—Por favor, dime que vendrás —me pidió con los brazos rodeando a mi madre, que lloraba de felicidad—. Nos harías muy felices.
—Mírame —gorjeó mi madre apartándose para enjugarse las lágrimas—. ?Serás cabrón! ?Me has hecho llorar!
Robbie pesta?eó al oír su inapropiado lenguaje, pero yo sonreí. Mamá no tenía remedio.
—Por supuesto que iré —dije poniéndome en pie y rodeando la mesa—. No me lo perdería por nada del mundo.
Me importaba una mierda lo que pensara Al. Tendría que conformarse con hacerme viajar a través de una línea luminosa a la que no estaba acostumbrado. En Portland, como en todas partes, había líneas luminosas.
Uniéndome a su abrazo, me sentí bien, segura, con una sensación agridulce. El aroma a lilas y a secuoya de mi madre se mezcló con el olor a los amperios, pero, a pesar de que me sentía feliz, me invadió una nueva preocupación. Tal vez debería renunciar por completo a la magia. Si le sucediera algo a mi hermano, a su prometida… o a sus hijos, jamás me lo perdonaría.
Dándoles un último apretón, los solté y me aparté. Marshal, del que todos parecíamos habernos olvidado, se acercó y le estrechó la mano a Robbie, presentándole sus ?condolencias?.
—Me alegro mucho por ti —dijo de todo corazón—. ?Qué día será?
Robbie suspiró, soltando la mano de Marshal. Era evidente que se había relajado por completo.
—Todavía no tenemos fecha. Me temo que dependerá de la empresa de cáterin —respondió con una sonrisa avergonzada.
Sin dejar de llorar, mi madre prometió ayudar en todo lo que pudiera. Robbie se volvió hacia ella, dándome la espalda, y sonreí a Marshal, incómoda. No había nada como que tu hermano anunciara su boda para empeorar una situación ya de por sí embarazosa.
El móvil de alguien empezó a sonar y todos lo ignoramos hasta que me di cuenta de que era el mío. Apreciando la ocasión que se me presentaba de liberarme, salí disparada hacia la puerta principal, donde había dejado el bolso, y lo busqué pensando que lo de Break on through to the other side debía de ser una broma de Pierce. No estaba mal, teniendo en cuenta que tenía que ponerse al día de ciento cincuenta a?os de música.
—Lo siento —respondí cuando descubrí que era el número de Edden—. Tengo que responder. Es el padre de mi amigo el policía. El que está en el hospital.
Mi madre hizo un gesto azorado con la mano y me di la vuelta para tener algo de privacidad. Un torrente de adrenalina me recorrió de arriba abajo. No creía que tuviera que ver con Glenn, pero no quería contarles que estaba intentando echar el guante a una banshee. Robbie ya me consideraba lo suficientemente irresponsable.
La animada conversación de mi madre y Robbie quedó en un segundo plano cuando levanté la tapa del teléfono y me lo acerqué al oído.
—Hola, Edden —lo saludé dándome cuenta de inmediato de que se encontraba en el trabajo por el débil parloteo que se escuchaba de fondo—. ?Ha pasado algo?
Lo primero que me vino a la cabeza fue que Glenn estaba peor, pero Edden no parecía disgustado, sino más bien exaltado.
—No tienes puesta la televisión, ?verdad? —dijo provocándome un segundo subidón de adrenalina que se sumó al anterior.
—Mia y su hija están en el Circle —dijo. Rápidamente, dirigí la vista a mi bolso, contenta de haberme traído el hechizo. No lo necesitaba, pero tendría ocasión de comprobar si lo había hecho bien o no.
—Se encontraban en la sección de restauración del centro comercial —prosiguió Edden—, absorbiendo las emociones que flotaban en el ambiente. Imagino que no fue suficiente, porque dio comienzo una pelea que acabó en batalla campal. De no ser por eso, jamás habríamos dado con ella.
—?No me digas! —exclamé. Acto seguido, me tapé la mano con la boca y mi mirada se cruzó con la de mi madre. Ella soltó un suspiro mientras yo me apoyaba en la pared para ponerme las botas—. ?También está Remus?
—Ummm… Sí —respondió Edden—. Hemos cerrado el centro y alejado a la mayoría de los curiosos. Es un caos. Voy de camino y me gustaría contar contigo para detenerla. Es una inframundana y, como sabes, no tengo muchos en nómina.
En realidad, la AFI no tenía a ningún inframundano en nómina por cuestiones legales. Las manos me temblaban y, a pesar de que se debía al entusiasmo, me encogí en el abrigo.
—Podría estar allí en diez minutos; cinco si no tengo que buscar aparcamiento.
—Les diré que estás de camino —determinó.
Emití un suave sonido con la boca para evitar que colgara.
—Espera. Creo que tardaré un poco más. Tengo que ir a casa a por Jenks. —Si tenía que capturar a una banshee, iba a necesitar su ayuda. Me hubiera gustado contar también con Ivy, pero había salido.