—Si tú no vas a buscarlo iré yo —dijo bruscamente y salió disparada por la ventana. Parpadeé y me quedé mirando el punto donde estaba hace un instante.
—?Matalina! —gritó Jenks—. No te atrevas a irte así. No es nuestro jardín. No puedes comportarte como si lo fuese. —Descendió hasta mi campo de visión—. Lo siento —dijo obviamente avergonzado y enfadado—, no lo volverá a hacer. —Se puso serio y salió disparado en pos de su mujer—. ?Matalina!
—Ssstá bien —balbucí aunque ninguno de los dos estaba ya allí—. He dicho que está bien. El ángel puede invitar a quien quiera al jardín. —Cerré los ojos. Nick me puso la mano en la cabeza y le sonreí—. Hola, Nick —dije bajito abriendo los ojos—, ?aún sigues aquí?
—Sí, sigo aquí.
—Bien —dije—, porque cuando pueda levantarme voy a darte un beso muy gordo.
Nick retiró la mano y dio un paso atrás. Ivy hizo una mueca.
—Odio esta parte —masculló—, la odio, la odio.
Volví a levantar la mano sigilosamente hacia mi cuello y Nick me la volvió a bajar. Oí de nuevo el grifo goteando en la moqueta: plin, plin, plin. La habitación comenzó a girar aparatosamente y la observé dar vueltas fascinada. Era divertido e intenté reírme. Ivy dejó escapar una expresión de frustración.
—Si se está riendo como una tonta es que se va a poner bien —dijo—, ?por qué no vas a darte una ducha?
—Estoy bien —respondió Nick—, esperaré hasta estar seguro.
Ivy se quedó callada durante tres latidos.
—Nick —dijo con un tono cargado de advertencia—, Rachel apesta a infección. Tú apestas a sangre y a miedo. Ve a darte una ducha.
—Oh. —Hubo una larga pausa—. Lo siento.
Sonreí a Nick mientras se dirigía hacia la puerta.
—Ve a lavarte, Nick, Nicky —le dije—. No hagas que Ivy se vuelva oscura y dé miedo. Tómate el tiempo que quieras. Hay jabón en la jabonera y… —vacilé intentando recordar qué estaba diciendo—, y toallas en la secadora —terminé de decir y me sentí orgullosa de mí misma.
él me tocó en el hombro y mirándome primero a mí y luego a Ivy.
—Te vas a poner bien.
Ivy se cruzó de brazos, esperando con impaciencia a que se fuera. Oí correr el agua de la ducha y me entró cien veces más sed. En alguna parte notaba que mi brazo latía y mis costillas palpitaban. El hombro y el cuello me dolían sin cesar. Me giré para mirar fascinada como las cortinas se mecían con la brisa.
Un fuerte golpe en la parte delantera de la iglesia atrajo mi atención hacia el oscuro pasillo.
—?Hola? —se oyó la distante voz de Keasley—. ?Se?orita Morgan? Matalina me ha dicho que podía pasar.
Ivy frunció los labios.
—Quédate aquí —dijo inclinándose sobre mí hasta que no tuve más remedio que mirarla a los ojos—. No te levantes hasta que yo vuelva, ?vale? ?Rachel? ?Me oyes? No te levantes.
—Claro. —Miré las cortinas detrás de ella. Si entornaba los ojos un poquitín, el gris se volvía negro—. Me quedo aquí.
Echándome un último vistazo recogió todas sus revistas y se fue. El sonido de la ducha atrajo mi atención. Me pasé la lengua por los labios. Me pregunto si podré llegar hasta el fregadero de la cocina si lo intento con todas mis fuerzas.
Capítulo 27
Una bolsa de papel crepitó en el pasillo y levanté la cabeza del brazo del sofá. La habitación no se movía ya, y sentía la cabeza mucho más despejada. La encorvada silueta de Keasley apareció en la puerta, seguida por Ivy.
—Oh, qué bien —susurré—, compa?ía.
Ivy adelantó a Keasley y se sentó en el borde de la silla más próxima a mí.
—Tienes mejor aspecto —me dijo—. ?Has vuelto a ser tú o sigues en tu mundo de fantasía?
—?Qué?
Sacudió la cabeza y yo le sonreí a Keasley.
—Siento no poder ofrecerle un bombón.
—Se?orita Morgan —su mirada se detuvo en mi cuello—, ?ha discutido con su compa?era de piso? —dijo con tono seco mientras se pasaba la mano por su rizado pelo negro.
—No —dije apresuradamente al ver que Ivy se ponía nerviosa.
Keasley arqueó las cejas sin creerme y dejó la bolsa de papel sobre la mesita de café.
—Matalina no me dijo qué necesitaría, así que he traído un poco de todo. —Se?aló con la mirada a la lámpara de mesa—. ?Tienes algo más luminoso que eso?
—Tengo un fluorescente de pinza. —Ivy salió al pasillo y se detuvo—. No deje que se mueva o volverá a ponerse incoherente de nuevo.