Bruja blanca, magia negra

Ella emitió un leve sonido con la boca mientras sacaba cuatro tazas blancas del armario y las colocaba en la bandeja. Era el juego que utilizaba con los invitados de postín, y me pregunté si querría decir algo.

 

—Es agradable teneros a los dos en casa —dijo quedamente, haciendo que mi tensión se desvaneciera. En realidad lo agradable era tener a Robbie, para fingir por un rato que nada había cambiado.

 

Mi madre estuvo trasteando con la bandeja hasta que la cafetera dejó de gotear y, una vez más, advertí lo jóvenes que parecían sus manos. Las brujas vivían aproximadamente dos siglos, y casi podíamos pasar por hermanas, especialmente desde que había dejado de vestirse de forma descuidada.

 

—Cindy es muy maja —dijo sin venir a cuento. Di un respingo y, de golpe y porrazo, volví en mí al oír el nombre de la novia de mi hermano—. A Robbie le gusta tomarle el pelo como hace contigo. —Estaba sonriendo, y yo me acerqué al frigorífico para coger la leche—. Te gustará —a?adió con la vista puesta en el jardín trasero, iluminado por la luz de seguridad del vecino—. Trabaja en la universidad mientras termina su licenciatura.

 

Además inteligente, me dije a mí misma, aunque la cosa no me sorprendía lo más mínimo. Aquello no había surgido en la cena, y me pregunté por qué.

 

—?Qué estudia?

 

Mi madre presionó los labios con gesto meditabundo.

 

—Criminología.

 

Verdaderamente inteligente. Demasiado, quizás.

 

—Le queda un a?o —comentó mi madre disponiendo un juego de cucharillas sobre las servilletas—. Se les ve muy bien juntos. Sus caracteres se complementan a la perfección. él es un so?ador, mientras que ella tiene los pies en la tierra. Es de una belleza serena. Sin duda, sus hijos serán preciosos.

 

Su sonrisa se había vuelto más tenue y sonreí a mi vez, al darme cuenta de que, al sentar la cabeza, Robbie estaba haciendo realidad uno de los sue?os de mamá. Es posible que hubiera desistido conmigo, pero ahora Robbie iba a cargar con todo el peso. ?Qué triste…!

 

—Dime —preguntó en un tono enga?osamente dulce—. ?Qué tal te va con Marshal?

 

Mi sonrisa se desvaneció. De acuerdo. Tal vez no había desistido del todo.

 

—Bien. Estupendamente —respondí con repentino nerviosismo. Había sido ella la que me había dicho que no pegábamos nada y que lo único que podríamos llegar a tener era una relación de transición. No obstante, después de escuchar en la cena cómo Marshal había sacado a Tom de debajo de mi cocina, era posible que hubiera cambiado de opinión.

 

—A Robbie le ha caído muy bien —continuó—. Y a mí me gusta saber que tienes a alguien que cuida de ti. Alguien capaz de bajar al sótano de tu casa y, por así decirlo, defenderte de posibles peligros.

 

—?Mamá…! —De repente me sentí atrapada—. Puedo defenderme yo solita. Marshal y yo somos solo amigos. ?Por qué no puedo ser amiga de un hombre? ?Eh? Cada vez que intento ir más allá, lo echo todo a perder. Además, me dijiste que lo nuestro no tenía futuro y que sería solo un entretenimiento provisional.

 

Estaba gimoteando, y ella dejó el azucarero y se dio la vuelta para mirarme.

 

—Cari?o —dijo tocándome la mandíbula—. No te estoy diciendo que te cases con él. Te estoy diciendo que le dejes las cosas claras. Asegúrate de que sabe lo que está pasando.

 

El estómago, lleno de asado y de salsa, se me revolvió.

 

—Me alegro —dije sorprendida—, porque no estamos saliendo juntos y no está pasando nada. Todos los hombres con los que he salido han sido asesinados o se han tirado por un puente.

 

Ella torció el gesto con una expresión de sarcasmo, agarró la jarra y vertió el café en su mejor cafetera de plata.

 

—Eso no es cierto —me reprochó—. Marshal me gusta mucho, y te hace mucho bien, pero quizás es demasiado… tranquilo para conseguir mantener tu interés, y quiero estar segura de que no cree que hay algo más de lo que en realidad hay. Es demasiado bueno para que lo enga?es y, si le has dado alguna pista…

 

—Sabe perfectamente que somos solo amigos —la interrumpí. ?Oh, Dios! ?Qué co?o le pasaba a mi madre?

 

—Ser amigos es una buena cosa —dijo con firmeza—. Y me tranquiliza saber que puedes contar con él cuando estés en un apuro. Con la historia de Bansen, por ejemplo. Duermo mejor desde que sé que tienes a alguien que acudirá en tu ayuda cuando yo no esté. Estoy preocupada por ti, cari?o.

 

Apreté la mandíbula y sentí que me subía la presión sanguínea. Aquel no era el tema del que quería hablar.

 

—Si encuentro algún otro bicho bajo los tablones de mi casa, sé a quién llamar. —Entonces vacilé. ?Cuándo ella no esté?

 

—Mamá… —dije al verla ordenar compulsivamente la bandeja—. Te encuentras bien, ?verdad?

 

Ella soltó una carcajada que hizo que los hombros se me relajaran.