado toda el agua caliente.

 

—No pasa nada —suspiré—, eso es exactamente lo que te dije que hicieras. —Pero por dentro estaba maldiciéndolo.

 

Keasley carraspeó.

 

—Para eso eran las ollas de agua caliente. Ivy arrugó el ce?o.

 

—?Por qué no lo dijiste? —refunfu?ó saliendo de la habitación—. Ya lo hago yo.

 

—Vigila que no esté demasiado caliente —gritó Keasley tras ella.

 

—Sé cómo tratar las pérdidas de sangre graves —gritó ella en tono beligerante.

 

—Eso no lo pongo en duda, se?orita.

 

Estirándose, puso a un nervioso Nick contra las cuerdas.

 

—Y tú, dile a la se?orita Morgan lo que le espera en cuanto a su mu?eca —dijo, recuperando su bolsa.

 

Nick asintió una sola vez. Parecía sorprendido por el aparentemente inofensivo brujo.

 

—Rachel —dijo Jenks zumbando junto a mí—, ?qué pasa con tu mu?eca?

 

—Nada.

 

—?Qué le pasa a tu mu?eca, guapetona?

 

—?Nada!

 

Lo espanté de un manotazo y casi me quedo sin aliento por el esfuerzo.

 

—?Jenks? —llamó Ivy en voz alta por encima del lejano sonido del agua corriendo—, alcánzame la bolsa negra que hay en mi vestidor, ?quieres? Es para echarla en el ba?o de Rachel.

 

—?La que apesta a verbena? —dijo Jenks elevándose para quedarse suspendido frente a mí.

 

—?Has estado curioseando mis cosas! —lo acusó ella, y Jenks se rió burlonamente—. ?Date prisa! —a?adió—, cuanto antes esté Rachel en la ba?era, antes podremos irnos. Siempre y cuando ella se encuentre bien nosotros deberíamos intentar acabar su misión.

 

El recuerdo del cargamento de Trent me vino de pronto a la cabeza. Miré el reloj y suspiré. Aún había tiempo para llegar a la AFI y atraparlo. Pero yo no iba a poder participar de ningún modo, forma o aspecto. Estupendo.

 

 

 

 

 

Capítulo 28