Bruja blanca, magia negra

—Y lo estás.

 

—No —dije encontrando el mando y levantando aún más la cabecera de la cama—. Me refiero a que creía… —vacilé—. No importa —me corregí exhalando para librarme de los últimos resquicios de adrenalina. No podía decirle que pensaba que estaba en el ala infantil, donde no era capaz de cruzar la habitación para encender la tele sin que me faltara el aliento. Había sido aquel recuerdo el que me había sacado de golpe de mi estado de enso?ación y arreglé las sábanas para cubrir en la medida de lo posible el camisón blanco y azul diamante. ?Genial! Robbie viene a vernos por primera vez en ocho a?os y a mí me ingresan en el hospital.

 

Jenks voló hasta la mesita alargada que habían apartado a un lado. Sus alas se detuvieron, y la neblina roja que había estado revoloteando en una de sus alas se convirtió en un trozo de esparadrapo. Recordé vagamente una ambulancia. Tenía puesta una vía, y me vino a la memoria el momento en el que me la colocó el paramédico. Me había dado algo y, después, la nada más absoluta. Me habían puesto vías en otras ocasiones, pero normalmente, cuando el paciente era una bruja, llevaban un amuleto incorporado. Tal vez estaba peor de lo que pensaba.

 

Mi mirada se detuvo en el reloj, que se encontraba exactamente en el lugar en el que siempre lo ponían. Mediodía. No tenía la sensación de haber estado inconsciente más de una noche. Del frío asfalto al hospital. Había estado allí, y ahora estaba aquí.

 

Sobre la estrecha mesa de ruedas había una jirafa de peluche, probablemente de mi madre. Los peluches eran muy de su estilo. Junto a él había una peque?a rosa de piedra esculpida. ?De Bis, quizás? Tomé el peluche entre mis manos, sintiendo la suavidad en las yemas de mis dedos, en un estado de melancolía.

 

—?Mia? —pregunté a Jenks.

 

Las alas del pixie se encorvaron y adquirieron un débil tono azulado.

 

—Huyó.

 

Fruncí el ce?o y le miré a los ojos, para descubrir que él también tenía el gesto torcido.

 

—?Y Remus?

 

—También. —Recorrió la peque?a distancia que lo separaba de los barrotes de la cama y se posó sobre ellos, resbalando ligeramente—. Golpeó a Ivy con una tubería, aunque solo de refilón. De no ser por eso, lo habríamos capturado.

 

Alarmada, mi cuerpo se puso rígido, pero al ver que no reaccionaba, di por hecho que estaba bien.

 

—Está más loca que un trol al que le han dado calabazas —dijo con una expresión irónica en su rostro—, pero se encuentra bien. No tiene nada roto. Cuando quiso levantarse, se habían largado. Los siguió hasta una calle concurrida y luego… ?zas! Por lo visto puentearon un coche e, inexplicablemente, consiguieron sortear los controles policiales de la AFI. Edden está que echa humo por las orejas.

 

Pues ya somos tres, me dije a mí misma dejando la jirafa en su sitio. ?Maldita sea! Podían estar a cientos de kilómetros. Ojalá Audrey estuviera en lo cierto y las banshees nunca abandonaran su ciudad; de lo contrario, no los encontraremos nunca.

 

Jenks alargó el brazo para recolocarse el trozo de esparadrapo color rojo y me sonrojé al recordar el momento en que le había lanzado el bolso a Edden con él dentro.

 

—Oye, siento mucho lo de tu ala —me disculpé. él se me quedó mirando con los ojos de un profundo color verde bajo un mechón de pelo amarillo—. Porque te lo hice yo, ?verdad? —a?adí apuntando hacia la herida con la mirada—. Lo siento.

 

—Baah, no es nada —dijo arrastrando las palabras mientras volvía a poner el brazo delante de su cuerpo—. Ha servido para que Matalina tenga algo que hacer además de gritarles a los ni?os. Además, me lo hice en el coche de Edden, persiguiendo a Remus.

 

No estaba segura de si debía creerle.

 

—?Y qué me dices de ti? —preguntó Jenks sentándose con las piernas cruzadas junto a un vaso de agua más grande que su gata—. ?Te encuentras bien? Tienes el aura… increíblemente delgada.

 

Alcé una mano y la coloqué frente a mi cara deseando poder vérmela. Entonces advertí el terrible aspecto de la marca demoníaca de mi mu?eca y bajé el brazo.

 

—Fue Holly. Me la succionó junto con mi energía vital. Por eso me desmayé. Creo. ?Sabes si alguien le ha echado un vistazo a la de Glenn? Probablemente le ocurrió lo mismo.

 

Jenks asintió con un gesto de la cabeza.

 

—En cuanto te oyeron murmurar que te habían quitado el aura. Ya se ha despertado. Lo he visto. La tiene llena de agujeros pero, con el tiempo, se irá espesando. Esa ni?a es espeluznante. Todavía no sabe hablar, y ya es una asesina en toda regla. En realidad, lo normal hubiera sido que te matara. Los doctores no se explican cómo sobreviviste. Ni tampoco por qué te despertaste tres días antes que Glenn. Han estado aquí, mirándote, haciéndose todo tipo de preguntas los unos a los otros y examinando tus cicatrices demoníacas… —Entonces apretó los labios haciendo que me invadiera una terrible sensación de angustia—. Esto no me gusta, Rachel.