—No, no —dijo mirando hacia el perro. Se colocó detrás de mí y me incorporó apoyándome contra él—. Es la saliva del vampiro. Se te pasará.
Acunada entre sus brazos y apoyada en su regazo noté que me iba quedando fría. Aturdida, lo miré a la cara. Tenía sus ojos marrones entornados y la mandíbula tensa por la preocupación. La sangre le corría desde el cuero cabelludo formando un lento riachuelo que surcaba su cara y empapaba su ropa. Tenía las manos rojas y pegajosas, pero sus brazos rodeándome eran cálidos. Empecé a tiritar.
—?Nick? —dije de nuevo con voz temblorosa siguiendo su mirada hacia la cosa. Volvía a ser un perro. Estaba allí de pie, mirándonos. Goteaba saliva de su boca y sus músculos estaban tensos—. ?Es un vampiro?
—No —dijo lacónico—, es un demonio, pero si es lo suficientemente poderoso puede adquirir las habilidades de la forma que adopte. Podrás moverte en un momento. —Hizo una mueca de consternación al ver toda la sangre que había por la sala—. Te vas a poner bien —susurró mientras me ataba un trapo a la mu?eca y me la colocaba suavemente en el regazo. Gemí al notar la inesperada sensación de bienestar en mi mu?eca al moverla.
—?Nick? —Había destellos negros frente a las luces. Era fascinante—. Ya no hay demonios, no ha habido un ataque de demonios desde la Revelación.
—Estudié tres a?os de demonología como lengua extranjera para ayudarme con el latín —dijo alargando el brazo para coger mi bolso y ayudar a Jenks, que tiraba de él para sacarlo de entre los restos de la mesa—. Esa cosa es un demonio. —Con mi cabeza aún en su regazo, rebuscó entre mis cosas—. ?Tienes algo para el dolor?
—No —dije adormilada—. Me gusta el dolor. —Con el semblante serio me miró y después a Jenks—. Nadie coge la asignatura de demonología —protesté débilmente con ganas de reírme—. Es la más inútil del mundo.
Miré al armario. Las puertas seguían cerradas, pero tras los golpes de Nick, los paneles laterales estaban rotos y que yo acabase estrellada contra él también había ayudado. Tras la madera astillada había un hueco vacío del tama?o del libro que estaba ahora junto a mí. Así que esto era lo que escondían bajo llave en los armarios de una sala cerrada con llave en un sótano cerrado con llave en los bajos de un edificio gubernamental. Miré con los ojos entornados hacia Nick.
—?Sabes cómo invocar a los demonios? —le pregunté. Gracias a Dios, ahora me sentía mejor, ligera y despreocupada—. Eres practicante de magia negra. Yo me dedico a arrestar a gente como tú —dije intentando acariciarle la barbilla con un dedo.
—No exactamente —dijo Nick cogiéndome la mano y colocándomela de nuevo en el regazo—. No intentes hablar, Rachel. Has perdido mucha sangre. —Se giró hacia Jenks con ojos asustados—. No puedo llevármela en autobús así.
Jenks lo miró con expresión de reproche.
—Llamaré a Ivy. —Descendió hasta mi hombro—. Aguanta, Rachel. Vuelvo enseguida. —Voló hasta Nick enviándome ondas de euforia con su aleteo. Cerré los ojos y me dejé llevar, deseando que no cesara nunca—. Si dejas que se muera aquí, te mataré yo mismo —amenazó Jenks y Nick asintió. Jenks se fue con un zumbido como el de mil abejas. El ruido seguía resonando en mi cabeza incluso después de haberse marchado.
—?No puede salir? —pregunté abriendo los ojos. Mis emociones daban bandazos de un extremo al otro y empecé a llorar.
Nick metió el gran libro de hechizos demoníacos en mi bolso, dejando huellas ensangrentadas en ambos.
—No y cuando salga el sol, zas, desaparecerá. Estás a salvo, tranquila.
Metió mi cuchillo en el bolso y alargó la mano para coger mi abrigo.
—Estamos en un sótano, aquí no llega el sol —repliqué.
Nick rasgó el forro de mi abrigo y lo apretó contra mi cuello. Grité al notar una oleada de éxtasis que me recorrió el cuerpo por los efectos de la saliva de vampiro. La hemorragia se había reducido y me pregunté si sería debido al polvo de pixie de Jenks. Al parecer servía para algo más que para provocar picores en la gente.
—No son los rayos de sol lo que devuelven a un demonio a siempre jamás —dijo Nick, pensando que me había hecho da?o—, es algo relacionado con los rayos gamma o protones… ?Joder, Rachel! Deja de hacerme tantas preguntas. Me ense?aron lo necesario para entender la evolución del lenguaje, no para aprender a controlar a los demonios.
El demonio era Ivy de nuevo y me estremecí al verla relamerse los rojos labios con la lengua manchada de sangre, provocándome.
—?Qué nota sacaste, Nick? —pregunté—. Por favor, dime que sobresaliente.