Bruja blanca, magia negra

—Más o menos —intervine antes de que Jenks, que se había elevado por encima de las flores, pudiera decir nada—. Marshal nos ayudó a Jenks y a mí cuando estuvimos en Míchigan. Lleva en Cincinnati desde Halloween, sacando las culebras de debajo de mi casa y ense?ándome a escalar rocas.

 

Ivy se rió por lo bajo al escuchar la referencia a Tom, y Glenn asintió lentamente con la cabeza como si estuviera evaluando la cuestión mientras su mirada se volvía más receptiva. Estaba convencido de que el hijo de puta de Nick seguía con vida (lo que, por otro lado, era cierto) y, teniendo en cuenta que mi exnovio era un ladrón profesional y tenía un expediente más grueso que el listín telefónico, no me hubiera sorprendido que el detective de la AFI lo friera más tarde a preguntas para averiguar qué sabía sobre Nick.

 

Ivy hizo un peque?o ruidito de interés cuando abrió la tarjeta del otro ramo de flores. Me hubiera gustado preguntarle por su pierna pero no se la veía muy dispuesta a afrontar la cuestión y sabía que no le habría hecho ninguna gracia que sacara el tema delante de otra gente.

 

—Cobarde —le dije a Glenn, y, cuando esbozó una cansada sonrisa de medio lado, a?adí—: ?Cómo está tu aura? —le pregunté entonces.

 

—Delgada. No sé cómo se supone que debería sentirme, pero me noto… extra?o. Después de que te ingresaran, vinieron a verme tres brujas, y todas coincidieron en que tenía suerte de estar vivo.

 

Jenks soltó un bufido.

 

—También estuvieron toqueteando a Rachel —dijo—. Y cuando se fueron, no hacían más que cuchichear.

 

Exhalé lentamente y accedí a mi segunda visión, eso sí, sin interceptar ninguna línea luminosa para no correr el riesgo de vislumbrar siempre jamás. No podía hacerlo en un hospital de seis pisos. No cabía la menor duda de que el aura de Glenn estaba hecha una piltrafa. A través de los bordes rotos se filtraban algunos restos de rojo y su aspecto era más parecido al de una aurora boreal que al de una capa continua. Tener un aura llena de huecos no era nada saludable y, hasta que no sanaran, estaría expuesto a todo tipo de cosas metafísicas. Pensar que yo me encontraba en las mismas condiciones hizo que se me revolviera el estómago. Y, para colmo, ma?ana, al amanecer, tengo una cita con Al. Debía hacer algo. Seguramente Al no tendría inconveniente en darme un día de permiso, pero habría de pedir un justificante médico.

 

—?Estás bien? —pregunté a Glenn, seriamente preocupada. No se parecía en nada a la persona que yo conocía. Entonces se obligó a sí mismo a sentarse más derecho y el exmilitar que había en él asomó ligeramente, con su cara recién afeitada y despidiendo un leve olor a champú.

 

—Lo estaré —dijo jadeando—. ?Fuiste tras ellos?

 

—Sabes que sí.

 

—?Y tocaste a la ni?a? —preguntó, y le solté un bufido—. Don′t touch the baby… —se puso a canturrear, haciendo que las comisuras de mis labios se curvaran ligeramente.

 

—Don′t touch the baby… —repetí percatándome de que, probablemente, fue aquello lo que hizo que cayera redonda al suelo.

 

—Es ella la que trae locos a los médicos —dijo Glenn haciendo amago de cruzar las piernas justo antes de recordar que llevaba un camisón ?con vistas?—. Me dijeron que las banshees carecen completamente de control hasta que cumplen los cinco a?os. Sin embargo, ese tipo la tenía en brazos mientras hablaba conmigo.

 

Jenks chasqueó las alas para que le prestáramos atención.

 

—Nosotros también lo vimos con la ni?a. Su aura estaba intacta. Yo se la vi, y Rachel también.

 

Asentí con la cabeza, consciente de que aquello no tenía ningún sentido.

 

—Quizás no tenía hambre.

 

—Puede ser —dijo Glenn—, pero a mí me consumió a una velocidad asombrosa. Y a ti también.

 

Ivy fue a sentarse en el largo banco bajo la ventana.

 

—Dinos, ?qué sucedió exactamente en la casa? —preguntó mirando al exterior. Habría jurado que estaba intentado cambiar de tema. Tenía la boca entreabierta y respiraba algo más rápido de lo habitual. Además, en sus ojos se percibía un asomo de… ?culpa, quizás?

 

Glenn torció el gesto.

 

—Fui para hablar con la sospechosa sobre la muerte de mi amigo.

 

Sospechosa, pensé, y consideré lo desagradable que sonaba. Para él no era ?la se?ora Harbor?, ni siquiera ?esa mujer?, sino ?la sospechosa?. Una vez más, todo apuntaba a que Mia había matado a su amigo, había mandado a Glenn al hospital y había permitido que su hija estuviera a punto de matarme.

 

—Lo siento —dije.

 

él hizo una mueca, como si no quisiera que lo compadecieran.

 

—Algunas de mis preguntas no fueron del agrado de su marido, ?Remus, verdad? —preguntó. Ivy asintió con la cabeza y Glenn continuó—: Remus quiso echarme de la casa y, cuando intentó golpearme, los dos acabamos rodando por el suelo. De hecho, había conseguido esposarlo, pero entonces…

 

—Tocaste a la ni?a —terminó Jenks desde algún lugar entre las flores.

 

Glenn se quedó mirándose las rodillas, cubiertas por el estampado azul diamante.