Bruja blanca, magia negra

—Sí. Toqué a la ni?a.

 

—Don′t touch the baby —intervine intentando rebajar la tensión. No me extra?aba que Mia no dejara que la gente tocara a su hija. Ni que no quisiera tener más hijos hasta que Holly creciera y tuviera algún control. En aquel momento, era como una plaga andante. Sin embargo, Remus podía tenerla en brazos. ?Qué sería lo que lo hacía tan especial?

 

Glenn movió los pies protegidos por los calcetines antideslizantes que daban a los enfermos.

 

—Fue la ni?a la que me dejó sin sentido, no Remus —dijo—. Una vez en el suelo, apenas intentaba ponerme en pie, volvía a caer. Creo que me golpeó lentamente para que ellas pudieran vaciarme por completo. De no ser por la placa, estoy seguro de que me habrían matado y se habrían deshecho del cadáver. —Al ver el horror en mis ojos, intentó sonreír—. Tú, sin embargo, tienes un aspecto estupendo —a?adió se?alándome con la barbilla—. Quizás las brujas tienen el aura más gruesa.

 

—Puede ser —respondí sintiéndome incapaz de mirar a nadie. Por supuesto que tenía mejor aspecto; yo no había tenido que soportar que un psicópata me diera una paliza para alimentar a su familia.

 

Marshal, que estaba junto a los pies de la cama con expresión incómoda, pareció recuperar la compostura.

 

—Rachel, debo irme —dijo. Evidentemente, su comentario no me sorprendió lo más mínimo—. Tengo algunas cosas que hacer esta tarde. Solo me he pasado un momento para asegurarme de que estabas bien. —Entonces agitó los pies y a?adió—: Ummm… ya nos vemos en otro momento.

 

Glenn se reclinó sobre el respaldo de la silla y, una vez más, tuvo que parar cuando se dio cuenta de que no debía cruzar las piernas.

 

—Espero que no te vayas por mi culpa —dijo, a pesar de que su lenguaje corporal daba a entender todo lo contrario—. Tengo que volver a mi habitación antes de que me den por desaparecido. No les gusta que los tipos duros pasemos por delante del mostrador de las enfermeras para venirnos al ala de las mujeres.

 

Marshal se movió hacia delante y hacia atrás y entonces, como si hubiera tomado una decisión, se inclinó hacia delante y me dio un torpe abrazo. Se lo devolví, violenta, esperando que no intentara cambiar el tipo de relación que teníamos solo porque era vulnerable y me había ayudado con Tom. Lo de Tom era una insignificancia en comparación con lo que podía presentarse sin avisar en mi cocina. No obstante, el aroma a secuoya me resultó reconfortante y, desprendiéndome de la necesidad de volver a mis raíces, inspiré profundamente.

 

—Nos vemos en otro momento —insistió queriendo dejarlo bien claro—. Todavía estoy intentando resolver lo de tus clases, pero si hay algo que pueda hacer por ti, compras, recados, lo que sea, llámame.

 

Esbocé una sonrisa, conmovida por su preocupación. Entonces me vino a la cabeza el comentario de mi madre, que decía que era un hombre para divertirse, pero no para tener algo serio, pero también la agradable velada que habíamos pasado con ella y con Robbie. Marshal era un tipo muy majo y no se me presentaban muchas oportunidades de hacer cosas con tipos majos. No quería que corriera ningún peligro por tener una relación estrecha conmigo, pero lo que salió de mi boca fue:

 

—Lo haré. Adiós, Marshal. Y gracias por las flores.

 

él asintió con la cabeza, dijo adiós con la mano y se marchó con la cabeza gacha dejando la puerta entreabierta.

 

Glenn pilló a Ivy y a Jenks mirándome con gesto de desaprobación y, tras aclararse la garganta, dijo:

 

—?Te has apuntado a un curso en la universidad? Eso está muy bien. ?Sobre el protocolo que hay que seguir en la escena de un crimen?

 

Me froté el entrecejo sintiendo un creciente dolor de cabeza.

 

—Líneas luminosas —dije—. Ha habido un error en el proceso de inscripción y Marshal está intentando solucionarlo.

 

—Eso no es lo único que está intentado solucionar —farfulló Jenks. Le lancé una mirada asesina mientras él se cambiaba a los crisantemos. El aroma a pradera en verano aumentó de golpe; su camisa verde estaba llena de marcas de polen—. Va a querer cambiar las cosas —dijo el pixie mientras Glenn se recostaba sobre el respaldo, con la boca cerrada, dispuesto a escuchar—. Tu ingreso en el hospital va a provocar que active la modalidad de rescate. Igual que en su barco. Lo noté justo después de que sacara a Tom de debajo de nuestra cocina. Soy un pixie, Rachel. Quizás tenga aspecto de tipo duro, pero tengo alas, y sé reconocer el enamoramiento cuando lo veo.

 

En ese momento suspiré. No me sorprendió que me estuviera previniendo en contra de Marshal. ?Y qué tienen que ver las alas con todo esto?

 

—Bueno, tampoco se puede decir que sea ningún inútil —dije poniéndome a la defensiva—. Echarle el guante a un brujo de líneas luminosas no es nada fácil.