Bruja mala nunca muere

—?Qué? —dijo muy serio. Había desaparecido de su tono cualquier rastro de humor.

 

Cansada, miré hacia Ivy. Sabía que no iba a gustarle esto. Para ser sinceros, había estado esperando hasta que Nick estuviese presente con la esperanza de que con un testigo no montase una escenita.

 

—?Esta noche? —dijo Ivy apoyando la mano en sus pantalones de cuero de cadera baja y mirándome fijamente—. ?Quieres atraparlo esta misma noche? —Miró a Nick y después a mí de nuevo. Arrojó el estropajo al fregadero y se secó las manos en un pa?o—. Rachel, ?podemos hablar un momento en el pasillo?

 

Fruncí el ce?o ante el insulto implícito en sus palabras de que Nick no era de fiar. Pero luego dejé escapar un suspiro de exasperación y dejé caer todo lo que llevaba en la encimera.

 

—Perdónanos —le dije a Nick con una sonrisa de disculpa.

 

Molesta, la seguí fuera de la cocina. Me detuve de golpe al verla de pie a medio camino de nuestros cuartos, con su irritada silueta dibujándose peligrosa en el oscuro pasillo. El intenso olor a incienso que percibí al acercarme me puso los pelos de punta.

 

—?Qué? —le solté abruptamente.

 

—No es buena idea que Nick sepa lo de tu problemilla —replicó Ivy.

 

—Ha sido una rata durante tres meses —dije retrocediendo un paso—, ?qué te hace pensar que puede ser un asesino de la SI? El pobre hombre no tiene ni ropa ?y te preocupa que pueda matarme?

 

—No —protestó ella, acercándose hasta que mi espalda chocó contra la pared—, pero mientras menos sepa sobre ti más seguros estaréis ambos.

 

—Oh. —Me quedé paralizada. Estaba demasiado cerca. Que hubiese perdido el sentido de espacio personal no era buena se?al.

 

—?Y piensas acusar a Trent de…? —me preguntó— ?de retenerte cuando eras un visón?, ?de inscribirte en las peleas de ratas? Si vas a llorarle con esos argumentos a la SI eres bruja muerta.

 

Su tono se había ido transformando en una voz cada vez más sensual. Tenía que salir del pasillo.

 

—Después de tres días en su despacho tengo más información que esa.

 

Desde el pasillo oímos la voz de Nick.

 

—?La SI? —dijo en voz alta—. ?Son ellos los que te metieron en las peleas de ratas, Rachel? ?No serás una bruja negra, verdad?

 

Ivy dio un respingo y sus ojos se volvieron marrones de nuevo. Parecía desconcertada, y retrocedió.

 

—Perdona —dijo en voz baja. Obviamente descontenta regresó a la cocina. Aliviada, la seguí para encontrarme a Jenks en el hombro de Nick. Me pregunté si Nick tendría tan buen oído o si Jenks le habría ido contando todo. Apostaba a que lo segundo. Y la pregunta de Nick acerca de la magia negra resultaba inquietante por su naturalidad.

 

—No —dijo Jenks con tono petulante—, la magia de Rachel es más blanca que su culo. Abandonó la SI se llevó a Ivy con ella. Ivy era la mejor cazarrecompensas y Denon, su ex jefe, le ha puesto precio a la cabeza de Rachel por despecho.

 

—?Eras cazarrecompensas? —exclamó Nick—, ahora lo entiendo. Pero ?cómo acabaste en las peleas de ratas?

 

Aún con los nervios de punta, miré a Ivy, y ella se encogió de hombros y siguió frotando vigorosamente el fregadero. Se acabó lo de ocultarle la verdad al hombre rata. Arrastrando los pies hasta la encimera saqué seis rebanadas de pan.

 

—El se?or Kalamack me pilló buscando en su oficina pruebas de que trafica con biofármacos —dije—. Pensó que sería más divertido meterme en las peleas de ratas que entregarme.

 

—?Kalamack? —preguntó Nick abriendo sus grandes ojos—, ?estás hablando de Trent Kalamack?, ?el concejal?, ?trafica con biofármacos?

 

El albornoz de Nick se había abierto a la altura de las rodillas, y deseé que se abriera un poquitín más. Con gesto de superioridad coloqué dos lonchas de mortadela en tres de las rebanadas.

 

—Sí, pero mientras estaba atrapada descubrí que Trent no solo trafica con biofármacos —dije haciendo una pausa para dar más énfasis—, además los fabrica —concluí.

 

Ivy se giró con el trapo colgando olvidado en su mano y se me quedó mirando desde el otro lado de la cocina. Se hizo tal silencio que podía oír a los ni?os jugar en la calle. Disfrutando de su reacción me entretuve en quitar las hojas marrones de la lechuga hasta llegar a la parte verde.

 

Nick se había quedado pálido. No lo culpaba. Los humanos seguían aterrorizados por la manipulación genética por motivos obvios. Y que Trent Kalamack estuviese implicado en ello era muy preocupante. Especialmente cuando no estaba claro en qué bando estaba, si en el humano o en el inframundano.

 

—No puede ser Kalamack —dijo consternado—, voté por él, dos veces. ?Estás segura?

 

—?Es bioingeniero? —preguntó Ivy mirándome también preocupada.

 

—Bueno, los financia —dije. Y también los mata y los deja pudriéndose en el suelo de su oficina—. Va a mandar un cargamento con Southwest esta noche. Si lo interceptamos y lo relacionamos con él podré usarlo para saldar mi contrato. Jenks, ?sigues teniendo la página de su agenda?

 

El pixie asintió.