Bruja blanca, magia negra

—?Podemos volver al asunto del fantasma? —dijo Jenks revolviéndome el pelo con el batir de sus alas.

 

En el rostro macilento de Ford se dibujó una sonrisa.

 

—?Por cierto! Me ha dicho que quiere darte las gracias —comentó hojeando su bloc de notas—. Para su desgracia, no logró descansar en paz, pero no estaría deambulando por ahí si no hubiera sido porque Al lo liberó.

 

—?Al! —exclamé entornando los ojos para ver la sonrisa de Ford a través de la nube de polvo que había creado Jenks, que estaba suspendido en el vacío en estado de choque. Incluso Ivy se detuvo en seco con el bagel a pocos centímetros de su boca.

 

—?Qué tiene que ver Al con todo esto? —farfullé mientras Jenks emitía unos gemidos de autocomplacencia.

 

—?Lo sabía! —se jactó—. ?Lo supe desde el principio!

 

No obstante, Ford seguía sonriendo con unas peque?as arruguitas que se formaban en torno a sus ojos y que le hacían parecer cansado.

 

—No fue deliberado. Te lo aseguro. ?Recuerdas la lápida que tu demonio resquebrajó?

 

Negué con la cabeza intentando tragarme la rabia que me producía que lo hubiera llamado ?tu demonio? y, justo entonces, modifiqué el movimiento para transformarlo en un gesto de asentimiento.

 

—?La noche que rescaté a Ceri? —pregunté parpadeando—. ?Oh, Dios mío! ?Pierce está enterrado aquí? ?En nuestro jardín trasero?

 

Si los pixies hubieran sufrido infartos, hubiera jurado que a Jenks le estaba dando uno. Seguía suspendido en el aire, crepitando y con el rostro desencajado, mientras su cuerpo despedía un chorro continuo de chispas negras que formaban un charco en la encimera central que se desbordaba y se arremolinaba sobre mis pies, cubiertos tan solo por los calcetines.

 

—?Te refieres a la del ángel con cara de gilipollas? —acertó a decir.

 

Ford asintió en silencio.

 

?No puede ser!, pensé preguntándome si disponía de tiempo suficiente para encontrar mi linterna y salir a echar un vistazo antes de que llegara Marshal.

 

—?Habían raspado el nombre! —aulló Jenks.

 

Rex se desperezó y vino a enroscarse alrededor de mis pies intentando acercarse lo más posible a su diminuto due?o.

 

—Deberías tomarte una pastilla para enfriarte, Jenks —le sugerí—, antes de que tus chispas empiecen a arder.

 

—?Cállate! —me respondió con un grito volando hasta Ivy—. ?Te lo dije! ?No digas que no te lo advertí! No se intenta borrar el nombre de un difunto con un cincel a menos que… —De pronto se interrumpió y abrió mucho los ojos—. ?Y se encuentra en terreno no consagrado! —chilló—. Rachel, ese tipo nos va a traer un montón de problemas. ?Y, para colmo, está muerto! ?No se te ha ocurrido preguntarte por qué está muerto?

 

Los oscuros ojos de Ivy dejaron de mirar a Jenks y se dirigieron hacia mí y luego hacia Ford, que seguía sentado observándolo todo con una expresión bastante cínica.

 

—Ya estaba muerto cuando lo conocí —respondí secamente—, y me pareció una persona de lo más amable. Además, una buena parte de los habitantes de Cincy están muertos.

 

—?Sí, pero no se pasean a hurtadillas por nuestra iglesia para poder espiarnos! —me gritó colocándose justo delante de mis narices—. ?Por qué quieres convertirlo en un ser de carne y hueso?

 

Aquello estaba pasando de casta?o a oscuro. Cerré la puerta de uno de los armarios de un manotazo y me acerqué a él para obligarlo a retroceder.

 

—?Estaba intentando establecer contacto! —le respondí alzando la voz a pocos centímetros de él—. La única manera que tengo de hablar con él sin utilizar una jodida güija es haciéndole volver a la vida. Por si te interesa, lo enterraron vivo porque fue acusado de brujería en el siglo XVII. Probablemente está intentando descubrir el modo de abandonar el purgatorio y morir definitivamente, así que ?tranquilízate un poquito!

 

Ivy se aclaró la garganta sujetando el panecillo en alto con las yemas de los dedos.

 

—?Lo condenaron por practicar la brujería? —preguntó—. Tenía entendido que los de tu especie erais muy precavidos antes de la Revelación.

 

Me aparté de Jenks e inspiré profundamente para liberar la tensión.

 

—El vampiro pedófilo al que denunció, le pagó con la misma moneda —expliqué—. Le contó a todo el mundo que era un brujo. Los hijos de puta ignorantes lo enterraron vivo, pero eso no significa que utilizara la brujería para hacer el mal. Al fin y al cabo, yo también practico la magia negra.

 

Ford se puso en pie arrastrando la silla unos centímetros, agarró el abrigo y, mientras se lo ponía, se acercó al centro de la cocina.

 

—Tengo que irme —se justificó dándome un ligero apretón en el hombro—. Te llamaré ma?ana para concretar lo de la sesión de hipnosis.

 

—Claro —respondí distraídamente sin apartar la vista de Jenks, que brillaba intensamente junto al frigorífico.