Bruja mala nunca muere

—Nada —contesté dócilmente mientras ella se incorporaba y daba un paso atrás. Aparte de estar más pálida de lo habitual, parecía estar bien. No creo que pudiese manejar la situación si se lanzase a lo vampiresa sobre mí. Estaba indefensa.

 

Notaba la manta calentita en la barbilla y la penetrante luz de la lámpara. Me estremecí cuando Ivy se sentó en la mesita de café y se acercó el agua. Me extra?ó el color de las toallas hasta que caí en la cuenta de que sobre el rosa no se notaban las antiguas manchas de sangre.

 

—?Ivy?

 

Mi voz rozaba el pánico cuando la vi alargar el brazo para retirar la tela que me presionaba el cuello. Dejó caer el brazo a medio camino y su rostro perfecto mostró que se sentía enfadado e insultado.

 

—No seas tonta, Rachel, déjame que te vea el cuello.

 

Volvió a alargar el brazo y yo lo rehuí.

 

—?No! —chillé apartándome. La cara del demonio se me apareció delante, imitando la suya. No había sido capaz de enfrentarme a él. Casi me había matado. El recuerdo del terror vivido me invadió y encontré las fuerzas para sentarme. El dolor de mi cuello parecía pedir a gritos que lo liberase, que le devolviese esa exquisita mezcla de dolor y ansias que le ofrecía la saliva del vampiro. Me conmocionaba y me asustaba. Las pupilas de Ivy se dilataron hasta que sus ojos se volvieron negros.

 

Nick se interpuso entre ambas, cubierto de sangre seca y oliendo al miedo que había pasado.

 

—?Quieta, Tamwood! —le amenazó—. No la vas a tocar si estás intentando proyectar tu aura sobre ella.

 

—Relájate, chico rata —replicó Ivy—. No le estoy proyectando mi aura en absoluto, estoy muy cabreada y no mordería a Rachel ahora aunque me los suplicase. Apesta a infección.

 

Esa era más información de la que hubiese deseado tener. Pero sus ojos habían vuelto a su color marrón habitual. Se debatía entre su enfado y la necesidad de ser entendida. Me sentí culpable. Ivy no era la que me había sujetado contra la pared y me había mordido. Ivy no me había provocado, ni me había clavado los dientes. Ivy no me había chupado el cuello gimiendo de placer, inmovilizándome mientras yo me debatía. Maldita sea, no había sido ella.

 

Aun así, Nick seguía de pie entre nosotras.

 

—No pasa nada, Nick —dije con voz temblorosa. El sabía por qué tenía miedo—. No pasa nada. —Miré a Ivy tras él—. Por favor… ?me lo miras?

 

Inmediatamente Ivy pareció relajarse. Se acercó con un movimiento fluido y Nick se apartó de su camino. Solté el aire que había estado conteniendo mientras ella manejaba con cuidado la tela empapada.

 

—A ver, vas a notar un tironcito —me advirtió Ivy.

 

—?Ay! —exclamé al dolerme cuando tiró. Luego me mordí el labio para evitar hacerlo de nuevo. Ivy dejó el feo harapo en la mesa junto a ella. Se me revolvió el estómago. Estaba negro por la sangre húmeda y juro que vi trocitos de carne pegados en él. Me estremecí al notar una corriente de aire frío en el cuello. Noté la trémula sensación de un lento flujo de sangre. Ivy me vio la cara.

 

—?Te importa llevarte esto? —murmuró y Nick salió con el trapo empapado.

 

Con el rostro inexpresivo, Ivy me colocó una toalla peque?a sobre el hombro para que empapase la sangre que volvía a rezumar. Me quedé mirando la pantalla negra de la televisión mientras ella empapaba una manopla y la escurría sobre el cazo de agua. Empezó a enjugarme delicadamente el borde de la zona da?ada acercándose hacia el centro. Seguía sin poder controlar algún respingo ocasional. El amenazante borde negro que enmarcaba mi visión comenzó a aumentar.

 

—?Rachel? —Su voz era agradable y mi atención se centró en ella, preocupada por lo que pudiese encontrar, pero su cara se mostraba cuidadosamente neutra mientras sus ojos y dedos exploraban las marcas de mordiscos en mi cuello—. ?Qué ha ocurrido? —me preguntó—. Nick ha dicho algo acerca de un demonio, pero esto parece…

 

—Parece el mordisco de un vampiro —acabé la frase lánguidamente—. Se transformó en un vampiro y me hizo esto. —Inspiré temblorosa—. Se transformó para parecerse a ti, Ivy. Perdona si me pongo un poco rara durante algún tiempo. Sé que no eras tú. Tan solo dame un poco de espacio hasta que convenza a mi subconsciente de que tú no intentaste matarme, ?vale?

 

La miré a los ojos, notando un sentimiento de miedo compartido cuando comprendió mi situación. A todos los efectos, me había atacado salvajemente un vampiro. Había sido iniciada en un club del que Ivy intentaba mantenerse alejada. Ahora lo haríamos juntas. Pensé en lo que había dicho Nick acerca de que Ivy quería convertirme en su heredera. No sabía qué creer.

 

—Rachel, yo…

 

—Luego —dije al entrar Nick en la habitación. Me sentía mal y la habitación comenzaba a verse gris de nuevo. Matalina venía con él junto con dos de sus hijos, que cargaban con una maleta para pixies. Nick se arrodilló junto a mi cabeza. Revoloteando por el centro de la habitación, Matalina estudió la situación en silencio, después cogió la maleta de manos de sus hijos y los despachó hacia la ventana.