Bruja blanca, magia negra

—Estaba en casa de mi madre. Se tarda el triple de lo normal en salir de allí. —A continuación solté un sonoro suspiro al no ver a Mia por ninguna parte—. ?Ya ha acabado todo? ?Dónde está Mia? ?Estaba Remus con ella?

 

Jenks chasqueó las alas para llamar mi atención y apuntó hacia la zona en la que se congregaban los humanos. La boca se me abrió de forma involuntaria y parpadeé. La ni?a que no paraba de quejarse debería haberme hecho sospechar, incluso aunque el hombre que estaba de pie con actitud protectora junto a la diminuta y elegante mujer no lo hubiera hecho. ?Joder! Parece que tuviera treinta a?os, no trescientos, pensé cuando me fijé en su figura estilizada, de un aspecto casi frágil, junto a aquel hombre del montón que sostenía entre sus brazos a una ni?a peque?a embutida en un traje de nieve rosa. Probablemente, lo único que le pasaba a la ni?a es que tenía calor, y me pregunté por qué no le quitaba aquel mono acolchado.

 

Remus iba vestido con unos vaqueros y un abrigo de pa?o y, salvo por sus ojos, que se movían de un lado a otro sin parar, no había nada en él que llamara especialmente la atención. No era ni feo ni guapo, tal vez algo alto y corpulento, pero no demasiado. Costaba creer que le hubiera dado una paliza a Glenn, pero si tenía los conocimientos para hacer da?o a alguien y la voluntad de utilizarlos, y los unía al factor sorpresa, podía resultar letal. Para ser honesta, me pareció que tenía un aspecto bastante inofensivo hasta que lo vi seguir con la mirada a un agente de la AFI, el odio en el modo en que apretaba la mandíbula y las ansias de hacer da?o reflejadas en sus ojos. Entonces apartó la mirada y arrastró los pies, transformándose en un conserje junto a una mujer muy por encima de sus posibilidades.

 

—?Qué hacen ahí sentados? —pregunté dándome la vuelta antes de que se dieran cuenta de que los estaba mirando—. ?No han conseguido la orden de arresto?

 

Jenks alzó el vuelo lentamente desde el hombro de Ivy para verlos mejor.

 

—No, ya la tienen, pero en este momento están tranquilos, y Edden prefiere no hacer nada hasta conseguir evacuar más gente. He estado escuchando, y a la SI le da lo mismo que Mia se dedique a matar humanos.

 

Una punzada de preocupación hizo que me pusiera rígida por la tensión.

 

—?La están encubriendo?

 

—Nooo. Solo la ignoran. Todo el mundo tiene que matar para poder comer, ?no?

 

Lo dijo con la cantidad justa de sarcasmo, y yo sabía que no estaba de acuerdo con su política. Todo el mundo tenía que comer, pero zamparse a la gente no era muy correcto que digamos.

 

Las alas de Jenks agitaron el aire enviándome un olor a jabón. Llevaba puesta la capa que le envolvía todo el cuerpo en lugar de su ropa de trabajo habitual, lo que le daba un aspecto exótico, y me pregunté qué tal se las estaría arreglando Bis al tener que vigilar la casa él solo.

 

—Creo que tanto ella como Remus piensan que van a conseguir escabullirse junto a los humanos —dijo aterrizando en mi hombro.

 

Ivy se rió por lo bajo.

 

—Me pido al más grande.

 

—No estoy tan segura —dije tratando de leer el lenguaje gestual de Mia a través de la amplia sala—. Tienen que imaginar que sabemos quiénes son. Quiero decir, hemos estado en su casa. Creo que están esperando porque es lo que estamos haciendo nosotros.

 

Ivy sonrió mostrando una delgada hilera de dientes, especialmente potentes después de que Farcus se hubiera interesado por mi sangre.

 

—Sigo pidiéndome al más grande.

 

—Rachel —intervino Jenks con voz preocupada—. échale un vistazo al aura de Mia. ?Has visto alguna vez algo así?

 

Inspirando lentamente, activé mi segunda vista. Todos los brujos podían ver las auras, mientras que los vampiros y los hombres lobo no. Algunos humanos también tenían esa capacidad, con la que conseguían la habilidad de hibridarse con los elfos. Los pixies las veían en todo momento, tanto si querían como si no. Si interceptaba una línea y me concentraba en ella, podía ver que siempre jamás se superponía a la realidad, pero estábamos tan lejos de Cincinnati que, posiblemente, solo hubiera árboles raquíticos y un montón de maleza congelada. En los primeros a?os de mi adolescencia pasaba las horas muertas superponiendo siempre jamás sobre la realidad hasta que una visita al zoo hizo que se me quitara la costumbre. Los tigres se habían dado cuenta de lo que estaba haciendo y echaron a correr tras de mí como si pudieran atravesar el cristal para alcanzarme.