Bruja mala nunca muere

—Te has ganado una importante aliada —dijo Keasley en voz baja.

 

—?Matalina? —Contuve la respiración e intenté no hiperventilar—. No sé por qué —dije exhalando el aire—. He puesto a su marido y a su familia en constante peligro.

 

—Mmmm.

 

Se colocó la olla de agua que había traído Ivy en las rodillas y lentamente metió mi mu?eca en ella. Inspiré fuerte entre dientes al notar el mordisco del agua y luego me relajé al hacer efecto los amuletos contra el dolor. Keasley me palpó la mu?eca y aullé intentando apartarla.

 

—?Quieres oír un consejo? —preguntó.

 

—No.

 

—Vale, lo oirás de todas formas. Parece que te has convertido en la líder de la casa. Acéptalo, pero que sepas que tiene un precio. La gente hará cosas por ti. No seas egoísta, déjalos.

 

—Le debo a Nick y a Jenks la vida —dije odiando la idea—. ?Qué hay de bueno en eso?

 

—No, no es verdad. Gracias a ti Nick ya no tiene que matar ratas para seguir vivo y la esperanza de vida de Jenks casi se ha duplicado.

 

Retiré la mano y esta vez me dejó.

 

—?Cómo lo sabes? —pregunté con sospecha.

 

El ruido metálico del cazo al golpear la mesa cuando Keasley lo soltó resonó en la salita. Colocó una toalla rosa bajo mi mu?eca y me obligué a mí misma a mirarla. El tejido parecía ahora más normal. Lentamente comenzó a manar sangre, ocultó los da?os y se derramó por mi piel húmeda hasta verterse en las toallas y mancharlo todo.

 

—Hiciste a Jenks socio —dijo abriendo un paquete de gasas y aplicándomelas en la mu?eca—. Tiene algo más que un empleo que arriesgar, tiene un jardín. Esta noche lo has hecho suyo durante el tiempo que él quiera. Nunca había oído que se le alquilase una propiedad a un pixie, pero apuesto a que valdría en un tribunal humano o inframundano si otro clan lo reclamase. Le has garantizado que todos sus ni?os tendrán un lugar en el que sobrevivir hasta la edad adulta, no solo los primeros en nacer. Creo que eso vale por una tarde de jugar al escondite en una habitación llena de merluzos.

 

Observé cómo enhebraba la aguja y miré al techo. Los tirones y pinchazos comenzaron con un ritmo lento. Todo el mundo sabía que los pixies y las hadas competían entre ellos por un buen pedazo de tierra, pero no tenía ni idea de que sus motivos tuviesen raíces tan profundas. Pensé en lo que Jenks había contado sobre arriesgar su vida por culpa de una picadura de abeja por un par de destartaladas jardineras. Ahora tenía un jardín. No me extra?aba que a Matalina le resultase tan natural el ataque de las hadas.

 

Keasley comenzó un patrón de dos puntadas y un toque con la gasa. No paraba de sangrar. Me negaba a mirar y paseaba la vista por la salita gris hasta que se posaron en la esquina vacía de la mesa donde antes estaban las revistas de Ivy. Tragué saliva sintiendo náuseas.

 

—Keasley, llevas viviendo aquí mucho tiempo, ?verdad? —le pregunté—. ?Cuándo se mudó Ivy?

 

Levantó la vista de los puntos con su negra y arrugada cara inexpresiva.

 

—El mismo día que tú. Dejasteis el trabajo el mismo día, ?no?

 

Me detuve antes de asentir afirmativamente.

 

—Entiendo por qué Jenks arriesga su vida para ayudarme, pero… —Miré hacia el pasillo—. ?Qué gana Ivy con esto? —susurré.

 

Keasley me miró el cuello indignado.

 

—?Acaso no resulta obvio? La has dejado alimentarse de ti y no dejará que la SI te mate.

 

Me quedé boquiabierta y escandalizada.

 

—?Ya le he dicho que Ivy no me ha hecho esto! —exclamé. Me latió el corazón más fuerte al intentar elevar la voz—. ?Fue un demonio!

 

No parecía tan sorprendido como cabría esperar. Se me quedó mirando esperando a que le contase más.

 

—Salí de la iglesia para buscar la receta de un hechizo —dije en voz baja—, la SI envió a un demonio a por mí. Se transformó en un vampiro para matarme. Y si Nick no lo llega a encerrar en un círculo lo habría logrado.

 

Me hundí en el sofá agotada. Me martilleaba el pulso. Estaba demasiado cansada incluso para enfadarme.

 

—?La SI? —Keasley cortó el hilo de la aguja y me miró con el ce?o fruncido—, ?seguro que era un demonio? La SI no usa demonios.

 

—Pues ahora sí —dije con acritud. Me miré la mu?eca y luego aparté rápidamente la vista. Seguía sangrando. La sangre rezumaba entre los puntos verdes. Levanté la otra mano para comprobar que al menos la hemorragia del cuello había cesado—. Se sabía mi nombre completo, Keasley. Mi segundo nombre no aparece ni siquiera en mi certificado de nacimiento. ?Cómo averiguó la SI cuál era?

 

Los ojos de Keasley parecían preocupados mientras me enjugaba la mu?eca.

 

—Bueno, si era un demonio, no tendrás que preocuparte por ninguna atadura residual al vampiro que te mordió… creo.

 

—Qué suerte —dije amargamente.

 

Volvió a cogerme la mu?eca y se acercó más la lámpara. Colocó una toalla debajo para recoger las gotas de sangre.

 

—?Rachel? —murmuró.

 

Aquello me puso alerta. Siempre me había llamado se?orita Morgan.

 

—?Qué?