En ese momento un torrente de adrenalina me recorrió todo el cuerpo y, durante una décima de segundo, vacilé. Es una banshee. No debería estar haciendo esto… Pero ?quién lo iba a hacer si no?
—?Espera un momento, Jenks! —dije en voz alta—. ?Edden! —grité de nuevo. El capitán de policía alzó la vista y dejé caer el bolso—. ?Cuida de Jenks! —exclamé cuando lo cogió. A continuación eché a correr detrás de Mia. ?Por qué estoy haciendo esto? Ni siquiera confían en mí.
—?Se?orita! ?Oh, se?orita! —dijo una reportera colocándose justo delante de mí. Sin pensármelo dos veces, la aparté de un codazo entre los gritos de la gente y una sonrisa se dibujó en mi rostro.
En apenas tres segundos había atravesado el cerco de curiosos. La luz dio paso a la oscuridad, el silencio amortiguado reemplazó al bullicio, y la actividad sustituyó a una frustrante inactividad. Me había puesto en marcha y tenía un objetivo muy concreto. Mia había partido con ventaja, y probablemente disponía de un coche, pero también tenía una ni?a, y Holly no estaba nada contenta.
Siguiendo el sonido de una ni?a que no paraba de llorar, corrí entre los coches aparcados mientras la neblina grisácea de la nieve que caía rápidamente daba paso a la nada más absoluta. Los círculos de luz sobre mi cabeza brillaban de forma intermitente y corrí, persiguiendo una presa fácil y ganando terreno a cada paso que daba. El llanto de Holly aumentó levemente en el preciso instante en que avisté la figura de Mia corriendo torpemente hasta desaparecer tras un contenedor situado junto a una puerta de carga y descarga de mercancías. En seis segundos estaba allí, y me detuve en la entrada del aparcamiento amurallado. No quería recibir un inesperado golpe en la cabeza. Mis ojos escudri?aron la zona restringida y encontraron a Mia con la espalda apoyada en una puerta cerrada con candado y a Holly aferrada a ella. Una peque?a luz iluminaba su orgullosa y aterrorizada determinación y me esforcé por llenar mis pulmones de aire. No tenía escapatoria. Ivy cogería a Remus, yo volvería con Mia y todo habría acabado.
Ojalá fuera tan sencillo.
La frecuencia de mis pulsaciones disminuyó y alcé una mano para calmar los ánimos.
—Mia, piénsalo.
La mujer se aferró a su hija con tal fuerza que la ni?a rompió a llorar.
—La mataréis —dijo la banshee. Su enfado se había transformado en un ataque de cólera—. No podéis ocuparos de ella. Si me la quitáis, morirá con la misma seguridad que si la ahogarais en un pozo como a un gato.
—Holly estará bien —dije dando un paso atrás. Los altos muros que ocultaban la zona de carga y descarga me rodeaban. La ausencia de viento hacía que disminuyera la sensación de frío y la nieve caía apaciblemente entre nosotras—. La gente de los servicios sociales cuidará de ella. No puedes criar a una ni?a en la calle. Si huyes, lo perderás todo. He visto tu casa, Mia, y sé que no podrás vivir así. No quiero que Holly se vea obligada a vivir de ese modo. Dame a la ni?a y regresaremos. Todo saldrá bien. Podemos terminar esto de forma pacífica.
Por muy indefensa que pareciera, no podía llevarme a una banshee a la fuerza, pero si tenía a su hija, no volvería a escapar. Le había ido ganando terreno durante un buen rato y, en ese momento, nos separaban solo un par de metros.
—?Qué sabrás tú de la paz? —preguntó Mia con acritud, zarandeando en vano a Holly para que dejara de lloriquear—. Te has pasado la vida corriendo. Es lo único que haces; correr, correr y correr. Sabes que no puedes parar, de lo contrario, morirías.
Me detuve, sorprendida.
—Tú no sabes nada de mí.
Ella alzó la barbilla y cambió de posición a Holly de manera que ambas miraban ahora hacia donde me encontraba. Finalmente, la ni?a dejó de quejarse y se me quedó mirando.
—Lo sé todo sobre ti —dijo—. Puedo ver en tu interior. Fluye a través de ti. No dejarás que nadie te ame. Al igual que esa vampiresa. Pero, a diferencia de Ivy, que solo está asustada, tú eres incapaz de amar a nadie. Nunca tendrás un final feliz. Nunca. No importa lo mucho que lo busques, está fuera de tu alcance. Cada vez que te enamores de alguien, acabarás matándolo. Estás sola, el problema es que no quieres darte cuenta.
—No funcionará, Mia —dije con la mandíbula apretada y los pu?os cerrados, convencida de que estaba haciéndome enfadar para hacerse más fuerte—. Deja a la ni?a en el suelo y pon las manos detrás de la cabeza. Me aseguraré de que Holly esté bien.
?Maldición! ?Por qué no me habría traído la pistola de pintura?
—?Quieres a mi hija? —se burló Mia—. De acuerdo. Cógela.